Escuchar "Los secretos de la momificación egipcia"
Síntesis del Episodio
                            Los secretos de la momificación egipcia
 Los egipcios creían que tenían que conservar intacto el cuerpo del difunto.
 Para que, en el más allá, pudiera disfrutar de la vida con los dioses.
 La momificación formó parte de ese proceso.
 Ellos creían que cuando una persona fallecía tenían que separar los elementos que constituían al ser humano: el nombre, la sombra, el cuerpo, el ka o espíritu y el Ba o la personalidad.
 Para evitar que esas energías se dispersaran sin remedio hacía falta realizar unos rituales funerarios.
 Lo primero era salvar el cuerpo para interrumpir su descomposición.
 Si se trataba de un faraón tenían que lavar su cuerpo en el Seh Netjer o cabina divina para trasladarlo al Per Nefer.
 La muerte significaba la separación de estos elementos.
 Aunque era momentánea, ya que la persona renacía en la vida de ultra tumba reunificando sus componentes.
 La momificación servía para que el ‘Ba’ pudiera acudir a él y reconocerlo.
 En el taller de los embalsamadores se extraía el cerebro a través de un orificio en el hueso etmoides de la nariz.
 Los antiguos egipcios daban una importancia mínima al cerebro.
 Para ellos, el corazón era el órgano en donde residía la inteligencia y la razón.
 La momificación estuvo a cargo de unos profesionales altamente cualificados, los embalsamadores.
 Formaron parte de una clase social de sacerdotes.
 Diversos papiros nos informan de los distintos cargos que participaban en la operación.
 El señor de los secretos ejecutaba los rituales llevando una máscara de Anubis, dios del embalsamamiento.
 Además, estaban los sacerdotes lectores que iban pronunciando las instrucciones del ritual y las recitaciones mágicas mientras vendaban a la momia.
 Los cortadores tenían el estatus social más bajo, debido a la impureza asociada al ritual.
 Los embalsamadores realizaron toda esta tarea durante el tiempo que mediaba entre el fallecimiento y el entierro.
 Normalmente, todo solía durar unos 70 días.
 Sin embargo, hubo algún caso que se alargó hasta los 274 días.
 Practicaban una incisión lateral en el abdomen del cadáver.
 Y desde ese corte, extraían los intestinos, el estómago y el hígado.
 Luego hacían otro corte en el diafragma por el que sacaban los pulmones.
 Al final del proceso, sólo dejaban al corazón en su sitio.
 El resto de órganos, una vez eran deshidratados, los introducían por separado, en unos recipientes.
 Cada recipiente tenía su propio nombre.
 Tras la evisceración volvían a lavar el cuerpo con agua y vino de palma.
 La clave para que la momificación tuviera éxito estuvo en el empleo de natrón para absorber la humedad.
 Una sal divina muy abundante en la zona de Uadi, en Egipto.
 Permitía conservar la carne bajo el mismo principio del proceso de salazón del pescado.
 El paso decisivo era la eliminación de la humedad del cuerpo.
 Así que el natrón era el agente deshidratador que lo secaba y, a la vez, lo dejaba flexible.
 Se trata de una sustancia natural de carbonato de sodio y bicarbonato sódico que actúa como un potente desecante.
 Incluso, rellenaban la cavidad torácica con pequeños sacos de natrón para secar el cuerpo por dentro.
 Para lograr su efecto, emplearon unos 264 kilos de natrón para cada momia.
 Ya sin líquido ni bacterias, detenían la putrefacción del cuerpo.
 La momia era completamente cubierta con esa sal durante 40 o 70 días.
 Después rellenaban los orificios auditivos y nasales al tiempo que embellecían la momia con pelucas, adornos y joyas.
 Moldeaban los genitales de ambos sexos.
 Y el resto del proceso estético pasaba por verter resina líquida.
 Para impermeabilizar el cadáver y aromatizarlo con aceites.
 A continuación procedían a cuidar el cadáver con aceite de cedro, mirra o canela.
