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Síntesis del Episodio
El naufragio del Batavia una historia de supervivencia y holocausto en una isla paradisíaca. Halloween 2025
Esta es nuestra historia para Halloween, un naufragio sangriento.
Imagina naufragar, quedar varado…perdido en el paraíso.
Sobrevives al mar.
Sobrevives al hambre…y a los elementos.
Pero lo peor todavía no ha pasado…
El mayor peligro no fue la lucha contra los elementos sino uno de los jefes.
Así comienza esta pesadilla.
En 1629 un barco cargado de riquezas chocó contra un arrecife dejando a cientos de almas a la deriva.
Mientras esperaban a ser rescatados… sobrevivieron en un reino del terror.
Lo que parecía una isla paradisíaca se convirtió en el mismísimo infierno.
Con su propio satanás carismático.
La peripecia comienza en el año 1628, en la cima de la Edad de Oro holandesa.
La Compañía Holandesa de las Indias orientales, la Voc, era rica y poderosa.
Contaban con un nuevo buque insignia: el Batavia.
Una fortaleza flotante del comercio.
Su viaje inaugural comenzó desde Ámsterdam hacia la isla de Java.
A bordo, custodiaban un tesoro, digno de un imperio.
Doce cofres con más de 250.000 florines de plata, joyas de valor incalculable y un importante cargamento de especias.
Parecía el barco de los sueños…
Aunque por dentro era un mundo peligrosamente dividido entre varios intereses.
Francisco Pelsaert estaba al mando, oficialmente.
No era marinero y sufría una enfermedad que le debilitaba.
Así que en la práctica, el verdadero capitán era Ariaen Jacobsz.
Un marino duro, arrogante…y que despreciaba las suaves maneras de Pelsaert.
La tensión entre ambos era un barril de pólvora, a punto de explotar.
Tan sólo hacía falta que alguien encendiera la mecha.
Y justo entonces, apareció Jeronimus Cornelisz.
Un boticario de Haarlem.
Un hombre carismático, inteligente, seductor pero… siniestro.
En su hogar, seguían las ideas de un pintor hereje.
Un predicador que aseguraba que Dios y el diablo eran lo mismo.
Que todas las leyes son invenciones humanas y que la verdadera voluntad está más allá del bien y del mal.
Jeronimus estaba arruinado, era un fracasado y…un psicópata.
A bordo de este sueño, intentaba huir de su vida pasada.
Durante los siete largos meses de travesía entabló una alianza con Jacobsz.
Planearon un motín.
El plan consistió en apoderarse del barco, asesinar al débil Pelsaert, arrojar a sus partidarios por la borda, y robar el cargamento.
Como unos auténticos piratas.
No fue cosa de dos, sino que ya lo habían hablado con un pequeño grupo de marineros que les seguirían la corriente.
El Batavia no era el barco de los sueños con un rico cargamento sino…una bomba de relojería.
Hasta que el mar intervino y apagó el incendio antes de lo previsto.
La noche del 4 de junio de 1629, en plena oscuridad, el Batavia chocó contra un arrecife de coral imprevisto en su camino.
Estaban a 40 millas de la costa de Australia occidental.
El casco del barco se abrió en canal.
La inundación ahogó a decenas de marinos que dormían plácidamente en sus camas.
Nunca despertarían.
Al salir el sol, los 280 supervivientes, escaparon hacia unas pequeñas islas, sin agua.
Estaban atrapados, aislados.
La tierra firme se hallaba a una distancia imposible.
El comandante Pelsaert tomó una decisión arriesgada.
Desesperado, se montó en la única chalupa que quedaba, junto con el capitán Jacobsz y otros 40 marinos.
Partieron en busca de ayuda.
Emprendieron un agotador viaje, de más de 2.000 millas, hacia Java.
Prometieron volver con víveres.
Atrás, dejaron a más de 200 hombres en aquellas islas perdidas.
Pero el peligro no fue el naufragio, ni la falta de agua o de alimento sino…que Jeronimus Cornelisz… estuviese al mando.
Su motín había fracasado por el accidente, pero ahora tramaba otros oscuros planes.
