Capítulo 8-Las Abuelas de Plaza de Mayo parte 3

20/07/2023 13 min
Capítulo 8-Las Abuelas de Plaza de Mayo parte 3

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Síntesis del Episodio


Pasaron los años y cómo ya conté antes, después de la muerte mi mamá en el 2013 y de escuchar que uno de sus últimos deseos era que encontrase mi verdad, siempre pensando que era hija de desaparecidos, finalmente tomé el coraje para hablarle a mi papá. Era importante informarle lo que iba a hacer, por las consecuencias que le iba a traer. Para mi gran sorpresa, su respuesta fue positiva. Yo había esperado trece años para tener esta conversación. Me había preparado de todas las formas posibles, esperando cualquier tipo de reacción suya menos esta. Se vé que lo había pensado. Tan sorprendente fue su reacción que yo, que hablo hasta por los codos, me quedé muda. 
Era febrero del 2015, me estaba ya por volver a Suecia, pero como desde la Conadi me habían escrito unos meses antes preguntándome si sentía que estaba lista a dejar el ADN, decidí pasar a visitarlos para hacer unas preguntas antes de volverme a Suecia y dejarlo ahí. Quería volver a Suecia, a mi casa, a mis amig@s, a mi psicóloga, a mi trabajo, a mi lugar en el mundo sana y salva de todo, para poder procesarlo mejor.Las preguntas que tenía eran triviales para el resto del mundo, pero importantes para mí. 
Por ejemplo, si encontrasen una familia en su banco genético, cuánto tiempo tardaría hasta que se cambiase mi apellido? Y se cambia automáticamente mi pasaporte argentino? Y mi DNI? Y que pasaría con mi pasaporte alemán? Y mi permiso de residencia en Suecia? Y mi cuenta de banco? Y mis tarjetas? Y cuánto tardaría todo el proceso?Si iba a perder el control de mi identidad, quería saber al menos a nivel práctico que implicaría. Al fin y al cabo, por dentro llevo una gran parte que es alemana, la que necesita estructura y predictibilidad.Fui a la Conadi con mi amigo Adri, quién me había acompañado la primera vez que me acerqué a Abuelas porque él me insistió, yo en realidad iba a ir sola. Gracias a Dios por esos amigos sabios que la acompañan a una en la vida. Llegamos y nos llevaron a la oficina de la persona, quien estaba a cargo de mi caso. Todo comenzó bien. Él tenía mi expediente abierto sobre su escritorio. No recuerdo cómo comenzó la charla, pero sí que le dije que venía a hacerle unas últimas preguntas. Le dije que iba a dejar el ADN en Suecia, y me dijo que porque no lo dejaba en ese mismo momento. Yo con tranquilidad le traté de explicar porque, pero mis respuestas parecían irritarlo. Yo no entendía que estaba pasando, pero como estaba tan acostumbrada a dar explicaciones en mi vida, con paciencia y sin alterarme, traté de ser clara y mantener la calma. Cuando se lleva tanto trauma por dentro, en un mundo que no parece entender mucho al respecto, una de las soluciones es explicar lo necesario para que la gente que me rodea, a falta de entendimiento, al menos me deje tranquila y yo poder continuar en paz con mis procesos internos.Así que ahí sentadita esa tarde calurosa en la oficina de la Conadi, viendo la irritación de esta persona, tranquila, traté de explicarle porque no iba a dejar el ADN ahí y en ese momento. Pero todo lo que decía parecía irritarlo  más. Hasta el punto que me empezó a amenazar. Y como yo no daba brazo a torcer y no me alteraba con lo que me decía, finalmente concluyó nuestra charla cerrando mi expediente y diciendo: “Si no dejas el ADN ahora, no te puedo garantizar que no te obliguemos a dejarlo” a lo que yo le contesté: “Lo que ustedes decidan o no, yo no lo puedo controlar. Hagan lo que tengan que hacer, que yo voy a hacer lo mismo, que es informarme”. 
Porque ese es mi deber como persona adulta. Informarme, tomar mi responsabilidad, juntar fuerza, y hacer lo que puedo con mis limitaciones de humana. 
La situación era tan irreal, que parecía una película. Él, sentado del otro lado del escritorio reclinado en su silla con mi expediente cerrado delante suyo, como en esas escenas donde se interroga a un preso, o criminal, o sospechoso o inclusive a un supuesto terrorista capturado por las autoridades, a punto de ser arrojado al calabozo. Y yo, tratando de demostrar que vine en son de paz, y que no quería problemas. Tratando de mostrar mi inocencia. 
Esta escena estaba tan fuera de lugar, ocurriendo en el último sitio donde se esperaría que ocurriese.La charla duró casi una hora. Salimos de ahi con mi amigo, también horrorizado, lo más rápido posible del edificio. Juré nunca jamás volver a acercarme a Abuelas o a la Conadi, Pensé: “me vuelvo a Suecia y que me vayan a buscar”. 