 Para conservarlo mejor y que oliese bien.
 El sabio Herodoto visitó Egipto en el año 500 antes de cristo.
 Y sintió curiosidad por conocer el proceso de momificación egipcia.
 Para las clases humildes esta preparación era mucho más simple.
 Les limpiaban los intestinos con una lavativa y le añadían natrón al cadáver.
 Cuando habían pasado unos 60 días ya entregaban el cadáver a los deudos.
 La última fase era vendar el cuerpo desde la cabeza a los pies.
 Deteniéndose en los dedos de la mano de forma meticulosa.
 El vendado de la momia tenía una gran relevancia religiosa.
 A la mayoría de los difuntos los cubrían con lino corriente.
 Pero a la realeza la vendaron con tejidos de un lino especial de alta calidad.
 Los embalsamadores necesitaban unos 15 días para el vendado.
 Y cada acto iba acompañado de su propia recitación mágica.
 Primero envolvían por separado las diferentes partes del cuerpo y luego todo era cubierto de una manera compacta.
 Para proteger al muerto, le colocaban amuletos de diferentes tipos.
 El entierro también contaba con tantas fases como la del propio embalsamamiento.
 Por ejemplo: había un momento en el que abrían la boca, los oídos y la nariz del difunto para devolver los sentidos al faraón.
 Así podría alimentarse y respirar en el Más allá.
 La llegada de una dinastía procedente de Macedona al trono, los Ptolomeos, unidos a la influencia griega y romana, inició el declive de la religión de los antiguos egipcios.
 Con el Imperio Nuevo la momificación alcanzó su cénit.
 Y a partir de la Dinastía vigésimo primera, esta técnica entró en decadencia.
 Dejaron de maquillar a las momias.
 Y luego ya no introducían las vísceras en los vasos canopos.
 Para finalizar, los amigos, familiares y sirvientes llevaban el sarcófago al sepulcro.
 La casa de la eternidad donde el difunto renacería.
 La momificación fue ese proceso para moldear la eternidad.
                     Los egipcios creían que tenían que conservar intacto el cuerpo del difunto.
 Para que, en el más allá, pudiera disfrutar de la vida con los dioses.
 La momificación formó parte de ese proceso.
 Ellos creían que cuando una persona fallecía tenían que separar los elementos que constituían al ser humano: el nombre, la sombra, el cuerpo, el ka o espíritu y el Ba o la personalidad.
 Para evitar que esas energías se dispersaran sin remedio hacía falta realizar unos rituales funerarios.
 Lo primero era salvar el cuerpo para interrumpir su descomposición.
 Si se trataba de un faraón tenían que lavar su cuerpo en el Seh Netjer o cabina divina para trasladarlo al Per Nefer.
 La muerte significaba la separación de estos elementos.
 Aunque era momentánea, ya que la persona renacía en la vida de ultra tumba reunificando sus componentes.
 La momificación servía para que el ‘Ba’ pudiera acudir a él y reconocerlo.
 En el taller de los embalsamadores se extraía el cerebro a través de un orificio en el hueso etmoides de la nariz.
 Los antiguos egipcios daban una importancia mínima al cerebro.
 Para ellos, el corazón era el órgano en donde residía la inteligencia y la razón.
 La momificación estuvo a cargo de unos profesionales altamente cualificados, los embalsamadores.
 Formaron parte de una clase social de sacerdotes.
 Diversos papiros nos informan de los distintos cargos que participaban en la operación.
 El señor de los secretos ejecutaba los rituales llevando una máscara de Anubis, dios del embalsamamiento.
 Además, estaban los sacerdotes lectores que iban pronunciando las instrucciones del ritual y las recitaciones mágicas mientras vendaban a la momia.
 Los cortadores tenían el estatus social más bajo, debido a la impureza asociada al ritual.
 Los embalsamadores realizaron toda esta tarea durante el tiempo que mediaba entre el fallecimiento y el entierro.
 Normalmente, todo solía durar unos 70 días.