En cuanto vio que Pelsaert se alejaba por el horizonte, empezó su nueva maniobra.
Lo primero que hizo este psicópata y sus sublevados fue apoderarse de toda la comida, el agua y las armas rescatadas del cargamento hundido.
A partir de entonces, ellos decidirían quiénes vivirían y quienes…morirían.
Antes, tenían que deshacerse de los soldados, los únicos hombres que les podrían plantar cara.
Les engañaron.
Acabaron convenciéndoles de que cogieran una barca y buscaran agua en una isla mayor cercana.
Aunque sabían que sería su sentencia final.
Cornelisz estaba seguro de que nunca regresarían con agua.
Con los soldados lejos, dio comienzo la pesadilla de Halloween.
Cornelisz y su grupo de asesinos, unos 40 hombres, empezaron a matar al resto de supervivientes.
No lo hicieron por racionar los recursos.
Lo hicieron por poder y por…placer.
Fueron a por los más enfermos y débiles.
Les ahogaron en el agua o les degollaban mientras descansaban.
La isla paradisíaca se convirtió en un matadero.
Separaron a los hombres de las mujeres.
Y buscaron a los que se habían escondido.
El sádico Cornelisz se guardó para sí a Lucretia Jans.
Estaba al mando y podía elegir a la que quisiera.
Sus marineros de confianza se quedaron con las mejores ropas.
Los que no seguían sus normas eran ejecutados públicamente, de escarmiento.
En dos meses segaron la vida de 125 hombres, mujeres y niños.
El mar azul del paraíso de tiñó de rojo.
El diablo deambulaba por la isla vestido de mercader holandés.
Caminando por la arena.
Hasta que Jeronimus Cornelisz cometió un error de cálculo.
Los soldados que se habían marchado, regresaron con agua y algo de comida.
Uno de los supervivientes había huido a nado hasta la isla de los soldados.
Y les había contado lo de aquella terrible masacre.
Pronto estallaría una guerra entre la isla de los soldados y la del diablo.
Esta vez, la situación era más tensa que la de un simple botín a bordo.
Solo hacía falta que uno de los dos bandos prendiera la mecha para que el conflicto estallase.
De nuevo, la mano de Dios o la del destino detuvo el enfrentamiento.
Y no, no fue un choque contra un arrecife.
Pelsaert regresaba con su barco.
No tenía ni idea de que la isla de los supervivientes era un verdadero infierno.
De pronto, unos hombres de la isla de los soldados y otros de la parte de Cornelisz saltaron al mar.
Nadaron en una frenética carrera hacia la embarcación de Pelsaert.
Por suerte, los soldados llegaron primero y le relataron al capitán los horrores de aquel holocausto.
Los refuerzos de Pelsaert junto con los soldados, superaban en número, a sus sanguinarios traidores.
Cornelisz no admitió la verdad y se hizo la pobre víctima.
No le creyeron y el diablo fue enviado de vuelta al infierno.
Era hora de impartir justicia.
Juzgaron a Jeronimus Cornelisz y a sus principales secuaces.
Les cortaron las manos y…uno a uno…les ahorcaron.
Luego abandonaron sus cuerpos…colgados…prisioneros eternos del infierno que ellos mismos habían creado.
Aquella crónica del espanto llegó a la población de Holanda.
Una nación tan próspera, creyente, pacífica…no podían creer que existiera aquel infierno en la tierra.
El naufragio del Batavia fue más que un desastre marítimo.
Fue la prueba de lo que es la verdadera naturaleza humana ante la catástrofe.
En este día de Halloween, no olvidéis que…
Todo lo que construimos…la sociedad, las normas morales, la religión, la ética…
Es un barco de madera a merced de un oscuro océano.
Los peores monstruos no son los de las leyendas.
Ni Neptuno, ni las sirenas o el Kraken…
No…el demonio no surge del mar…
El diablo camina entre nosotros…
Haciéndose pasar por un marino más, por un hombre común…
Esperando su momento…su oportunidad…
Y el día más inesperado…brota de entre los restos del naufragio.
