Escuchar "Capítulo 4. Reaprender en el dial"
Síntesis del Episodio
Guillermo Patiño - [email protected]
Asterisco —como lo conocían en el pueblo— llegó a las cinco, prendió los equipos, acercó el micrófono y lanzó su grito radial: “muy buenos días, ¿cómo amanecen los oyentes de la mejor emisora…?”, y siguió recitando la retahíla con la que desde hace más de 10 años inicia su jornada.
Nada nuevo, una pregunta sin respuesta, o de esas que no tenemos tiempo ni espacio para escuchar, como cuando saludamos con el “¿cómo le va?” y seguimos de largo. Ahora extrañamos eso, justo cuando vivimos el aislamiento y nos toca trabajar con limitaciones. ¿Y si el oyente quiere contestar?, ¿si tiene su relato de lo que está viviendo?, ¿su familia, la vaca, el surco, el trabajo y la cosecha? En estos tiempos algo gritan las audiencias, la casa, el barrio, la vereda. Es momento de zafarnos de esa cómoda posición en la silla con rodachines, quitarnos los audífonos y escuchar, porque hablamos del pueblo, pero no con el pueblo.
Es tiempo para aprender o reaprender, porque la radio ha sido una escuela, cada día se aprende algo y a veces hay que revisar el pasado y echar mano de lo que ya vivimos, de los fabulosos días de la radio manual, en tiempo real. Es hora de proponer cosas distintas, que nos sorprendan, sí, primero a nosotros y luego a las audiencias. Sin temerle a la crítica, aquí como en cualquier tienda “el cliente tiene la razón”. Así que manos a la radio, algunas provocaciones:
La clave está en lo que producimos y de qué manera lo ponemos en los oídos de las comunidades. Los formatos deben recrearse y que aparezcan otros. Debemos arriesgar, proponer, probar, volver a hacer. No basta el manual, la radio se aprende haciendo radio. Incluir a las personas célebres. No esos que están en altos cargos, sino aquellos que son célebres porque nos dan motivos para celebrar, todos tenemos nuestra propia voz y manera de contar.
Tenemos nuestra “inmensa audiencia”, pero son distintos, no llevan la cabeza sobre los hombros, la cargan en sus manos, se comunican a la velocidad que les permiten sus pulgares o, para los menos hábiles, su índice. Tienen lo suficiente: un celular, transmóvil, receptor y grabador. Hagamos que cuenten lo que viven y lo envíen. O que manden sus avisos sociales y comerciales en esta época. A veces nos afanamos por esos vozarrones para grabar. Y ¿si el mismo dueño del aviso lo graba y en la radio lo editamos? Hay nuevos ciudadanos, también deben aparecer nuevas narrativas.
No podemos salir, hacer reportería, trabajar con corresponsales. Pero si allí están: en cada casa hay uno y con la tecnología para salir al aire y dar cuenta de lo local: relatos, historias, músicas, sabidurías. A veces nos preocupa el “bache”. Es momento de un silencio, un stop y preguntar qué están pensando los otros, ese que es nuestra señal de vida y lo ignoramos. ¿Ponemos la música que nos gusta, las noticias que queremos o lo que a ellos les interesa?
Asterisco hoy puede ser un punto aparte, un interrogante, un punto seguido, una admiración, pero jamás un punto final. Somos lo que escuchamos, nos hacemos de los sonidos que nos rodean, esa es nuestra banda sonora. Cuando esto pase, habremos aprendido algo o seguiremos acomodados en la silla.
Asterisco —como lo conocían en el pueblo— llegó a las cinco, prendió los equipos, acercó el micrófono y lanzó su grito radial: “muy buenos días, ¿cómo amanecen los oyentes de la mejor emisora…?”, y siguió recitando la retahíla con la que desde hace más de 10 años inicia su jornada.
Nada nuevo, una pregunta sin respuesta, o de esas que no tenemos tiempo ni espacio para escuchar, como cuando saludamos con el “¿cómo le va?” y seguimos de largo. Ahora extrañamos eso, justo cuando vivimos el aislamiento y nos toca trabajar con limitaciones. ¿Y si el oyente quiere contestar?, ¿si tiene su relato de lo que está viviendo?, ¿su familia, la vaca, el surco, el trabajo y la cosecha? En estos tiempos algo gritan las audiencias, la casa, el barrio, la vereda. Es momento de zafarnos de esa cómoda posición en la silla con rodachines, quitarnos los audífonos y escuchar, porque hablamos del pueblo, pero no con el pueblo.
Es tiempo para aprender o reaprender, porque la radio ha sido una escuela, cada día se aprende algo y a veces hay que revisar el pasado y echar mano de lo que ya vivimos, de los fabulosos días de la radio manual, en tiempo real. Es hora de proponer cosas distintas, que nos sorprendan, sí, primero a nosotros y luego a las audiencias. Sin temerle a la crítica, aquí como en cualquier tienda “el cliente tiene la razón”. Así que manos a la radio, algunas provocaciones:
La clave está en lo que producimos y de qué manera lo ponemos en los oídos de las comunidades. Los formatos deben recrearse y que aparezcan otros. Debemos arriesgar, proponer, probar, volver a hacer. No basta el manual, la radio se aprende haciendo radio. Incluir a las personas célebres. No esos que están en altos cargos, sino aquellos que son célebres porque nos dan motivos para celebrar, todos tenemos nuestra propia voz y manera de contar.
Tenemos nuestra “inmensa audiencia”, pero son distintos, no llevan la cabeza sobre los hombros, la cargan en sus manos, se comunican a la velocidad que les permiten sus pulgares o, para los menos hábiles, su índice. Tienen lo suficiente: un celular, transmóvil, receptor y grabador. Hagamos que cuenten lo que viven y lo envíen. O que manden sus avisos sociales y comerciales en esta época. A veces nos afanamos por esos vozarrones para grabar. Y ¿si el mismo dueño del aviso lo graba y en la radio lo editamos? Hay nuevos ciudadanos, también deben aparecer nuevas narrativas.
No podemos salir, hacer reportería, trabajar con corresponsales. Pero si allí están: en cada casa hay uno y con la tecnología para salir al aire y dar cuenta de lo local: relatos, historias, músicas, sabidurías. A veces nos preocupa el “bache”. Es momento de un silencio, un stop y preguntar qué están pensando los otros, ese que es nuestra señal de vida y lo ignoramos. ¿Ponemos la música que nos gusta, las noticias que queremos o lo que a ellos les interesa?
Asterisco hoy puede ser un punto aparte, un interrogante, un punto seguido, una admiración, pero jamás un punto final. Somos lo que escuchamos, nos hacemos de los sonidos que nos rodean, esa es nuestra banda sonora. Cuando esto pase, habremos aprendido algo o seguiremos acomodados en la silla.
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