 Sin embargo, hubo algún caso que se alargó hasta los 274 días.
 Practicaban una incisión lateral en el abdomen del cadáver.
 Y desde ese corte, extraían los intestinos, el estómago y el hígado.
 Luego hacían otro corte en el diafragma por el que sacaban los pulmones.
 Al final del proceso, sólo dejaban al corazón en su sitio.
 El resto de órganos, una vez eran deshidratados, los introducían por separado, en unos recipientes.
 Cada recipiente tenía su propio nombre.
 Tras la evisceración volvían a lavar el cuerpo con agua y vino de palma.
 La clave para que la momificación tuviera éxito estuvo en el empleo de natrón para absorber la humedad.
 Una sal divina muy abundante en la zona de Uadi, en Egipto.
 Permitía conservar la carne bajo el mismo principio del proceso de salazón del pescado.
 El paso decisivo era la eliminación de la humedad del cuerpo.
 Así que el natrón era el agente deshidratador que lo secaba y, a la vez, lo dejaba flexible.
 Se trata de una sustancia natural de carbonato de sodio y bicarbonato sódico que actúa como un potente desecante.
 Incluso, rellenaban la cavidad torácica con pequeños sacos de natrón para secar el cuerpo por dentro.
 Para lograr su efecto, emplearon unos 264 kilos de natrón para cada momia.
 Ya sin líquido ni bacterias, detenían la putrefacción del cuerpo.
 La momia era completamente cubierta con esa sal durante 40 o 70 días.
 Después rellenaban los orificios auditivos y nasales al tiempo que embellecían la momia con pelucas, adornos y joyas.
 Moldeaban los genitales de ambos sexos.
 Y el resto del proceso estético pasaba por verter resina líquida.
 Para impermeabilizar el cadáver y aromatizarlo con aceites.
 A continuación procedían a cuidar el cadáver con aceite de cedro, mirra o canela.
 Para conservarlo mejor y que oliese bien.
 El sabio Herodoto visitó Egipto en el año 500 antes de cristo.
 Y sintió curiosidad por conocer el proceso de momificación egipcia.
 Para las clases humildes esta preparación era mucho más simple.
 Les limpiaban los intestinos con una lavativa y le añadían natrón al cadáver.
 Cuando habían pasado unos 60 días ya entregaban el cadáver a los deudos.
 La última fase era vendar el cuerpo desde la cabeza a los pies.
 Deteniéndose en los dedos de la mano de forma meticulosa.
 El vendado de la momia tenía una gran relevancia religiosa.
 A la mayoría de los difuntos los cubrían con lino corriente.
 Pero a la realeza la vendaron con tejidos de un lino especial de alta calidad.
 Los embalsamadores necesitaban unos 15 días para el vendado.
 Y cada acto iba acompañado de su propia recitación mágica.
 Primero envolvían por separado las diferentes partes del cuerpo y luego todo era cubierto de una manera compacta.
 Para proteger al muerto, le colocaban amuletos de diferentes tipos.
 El entierro también contaba con tantas fases como la del propio embalsamamiento.
 Por ejemplo: había un momento en el que abrían la boca, los oídos y la nariz del difunto para devolver los sentidos al faraón.
 Así podría alimentarse y respirar en el Más allá.
 La llegada de una dinastía procedente de Macedona al trono, los Ptolomeos, unidos a la influencia griega y romana, inició el declive de la religión de los antiguos egipcios.
 Con el Imperio Nuevo la momificación alcanzó su cénit.
 Y a partir de la Dinastía vigésimo primera, esta técnica entró en decadencia.
 Dejaron de maquillar a las momias.
 Y luego ya no introducían las vísceras en los vasos canopos.
 Para finalizar, los amigos, familiares y sirvientes llevaban el sarcófago al sepulcro.
 La casa de la eternidad donde el difunto renacería.
 La momificación fue ese proceso para moldear la eternidad.
 ZARZA Somos ZARZA, la firma de prestigio que esta detras de los grandes proyectos en tecnología de la información.
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