Por supuesto cuando le conté lo que pasó a mis conocidos nadie me creyó.  Sobre todo en Argentina. Y entiendo por que. Después de todo lo que sufrieron las madres cuyos hijos desaparecieron en la última dictadura militar argentina, después de tener que pelear por cada milímetro de justicia, de incansablemente buscar la verdad con la esperanza de recuperar a sus nietos, es imposible concebir que puedan errar de alguna manera. 
Todos hacemos eso. Ponemos a la gente en pedestales, necesitamos héroes inmaculados. Héroes perfectos, casi con características divinas, porque algo tiene que ser bendito en este mundo. Sobre todo en Argentina. Alguien o algo tiene que poder estar más allá de la realidad corrupta e injusta. Alguien nos tiene que salvar. Pero en el acto de elevar a otros por encima de todo, nos olvidamos que todos somos meros humanos, nadando en la corriente social que nos rodea, errando y aprendiendo todo el tiempo. No somos infalibles, nadie lo es. Todos hacemos lo que podemos con lo que nos fue dado, en la época en la que nos tocó vivir. Creer que un ente como Abuelas de Plaza de Mayo es perfecto e infalible es una locura. Han hecho grandes cosas. En su tenaz búsqueda de la verdad y justicia, han logrado cosas increíbles. Y a ellas les debemos tanto, pero no son de origen divino. Son gente como todos, aprendiendo, errando, tratando.
Como conté anteriormente, cancillería me contactó en agosto del 2015. El juez me dijo que dejara el ADN porque mi caso se judicializó. Yo entremedio viajé a Argentina porque era el cumple 75 de mi papá y quería asistir a la fiesta de cumpleaños. Ya emprendiendo el viaje de vuelta, en migraciones al ver mi pasaporte se lo llevaron sin darme una explicación y me lo devolvieron al rato, también sin darme una explicación y casi me pierdo el avión de vuelta a Suecia. Inclusive en el 2016, cuando ya había dejado el ADN al llegar a Argentina, me retuvieron en un cuarto de migraciones, hasta que pudieron contactar al juez de mi causa. En el mismo cuarto retenían a otro individuo. Si, asi es, me retuvieron en un cuarto, como a un criminal. A la hora, cuando finalmente pudieron hablar con el juez, me dejaron ir. 
Fue muy difícil no sentirse como un objeto todos estos años. Objeto portador de evidencia. Un objeto que  robaron en un estado de vulnerabilidad total, un objeto que vendieron a una familia, un objeto que tenía que sólo sentir gratitud por crecer en esa familia. Objeto que tenía que entregar su identidad en nombre de la justicia de un país, para poder encontrar la otra identidad que tanto le hacía falta.
La noticia de que no habían encontrado un familiar en el banco genético de Abuelas no me la dieron personalmente. Me mandaron un mail el miércoles antes de Pascuas. No me dijeron si si o si no, simplemente que había llegado el resultado. Tuve que esperar hasta el lunes para que me lo dieran. Se pueden imaginar la angustia de esos cuatro días? 
Cuando el lunes llamé al juez su secretario me contestó: “Ah, que, no te lo mandé? El resultado es negativo” Y me explicó que básicamente dejarían de buscar. Yo le pedí que por favor retiren mi nombre de migraciones, que no tenía ganas de que me retuvieran otra vez al salir del país, y él sorprendido que lo habían hecho, me explicó que lo que deberían haber hecho en vez, era simplemente avisarle al juez cada vez que yo entraba o salía del país, nada más. Me pidió disculpas por eso, y me aseguró que no habría más problemas. 

Así se terminó el capítulo de Abuelas de Plaza de Mayo. Con un detalle más, lo cuál me parece muy importante mencionar. En el 2016 viajé a Paris con Simon para encontrarme con el pianista y nieto recuperado, Ignacio Montoya Carlotto. Estaba de gira por Europa y Claudio Carlotto, su tía, lo acompañaba. Fue un encuentro increíble, que me llenó de inspiración. Ignacio es una persona inteligentísima, sensible, talentosa, y con un hermoso sentido del humor. Y Claudia, quién me contó que en tiempos de exilio fue a parar a Suecia y lo odió, se mostró cálida y comprensiva. Me dijo que había escuchado lo que pasó con la persona en la Conadi y a cámara me pidió disculpas. Me dijo que él ya no trabajaba en Abuelas y que el encuentro que tuve con él nunca debería haber sucedido. Que lo sentía muchísimo.Así es como se hacen las cosas. Todos erramos. Sólo somos humanos tratando de superarnos. Nada más. Los pedestales nunca sirvieron para nada. 
En cambio asumir errores, concientizarse y mejorar si. Esa es nuestra verdadera salvación. 
O mejor dicho, la única salvación.


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