Con una sonrisa maléfica en la cara…
Aunque ese día, no sea Halloween.
Esta es nuestra historia para Halloween, un naufragio sangriento.
Imagina naufragar, quedar varado…perdido en el paraíso.
Sobrevives al mar.
Sobrevives al hambre…y a los elementos.
Pero lo peor todavía no ha pasado…
El mayor peligro no fue la lucha contra los elementos sino uno de los jefes.
Así comienza esta pesadilla.
En 1629 un barco cargado de riquezas chocó contra un arrecife dejando a cientos de almas a la deriva.
Mientras esperaban a ser rescatados… sobrevivieron en un reino del terror.
Lo que parecía una isla paradisíaca se convirtió en el mismísimo infierno.
Con su propio satanás carismático.
La peripecia comienza en el año 1628, en la cima de la Edad de Oro holandesa.
La Compañía Holandesa de las Indias orientales, la Voc, era rica y poderosa.
Contaban con un nuevo buque insignia: el Batavia.
Una fortaleza flotante del comercio.
Su viaje inaugural comenzó desde Ámsterdam hacia la isla de Java.
A bordo, custodiaban un tesoro, digno de un imperio.
Doce cofres con más de 250.000 florines de plata, joyas de valor incalculable y un importante cargamento de especias.
Parecía el barco de los sueños…
Aunque por dentro era un mundo peligrosamente dividido entre varios intereses.
Francisco Pelsaert estaba al mando, oficialmente.
No era marinero y sufría una enfermedad que le debilitaba.
Así que en la práctica, el verdadero capitán era Ariaen Jacobsz.
Un marino duro, arrogante…y que despreciaba las suaves maneras de Pelsaert.
La tensión entre ambos era un barril de pólvora, a punto de explotar.
Tan sólo hacía falta que alguien encendiera la mecha.
Y justo entonces, apareció Jeronimus Cornelisz.
Un boticario de Haarlem.
Un hombre carismático, inteligente, seductor pero… siniestro.
En su hogar, seguían las ideas de un pintor hereje.
Un predicador que aseguraba que Dios y el diablo eran lo mismo.
Que todas las leyes son invenciones humanas y que la verdadera voluntad está más allá del bien y del mal.
Jeronimus estaba arruinado, era un fracasado y…un psicópata.
A bordo de este sueño, intentaba huir de su vida pasada.
Durante los siete largos meses de travesía entabló una alianza con Jacobsz.
Planearon un motín.
El plan consistió en apoderarse del barco, asesinar al débil Pelsaert, arrojar a sus partidarios por la borda, y robar el cargamento.
Como unos auténticos piratas.
No fue cosa de dos, sino que ya lo habían hablado con un pequeño grupo de marineros que les seguirían la corriente.
El Batavia no era el barco de los sueños con un rico cargamento sino…una bomba de relojería.
Hasta que el mar intervino y apagó el incendio antes de lo previsto.
La noche del 4 de junio de 1629, en plena oscuridad, el Batavia chocó contra un arrecife de coral imprevisto en su camino.
Estaban a 40 millas de la costa de Australia occidental.
El casco del barco se abrió en canal.
La inundación ahogó a decenas de marinos que dormían plácidamente en sus camas.
Nunca despertarían.
Al salir el sol, los 280 supervivientes, escaparon hacia unas pequeñas islas, sin agua.
Estaban atrapados, aislados.
La tierra firme se hallaba a una distancia imposible.
El comandante Pelsaert tomó una decisión arriesgada.
Desesperado, se montó en la única chalupa que quedaba, junto con el capitán Jacobsz y otros 40 marinos.
Partieron en busca de ayuda.
Emprendieron un agotador viaje, de más de 2.000 millas, hacia Java.
Prometieron volver con víveres.
Atrás, dejaron a más de 200 hombres en aquellas islas perdidas.
Pero el peligro no fue el naufragio, ni la falta de agua o de alimento sino…que Jeronimus Cornelisz… estuviese al mando.
Su motín había fracasado por el accidente, pero ahora tramaba otros oscuros planes.
En cuanto vio que Pelsaert se alejaba por el horizonte, empezó su nueva maniobra.
