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Síntesis del Episodio
Los Gabinetes secretos y privados de los museos: Arte reservado
Hasta no hace mucho tiempo, muchos museos solían contar con alguna sala privada.
Sólo accesible para determinadas personas.
En este vídeo miraremos por la mirilla del tiempo para descubrir los misterios de estos gabinetes secretos.
Uno de los más relevantes fue el del Museo Prado.
A pesar de que los reyes de España predicaban una moral represiva, fueron aficionados a la pintura erótica.
Auténticas colecciones reales sólo disponibles en salas reservadas.
Esculturas, cuadros de desnudos…
Todo, en exclusiva, para los ojos del rey y los nobles.
Durante siglos la pintura religiosa fue uno de los temas dominantes en España.
El pintor que deseara reproducir carnes debía limitarse a los San Sebastianes o al trasero de los angelitos alados.
Mientras tanto, en la trastienda, Carlos V y su hijo Felipe II encargaban la reproducción de desnudos femeninos para sus camerinos privados.
Que saciaran sus bajos y reales instintos.
Se sabe, por ejemplo, que el camerino de Felipe cuarto, era el llamado Cuarto Bajo de Verano.
Y estaba situado en la zona norte del Alcázar madrileño.
Donde ‘su majestad se retiraba, después de comer’.
Los desnudos encargados a Tiziano se denominaron: poesías.
Tal y como llamaban entonces a las fábulas mitológicas: Dánae, Venus y Adonis.
Tiziano era un gran profesional y tuvo en cuenta los caprichos y las apetencias de sus reales clientes.
En una de sus cartas, el propio autor se expresaba así, para la presentación de un nuevo lienzo de Venus y Adonis, fechado en el 1554.
He variado la Dánae que le envié a su majestad.
En esta nueva ‘poesía’ se la mostraré de otro lado para hacer que su cámara sea más atractiva.
O sea, que se la mostrará de espaldas, para que disfrute de sus glúteos.
Ya vemos que Felipe cuarto fue un gran erotómano y que dedicó sus siestas a la contemplación de los desnudos de Tiziano.
Incluso, comisionó a Velázquez para que le cazase cuadros en Italia de esta temática.
Como el Adán y Eva de Durero.
Posteriormente, Carlos tercero sintió la tentación de quemar los lienzos eróticos de la colección real.
Al final, su ministro Esquilache le aconsejó enviarlos a la Academia de Bellas Artes de San Fernando.
Cuando terminaron el Museo del Prado, más de 70 lienzos con desnudos, se confinaron en una sala reservada del nuevo museo entre 1827 y 1838.
Las personas ‘portadoras de un billete especial’ podrían contemplarlos.
Hoy, estos lienzos voluptuosos están repartidos entre las distintas salas, clasificados según los autores, la época o el estilo.
Otro caso sonado y escandaloso es el de nuestro famoso Godoy.
Las malas lenguas sostienen que el cuadro de ‘la maja desnuda’ era el retrato de Pepita Tudó, su amante.
Godoy guardaba ese retrato íntimo en su gabinete privado, ya que era un hombre casado.
Como sabemos, hay dos versiones de esta pintura: la maja desnuda y la vestida, ambos de Goya.
En su gabinete privado había instalado un ingenioso sistema de poleas.
Godoy los iba alternando a voluntad, hoy me apetece verla así y mañana más tapada.
Ese sistema de poleas lo podía manejar a voluntad y…con una ‘sola mano’.
Otra famosa colección ‘privada’ es la del Gabinete Secreto del Museo de Nápoles.
Si seguimos mirando por la mirilla, descubriremos que custodiaba un buen número de obras romanas.
La mayoría, procedentes de las excavaciones de las antiguas ciudades de Pompeya y Herculano.
Precisamente, fue el propio Carlos III, siendo monarca de Nápoles, quien inició las excavaciones de las urbes sepultadas por el Vesubio.
Y sacó a la luz lo que los romanos veían en su vida cotidiana, antes de la llegada del cristianismo.
Es decir, bastantes representaciones eróticas.
De esas, a las que hoy hasta consideraríamos como ‘pornográficas’.
Sin embargo, tenemos que seguir mirando con los ojos y la mentalidad de aquella época.
