Escuchar "Anna Edson Taylor la única mujer que saltó las cataratas del Niágara dentro de un barril y sobrevivió"
Síntesis del Episodio
Anna Edson Taylor la única mujer que saltó las cataratas del Niágara dentro de un barril y sobrevivió.
Las cataratas del Niágara se encuentran en la frontera entre Estados Unidos y Canadá.
Su formación geológica se remonta a hace unos 12.000 años aproximadamente.
La caída del agua tiene una altura de 57 metros, según la sección de la catarata.
El caudal medio del agua es de unos 2.400 metros cúbicos por segundo pero puede superar los 5.700 en máximos estacionales.
Cada segundo, millones de litros de agua se precipitan hacia el abismo con una fuerza descomunal.
Tanta, que las cataratas son una fuente clave de la energía hidroeléctrica.
Alguno se ha caído por intentar hacerse un selfie demasiado arriesgado.
Y otros, como Anna, decidieron voluntariamente saltar las cataratas.
Y vivió para contarlo.
Anna Edson Taylor fue una profesora estadounidense nacida en 1838.
El 24 de octubre de 1901, a sus 63 años, decidió lanzarse por las cataratas dentro de un barril.
Buscó la fama y una recompensa económica por jugársela.
Diseñó un barril especial de roble, reforzado con hierro y acolchado en su interior.
Antes de probarlo ella misma, lo había lanzado antes con un gato dentro para asegurarse de que resistiría la caída.
Y la aguantó.
Con luz verde, la corriente arrastró el barril hacia las Horseshoe Falls, la catarata más poderosa.
Tras una caída de más de 50 metros, el barril se hundió entre la espuma.
Momentos después emergió y los barqueros lo rescataron.
Annie salió viva, aturdida y con heridas menores.
Un corte en la cabeza.
Se convirtió en la primera persona en sobrevivir a una caída en las cataratas del Niágara.
Antes que ella, un buen puñado de aventureros y deportistas de riesgo usaron este mismo escenario para desafiar a la muerte.
Algunos intentaron cruzar a nado los rápidos del río.
Y otros, atravesaron las cataratas por una cuerda floja.
El Gran Darini lo logró con los ojos vendados.
Después, Carlisle Graham, un fabricante de barriles, fue el primero que se metió en uno y se lanzó por las cascadas, antes que Annie.
En 1886 navegó a bordo de un barril por los rápidos de Great Gorge.
El detective Billy Kendall salió con vida de las fuertes corrientes y sólo iba equipado con un salvavidas.
Aunque la mayoría de estos intrépidos personajes no salieron ilesos y muchos no volvieron con vida.
Notoriedad, fama, dinero…todos ansiaban lo mismo.
Llegamos al caso de Annie Taylor, que se presentó como ‘la reina de la niebla’.
Annie se formó y trabajó como maestra.
Se casó con David Taylor pero su marido no sobrevivió a la Guerra de Secesión.
Así que enviudó a los 25 años con un hijo en el mundo.
A duras penas, pudo sacarlo todo adelante, dando clases de danza y de música.
Hasta que decidió jugarse su última carta.
El mismo día de su 63 cumpleaños.
No lo celebro con la típica fiesta y soplando las velas de una tarta.
Sino que se introdujo en el citado barril.
Provista de un arnés de cuero y cojines que protegieran su cuerpo.
Se metió junto a su gatito para que le diera suerte en esta ruleta de la fortuna.
Atornillaron la tapa del barril con Annie y su gatito en el interior.
Y les empujaron para que entrasen en las corrientes de la catarata.
La travesía duró unos veinte minutos, desde que soltaron el barril hasta que lo abrieron con un final feliz.
La multitud que presenció la hazaña allí mismo, recibió con aplausos a su nueva heroína.
Más tarde, la Reina de la niebla pasó meses dando entrevistas.
Contando su experiencia en todos los medios y en algunos teatros.
Por desgracia, tanta fama no le serviría para nada.
Su representante, Frank M. Russell, se fugó con gran parte del dinero que había ganado.
Con el poco dinero que le quedó, Annie lo gastaría en pagar a unos detectives para tratar de encontrarle.
Pero esta vez no tuvo tanta suerte y nunca le localizaron.
Annie Taylor murió el 29 de abril de 1921.
