Escuchar "Capítulo 1. El sonido"
Síntesis del Episodio
Adriana Seguro Flórez - [email protected]
1:00 a.m., el conticinio, aparentemente en mi casa y en los edificios cercanos dormían. De repente, se va la luz y empiezan los gritos de los vecinos. Durante varios minutos se funden las voces, susurros, risas y llamadas de emergencia de personas extrañas. En ese momento evidencio el valor del sonido, de esa compañía que ha estado en los días de confinamiento. Las voces de los cantantes favoritos, que repetimos una y otra vez, las de nuestros seres queridos, las risas y juegos de los niños, los sonidos de WhatsApp y los anuncios de que alguien entró a la sala virtual; mientras afuera suenan las aves; los vendedores ambulantes que anuncian aguacates, limones, mazamorra o helados con sus canciones pegajosas; la moto de la policía que recorre las calles para ejercer control ante quienes violan la cuarentena, los pitos de los carros, los ladridos de los perros . Y es allí donde el sonido recobra el valor para describir nuestra cotidianidad, mostrar lo individual y lo colectivo, “produciéndole ritmo a la vida cotidiana”, como lo plantean Rincón y Forero (2008, p, 211) , porque esos paisajes sonoros de los días de cuarentena nos han devuelto a lo íntimo, a los rituales de escucha y de conversaciones al interior de nuestros hogares y también en los de nuestros compañeros de reuniones virtuales, sonidos que se han convertido en una radiografía de lo que somos.
Justamente, es esa cercanía y compañía del sonido, una de las principales razones para que la radio continúe vigente, que conviva al lado de las diferentes plataformas disponibles para escuchar música o podcasts. En los indicadores básicos de tenencia y uso de tecnologías de la información y comunicación -TIC- en hogares y personas de cinco y más años del DANE, el uso de la señal de radio dentro del hogar para el total nacional de 2018 era del 50,5%. De estas cifras, “el 89,7% lo hicieron para entretenimiento; 59,3% lo empleó para escuchar noticias; 16,0% lo hizo para obtener información de interés comunitario y 4,0% para educación y aprendizaje”. Según estos datos, la radio sigue conectándonos con la diversión y con la actualidad, como una forma de vincular nuestro presente con información, sueños, anhelos, nostalgias y, por supuesto, emociones, por medio del lenguaje radiofónico: palabras, efectos, música y silencio, que nos describen, narran y presentan diversos personajes, escenarios e historias.
Por eso, la radio seguiría ahí para recrearnos esos sonidos que en tiempos de aislamiento extrañamos , mientras volvemos a escuchar la risa de los amigos, las conversaciones espontáneas, los sonidos de los lugares públicos, la música en las discotecas, el pitazo de anuncio del cierre de la puerta en el Metro de Medellín, el efecto de la bicicleta en la ruta o del chapuzón en la piscina; el bullicio constante de la Universidad de Antioquia o el sonido cuando prenden la fuente en la plazoleta central de ciudad universitaria con la mirada de la escultura de El Hombre creador de energía, la carcajada de aquellos que nos dejaron en este tiempo o incluso el silencio. Y cuando ya la cuarentena sea un recuerdo, la radio seguirá siendo esa ventana que nos muestra el mundo más allá de nuestra cotidianidad, aquella que aprendimos a reconocer en el primer semestre de 2020.
1:00 a.m., el conticinio, aparentemente en mi casa y en los edificios cercanos dormían. De repente, se va la luz y empiezan los gritos de los vecinos. Durante varios minutos se funden las voces, susurros, risas y llamadas de emergencia de personas extrañas. En ese momento evidencio el valor del sonido, de esa compañía que ha estado en los días de confinamiento. Las voces de los cantantes favoritos, que repetimos una y otra vez, las de nuestros seres queridos, las risas y juegos de los niños, los sonidos de WhatsApp y los anuncios de que alguien entró a la sala virtual; mientras afuera suenan las aves; los vendedores ambulantes que anuncian aguacates, limones, mazamorra o helados con sus canciones pegajosas; la moto de la policía que recorre las calles para ejercer control ante quienes violan la cuarentena, los pitos de los carros, los ladridos de los perros . Y es allí donde el sonido recobra el valor para describir nuestra cotidianidad, mostrar lo individual y lo colectivo, “produciéndole ritmo a la vida cotidiana”, como lo plantean Rincón y Forero (2008, p, 211) , porque esos paisajes sonoros de los días de cuarentena nos han devuelto a lo íntimo, a los rituales de escucha y de conversaciones al interior de nuestros hogares y también en los de nuestros compañeros de reuniones virtuales, sonidos que se han convertido en una radiografía de lo que somos.
Justamente, es esa cercanía y compañía del sonido, una de las principales razones para que la radio continúe vigente, que conviva al lado de las diferentes plataformas disponibles para escuchar música o podcasts. En los indicadores básicos de tenencia y uso de tecnologías de la información y comunicación -TIC- en hogares y personas de cinco y más años del DANE, el uso de la señal de radio dentro del hogar para el total nacional de 2018 era del 50,5%. De estas cifras, “el 89,7% lo hicieron para entretenimiento; 59,3% lo empleó para escuchar noticias; 16,0% lo hizo para obtener información de interés comunitario y 4,0% para educación y aprendizaje”. Según estos datos, la radio sigue conectándonos con la diversión y con la actualidad, como una forma de vincular nuestro presente con información, sueños, anhelos, nostalgias y, por supuesto, emociones, por medio del lenguaje radiofónico: palabras, efectos, música y silencio, que nos describen, narran y presentan diversos personajes, escenarios e historias.
Por eso, la radio seguiría ahí para recrearnos esos sonidos que en tiempos de aislamiento extrañamos , mientras volvemos a escuchar la risa de los amigos, las conversaciones espontáneas, los sonidos de los lugares públicos, la música en las discotecas, el pitazo de anuncio del cierre de la puerta en el Metro de Medellín, el efecto de la bicicleta en la ruta o del chapuzón en la piscina; el bullicio constante de la Universidad de Antioquia o el sonido cuando prenden la fuente en la plazoleta central de ciudad universitaria con la mirada de la escultura de El Hombre creador de energía, la carcajada de aquellos que nos dejaron en este tiempo o incluso el silencio. Y cuando ya la cuarentena sea un recuerdo, la radio seguirá siendo esa ventana que nos muestra el mundo más allá de nuestra cotidianidad, aquella que aprendimos a reconocer en el primer semestre de 2020.
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