Por ejemplo: Los penes tenían un sentido apotropaico.
Vamos, que servían más como un amuleto que como un órgano sexual.
Incluso, abundaban los amuletos con forma de miembro viril.
Sin olvidarnos de las abundantes esculturas, frescos o mosaicos con escenas de cortejo entre ninfas y sátiros.
¡Qué bien se lo montaban estos romanos!
Una anécdota curiosa nos cuenta que el futuro rey de Nápoles, Francisco I, visitó, acompañado de su mujer y de su hija, el museo donde exhibían los objetos rescatados de éstas excavaciones.
Allá por el 1819.
Y quedaron tan escandalizados por aquellas libertinas representaciones, que el monarca mandó recluirlas en un gabinete secreto.
Al que sólo pudieran acceder: Personas de edad madura y moral reconocida.
En síntesis, que hacía falta un permiso especial para disfrutar del vicio resurgido de las cenizas del Vesubio.
Este gabinete privado de la perversión ha sufrido diversos avatares a lo largo de su historia.
En 1850 lo cerraron hasta que Garibaldi lo volvió a abrir.
Mussolini le echó el cerrojo de nuevo, aunque hoy está abierto al público.
En el presente, no pueden visitarlo los menores de 14 años a no ser que vayan acompañados.
Ahora me asomaré por la mirilla de la puerta que custodia los secretos del Museo Británico.
La reina Victoria de Inglaterra impuso un estricto código de comportamiento social durante su largo reinado.
Así que todos los cuadros, artefactos, obras de arte y las esculturas ‘indecentes’ fueron encerradas en una sala llamada ‘Secretum’.
A la que me asomaré a continuación.
Allí fue a parar la estatua de la diosa Tara por la preocupante exageración de sus senos y caderas.
Cosas propias de la imaginación de su tiempo.
En 1865 la oculta sala ‘Secretum’ custodió todos estos objetos y obras ‘censuradas’.
Hoy en día, han recuperado su libertad y podemos admirarlos en las distintas salas del museo.
Bueno, en realidad…todos no…
Todavía existe el armario número 55.
Donde se sigue guardando aquellos objetos considerados como ‘prohibidos’.
Pero yo, que soy una mirona profesional del arte, volveré a echar un vistazo a la mirilla de este armario.
Veo que guardan buena parte del legado del médico y banquero George Witt.
Que consiste en una colección de casi 500 objetos fálicos.
Pero no seáis mal pensados, mentes calenturientas.
En aquella época, estos objetos eran los símbolos religiosos más tempranos de la humanidad.
No sólo los museos poseen estas salas privadas y gabinetes exclusivos.
Mi pérfida mirada también se pasea por las grandes bibliotecas nacionales en donde hay secciones de ‘consulta limitada’.
Os daré alguna pista.
En la Biblioteca Británica en la ‘Private Case’ hay libros y colecciones de estampas ‘restringidas’.
Según los comentarios de los especialistas, su contemplación sonrojaría hasta al más salido de los pervertidos.
Hasta a la prostituta más veterana.
No todo el vicio se guarda en Inglaterra o en España.
En la Biblioteca Nacional de París nos encontramos con la sección titulada ‘Enfer’- infierno.
Entre sus libros, hallamos ejemplares como: El espía libertino o el calendario del placer de 1882.
Por no mencionar los panfletos con las listas de los nombres, direcciones y fechorías de algunos ‘hombres de bien’ sorprendidos con ‘mujeres de la calle’.
Especificando sus talentos, habilidades y la calle en donde vivían.
Así se las gastaban.
Por su parte, la biblioteca nacional española compite con una copia del Papiro Koller.
Un pariente del papiro erótico-satírico de Turín.
Una especie de Kamasutra del país del Nilo.
Y así, podemos seguir clavando la mirada en varias bibliotecas más del mundo.
En la más grande de todas, la del Congreso de los Estados Unidos, hay un apartado de ‘consulta limitada’ señalado con la letra griega ‘delta’.
En conclusión, que primero miraron estas obras con curiosidad, luego con culpa y al final con naturalidad.
Ni el fuego de los censores ni la moral de los reyes pudieron ocultar lo que el arte quiso mostrar.
Como mirona profesional del arte os digo que…el verdadero escándalo nunca estuvo en las pinturas…sino en los ojos que las miraban.