Sin grandes recursos pero con una hazaña que quedó para la historia.
Fue maestra toda su vida y en sus últimos años nos dio toda una lección de coraje.
Las cataratas del Niágara se encuentran en la frontera entre Estados Unidos y Canadá.
Su formación geológica se remonta a hace unos 12.000 años aproximadamente.
La caída del agua tiene una altura de 57 metros, según la sección de la catarata.
El caudal medio del agua es de unos 2.400 metros cúbicos por segundo pero puede superar los 5.700 en máximos estacionales.
Cada segundo, millones de litros de agua se precipitan hacia el abismo con una fuerza descomunal.
Tanta, que las cataratas son una fuente clave de la energía hidroeléctrica.
Alguno se ha caído por intentar hacerse un selfie demasiado arriesgado.
Y otros, como Anna, decidieron voluntariamente saltar las cataratas.
Y vivió para contarlo.
Anna Edson Taylor fue una profesora estadounidense nacida en 1838.
El 24 de octubre de 1901, a sus 63 años, decidió lanzarse por las cataratas dentro de un barril.
Buscó la fama y una recompensa económica por jugársela.
Diseñó un barril especial de roble, reforzado con hierro y acolchado en su interior.
Antes de probarlo ella misma, lo había lanzado antes con un gato dentro para asegurarse de que resistiría la caída.
Y la aguantó.
Con luz verde, la corriente arrastró el barril hacia las Horseshoe Falls, la catarata más poderosa.
Tras una caída de más de 50 metros, el barril se hundió entre la espuma.
Momentos después emergió y los barqueros lo rescataron.
Annie salió viva, aturdida y con heridas menores.
Un corte en la cabeza.
Se convirtió en la primera persona en sobrevivir a una caída en las cataratas del Niágara.
Antes que ella, un buen puñado de aventureros y deportistas de riesgo usaron este mismo escenario para desafiar a la muerte.
Algunos intentaron cruzar a nado los rápidos del río.
Y otros, atravesaron las cataratas por una cuerda floja.
El Gran Darini lo logró con los ojos vendados.
Después, Carlisle Graham, un fabricante de barriles, fue el primero que se metió en uno y se lanzó por las cascadas, antes que Annie.
En 1886 navegó a bordo de un barril por los rápidos de Great Gorge.
El detective Billy Kendall salió con vida de las fuertes corrientes y sólo iba equipado con un salvavidas.
Aunque la mayoría de estos intrépidos personajes no salieron ilesos y muchos no volvieron con vida.
Notoriedad, fama, dinero…todos ansiaban lo mismo.
Llegamos al caso de Annie Taylor, que se presentó como ‘la reina de la niebla’.
Annie se formó y trabajó como maestra.
Se casó con David Taylor pero su marido no sobrevivió a la Guerra de Secesión.
Así que enviudó a los 25 años con un hijo en el mundo.
A duras penas, pudo sacarlo todo adelante, dando clases de danza y de música.
Hasta que decidió jugarse su última carta.
El mismo día de su 63 cumpleaños.
No lo celebro con la típica fiesta y soplando las velas de una tarta.
Sino que se introdujo en el citado barril.
Provista de un arnés de cuero y cojines que protegieran su cuerpo.
Se metió junto a su gatito para que le diera suerte en esta ruleta de la fortuna.
Atornillaron la tapa del barril con Annie y su gatito en el interior.
Y les empujaron para que entrasen en las corrientes de la catarata.
La travesía duró unos veinte minutos, desde que soltaron el barril hasta que lo abrieron con un final feliz.
La multitud que presenció la hazaña allí mismo, recibió con aplausos a su nueva heroína.
Más tarde, la Reina de la niebla pasó meses dando entrevistas.
Contando su experiencia en todos los medios y en algunos teatros.
Por desgracia, tanta fama no le serviría para nada.
Su representante, Frank M. Russell, se fugó con gran parte del dinero que había ganado.
Con el poco dinero que le quedó, Annie lo gastaría en pagar a unos detectives para tratar de encontrarle.
Pero esta vez no tuvo tanta suerte y nunca le localizaron.
Annie Taylor murió el 29 de abril de 1921.
Sin grandes recursos pero con una hazaña que quedó para la historia.
Fue maestra toda su vida y en sus últimos años nos dio toda una lección de coraje.
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