Lo primero que hizo este psicópata y sus sublevados fue apoderarse de toda la comida, el agua y las armas rescatadas del cargamento hundido.
A partir de entonces, ellos decidirían quiénes vivirían y quienes…morirían.
Antes, tenían que deshacerse de los soldados, los únicos hombres que les podrían plantar cara.
Les engañaron.
Acabaron convenciéndoles de que cogieran una barca y buscaran agua en una isla mayor cercana.
Aunque sabían que sería su sentencia final.
Cornelisz estaba seguro de que nunca regresarían con agua.
Con los soldados lejos, dio comienzo la pesadilla de Halloween.
Cornelisz y su grupo de asesinos, unos 40 hombres, empezaron a matar al resto de supervivientes.
No lo hicieron por racionar los recursos.
Lo hicieron por poder y por…placer.
Fueron a por los más enfermos y débiles.
Les ahogaron en el agua o les degollaban mientras descansaban.
La isla paradisíaca se convirtió en un matadero.
Separaron a los hombres de las mujeres.
Y buscaron a los que se habían escondido.
El sádico Cornelisz se guardó para sí a Lucretia Jans.
Estaba al mando y podía elegir a la que quisiera.
Sus marineros de confianza se quedaron con las mejores ropas.
Los que no seguían sus normas eran ejecutados públicamente, de escarmiento.
En dos meses segaron la vida de 125 hombres, mujeres y niños.
El mar azul del paraíso de tiñó de rojo.
El diablo deambulaba por la isla vestido de mercader holandés.
Caminando por la arena.
Hasta que Jeronimus Cornelisz cometió un error de cálculo.
Los soldados que se habían marchado, regresaron con agua y algo de comida.
Uno de los supervivientes había huido a nado hasta la isla de los soldados.
Y les había contado lo de aquella terrible masacre.
Pronto estallaría una guerra entre la isla de los soldados y la del diablo.
Esta vez, la situación era más tensa que la de un simple botín a bordo.
Solo hacía falta que uno de los dos bandos prendiera la mecha para que el conflicto estallase.
De nuevo, la mano de Dios o la del destino detuvo el enfrentamiento.
Y no, no fue un choque contra un arrecife.
Pelsaert regresaba con su barco.
No tenía ni idea de que la isla de los supervivientes era un verdadero infierno.
De pronto, unos hombres de la isla de los soldados y otros de la parte de Cornelisz saltaron al mar.
Nadaron en una frenética carrera hacia la embarcación de Pelsaert.
Por suerte, los soldados llegaron primero y le relataron al capitán los horrores de aquel holocausto.
Los refuerzos de Pelsaert junto con los soldados, superaban en número, a sus sanguinarios traidores.
Cornelisz no admitió la verdad y se hizo la pobre víctima.
No le creyeron y el diablo fue enviado de vuelta al infierno.
Era hora de impartir justicia.
Juzgaron a Jeronimus Cornelisz y a sus principales secuaces.
Les cortaron las manos y…uno a uno…les ahorcaron.
Luego abandonaron sus cuerpos…colgados…prisioneros eternos del infierno que ellos mismos habían creado.
Aquella crónica del espanto llegó a la población de Holanda.
Una nación tan próspera, creyente, pacífica…no podían creer que existiera aquel infierno en la tierra.
El naufragio del Batavia fue más que un desastre marítimo.
Fue la prueba de lo que es la verdadera naturaleza humana ante la catástrofe.
En este día de Halloween, no olvidéis que…
Todo lo que construimos…la sociedad, las normas morales, la religión, la ética…
Es un barco de madera a merced de un oscuro océano.
Los peores monstruos no son los de las leyendas.
Ni Neptuno, ni las sirenas o el Kraken…
No…el demonio no surge del mar…
El diablo camina entre nosotros…
Haciéndose pasar por un marino más, por un hombre común…
Esperando su momento…su oportunidad…
Y el día más inesperado…brota de entre los restos del naufragio.
Con una sonrisa maléfica en la cara…
Aunque ese día, no sea Halloween.
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24/10/2025
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