Hasta no hace mucho tiempo, muchos museos solían contar con alguna sala privada.
Sólo accesible para determinadas personas.
En este vídeo miraremos por la mirilla del tiempo para descubrir los misterios de estos gabinetes secretos.
Uno de los más relevantes fue el del Museo Prado.
A pesar de que los reyes de España predicaban una moral represiva, fueron aficionados a la pintura erótica.
Auténticas colecciones reales sólo disponibles en salas reservadas.
Esculturas, cuadros de desnudos…
Todo, en exclusiva, para los ojos del rey y los nobles.
Durante siglos la pintura religiosa fue uno de los temas dominantes en España.
El pintor que deseara reproducir carnes debía limitarse a los San Sebastianes o al trasero de los angelitos alados.
Mientras tanto, en la trastienda, Carlos V y su hijo Felipe II encargaban la reproducción de desnudos femeninos para sus camerinos privados.
Que saciaran sus bajos y reales instintos.
Se sabe, por ejemplo, que el camerino de Felipe cuarto, era el llamado Cuarto Bajo de Verano.
Y estaba situado en la zona norte del Alcázar madrileño.
Donde ‘su majestad se retiraba, después de comer’.
Los desnudos encargados a Tiziano se denominaron: poesías.
Tal y como llamaban entonces a las fábulas mitológicas: Dánae, Venus y Adonis.
Tiziano era un gran profesional y tuvo en cuenta los caprichos y las apetencias de sus reales clientes.
En una de sus cartas, el propio autor se expresaba así, para la presentación de un nuevo lienzo de Venus y Adonis, fechado en el 1554.
He variado la Dánae que le envié a su majestad.
En esta nueva ‘poesía’ se la mostraré de otro lado para hacer que su cámara sea más atractiva.
O sea, que se la mostrará de espaldas, para que disfrute de sus glúteos.
Ya vemos que Felipe cuarto fue un gran erotómano y que dedicó sus siestas a la contemplación de los desnudos de Tiziano.
Incluso, comisionó a Velázquez para que le cazase cuadros en Italia de esta temática.
Como el Adán y Eva de Durero.
Posteriormente, Carlos tercero sintió la tentación de quemar los lienzos eróticos de la colección real.
Al final, su ministro Esquilache le aconsejó enviarlos a la Academia de Bellas Artes de San Fernando.
Cuando terminaron el Museo del Prado, más de 70 lienzos con desnudos, se confinaron en una sala reservada del nuevo museo entre 1827 y 1838.
Las personas ‘portadoras de un billete especial’ podrían contemplarlos.
Hoy, estos lienzos voluptuosos están repartidos entre las distintas salas, clasificados según los autores, la época o el estilo.
Otro caso sonado y escandaloso es el de nuestro famoso Godoy.
Las malas lenguas sostienen que el cuadro de ‘la maja desnuda’ era el retrato de Pepita Tudó, su amante.
Godoy guardaba ese retrato íntimo en su gabinete privado, ya que era un hombre casado.
Como sabemos, hay dos versiones de esta pintura: la maja desnuda y la vestida, ambos de Goya.
En su gabinete privado había instalado un ingenioso sistema de poleas.
Godoy los iba alternando a voluntad, hoy me apetece verla así y mañana más tapada.
Ese sistema de poleas lo podía manejar a voluntad y…con una ‘sola mano’.
Otra famosa colección ‘privada’ es la del Gabinete Secreto del Museo de Nápoles.
Si seguimos mirando por la mirilla, descubriremos que custodiaba un buen número de obras romanas.
La mayoría, procedentes de las excavaciones de las antiguas ciudades de Pompeya y Herculano.
Precisamente, fue el propio Carlos III, siendo monarca de Nápoles, quien inició las excavaciones de las urbes sepultadas por el Vesubio.
Y sacó a la luz lo que los romanos veían en su vida cotidiana, antes de la llegada del cristianismo.
Es decir, bastantes representaciones eróticas.
De esas, a las que hoy hasta consideraríamos como ‘pornográficas’.
Sin embargo, tenemos que seguir mirando con los ojos y la mentalidad de aquella época.
Por ejemplo: Los penes tenían un sentido apotropaico.
Vamos, que servían más como un amuleto que como un órgano sexual.
Incluso, abundaban los amuletos con forma de miembro viril.
Sin olvidarnos de las abundantes esculturas, frescos o mosaicos con escenas de cortejo entre ninfas y sátiros.
¡Qué bien se lo montaban estos romanos!
Una anécdota curiosa nos cuenta que el futuro rey de Nápoles, Francisco I, visitó, acompañado de su mujer y de su hija, el museo donde exhibían los objetos rescatados de éstas excavaciones.
Allá por el 1819.
Y quedaron tan escandalizados por aquellas libertinas representaciones, que el monarca mandó recluirlas en un gabinete secreto.
Al que sólo pudieran acceder: Personas de edad madura y moral reconocida.
En síntesis, que hacía falta un permiso especial para disfrutar del vicio resurgido de las cenizas del Vesubio.
Este gabinete privado de la perversión ha sufrido diversos avatares a lo largo de su historia.
En 1850 lo cerraron hasta que Garibaldi lo volvió a abrir.
Mussolini le echó el cerrojo de nuevo, aunque hoy está abierto al público.
En el presente, no pueden visitarlo los menores de 14 años a no ser que vayan acompañados.
Ahora me asomaré por la mirilla de la puerta que custodia los secretos del Museo Británico.
La reina Victoria de Inglaterra impuso un estricto código de comportamiento social durante su largo reinado.
Así que todos los cuadros, artefactos, obras de arte y las esculturas ‘indecentes’ fueron encerradas en una sala llamada ‘Secretum’.
A la que me asomaré a continuación.
Allí fue a parar la estatua de la diosa Tara por la preocupante exageración de sus senos y caderas.
Cosas propias de la imaginación de su tiempo.
En 1865 la oculta sala ‘Secretum’ custodió todos estos objetos y obras ‘censuradas’.
Hoy en día, han recuperado su libertad y podemos admirarlos en las distintas salas del museo.
Bueno, en realidad…todos no…
Todavía existe el armario número 55.
Donde se sigue guardando aquellos objetos considerados como ‘prohibidos’.
Pero yo, que soy una mirona profesional del arte, volveré a echar un vistazo a la mirilla de este armario.
Veo que guardan buena parte del legado del médico y banquero George Witt.
Que consiste en una colección de casi 500 objetos fálicos.
Pero no seáis mal pensados, mentes calenturientas.
En aquella época, estos objetos eran los símbolos religiosos más tempranos de la humanidad.
No sólo los museos poseen estas salas privadas y gabinetes exclusivos.
Mi pérfida mirada también se pasea por las grandes bibliotecas nacionales en donde hay secciones de ‘consulta limitada’.
Os daré alguna pista.
En la Biblioteca Británica en la ‘Private Case’ hay libros y colecciones de estampas ‘restringidas’.
Según los comentarios de los especialistas, su contemplación sonrojaría hasta al más salido de los pervertidos.
Hasta a la prostituta más veterana.
No todo el vicio se guarda en Inglaterra o en España.
En la Biblioteca Nacional de París nos encontramos con la sección titulada ‘Enfer’- infierno.
Entre sus libros, hallamos ejemplares como: El espía libertino o el calendario del placer de 1882.
Por no mencionar los panfletos con las listas de los nombres, direcciones y fechorías de algunos ‘hombres de bien’ sorprendidos con ‘mujeres de la calle’.
Especificando sus talentos, habilidades y la calle en donde vivían.
Así se las gastaban.
Por su parte, la biblioteca nacional española compite con una copia del Papiro Koller.
Un pariente del papiro erótico-satírico de Turín.
Una especie de Kamasutra del país del Nilo.
Y así, podemos seguir clavando la mirada en varias bibliotecas más del mundo.
En la más grande de todas, la del Congreso de los Estados Unidos, hay un apartado de ‘consulta limitada’ señalado con la letra griega ‘delta’.
En conclusión, que primero miraron estas obras con curiosidad, luego con culpa y al final con naturalidad.
Ni el fuego de los censores ni la moral de los reyes pudieron ocultar lo que el arte quiso mostrar.
Como mirona profesional del arte os digo que…el verdadero escándalo nunca estuvo en las pinturas…sino en los ojos que las miraban.
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24/10/2025
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