Capítulo 19-¿Nunca te acercaste a los contactos de tu adopción? (La importancia de la memoria)

16/02/2025 21 min
Capítulo 19-¿Nunca te acercaste a los contactos de tu adopción? (La importancia de la memoria)

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Síntesis del Episodio


Acercarme directamente a la fuente de información sobre mi adopción ilegal hubiese sido probablemente lo más lógico y sensato en toda esta búsqueda. Al fin y al cabo yo sabía quienes eran, o al menos quién era la persona que le informó a mi mamá de mi existencia. De hecho, uno de mis mejores amigos en Suecia, argentino, hijo de exiliados de la dictadura militar, me dio la idea, pero yo nunca me animé hasta mayo del 2018. Y voy a pasar a explicar porqué. Mi mamá y mi papá, tal como lo conté antes, se oponían a mi búsqueda. El hecho de que yo fuera a preguntarle a quién era su amiga, si sabía algo más sobre mi adopción los llenaba de terror y vergüenza. “No se te ocurra molestarla!” me decían. Yo, la verdad, sentía lo mismo. Aunque suene ridículo, aunque yo tuviera derecho a mi historia, el hecho de tener que ir a tocarle la puerta a alguien y preguntar que sabían sobre mi historia, me aterraba. Sobre todo porque todos, absolutamente todos, a partir del 2003 asumíamos que yo era hija de desaparecidos. Eso quería decir que mi búsqueda implicaría que esta persona de alguna forma estaba involucrada en un crimen de lesahumanidad. Y ya sé, un crimen es un crimen y los culpables son culpables y punto, pero para mí no era tan fácil. Será mi síndrome de Estocolmo constante, mi codependencia, mi negación, mi miedo al rechazo, a que la gente se enoje conmigo, mi miedo al conflicto, mi vergüenza, mi mala autoestima o una combinación de todo eso, que no podía encontrar la fuerza dentro mío de tomar el paso y hacerlo. Hasta que el resultado de ADN de Abuelas de Plaza de Mayo dio negativo, y ese camino se cerró. Si yo soy hija de desaparecidos, nunca lo vamos a poder comprobar. Después de que Simon y mi pareja de ese momento me convencieron de seguir la búsqueda a pesar de que había sido negativo el resultado de Abuelas, la búsqueda tenía que tomar un nuevo camino. Por un lado era acercarse a la oficina de Derechos Humanos y Mercedes Yañez, y por otro lado era ir a la fuente, a los testigos que realmente sabían qué había pasado ese agosto del 1977, cuando mi familia me fue a buscar a lo de el doctor Bartucca. Me tomó mucho, pero mucho coraje primero contactar a la hija de la señora que por una cuestión de anonimidad la voy a llamar Marta. La hija de Marta había sido compañera de colegio de mi hermano, y siempre que me la encontré había sido tan amable conmigo. Le escribí preguntando si le parecía bien que la contactase a su mamá y le preguntase sobre mi adopción. Me dijo que sí y me pasó el contacto de su mamá. Así que ese mayo del 2018, en uno de los viajes que hicimos para continuar mi búsqueda, junté todo el coraje que tenía y fui a visitar a Marta y a su marido en su departamento en Palermo, Buenos Aires. Yo estaba aterrada, sin saber qué era lo que me esperaría. Después de tanto tiempo, tanta expectativa, de haber vivido con una narrativa de cómo todo fue al comienzo de mi vida, que verdad surgiría?Me recibieron por supuesto con toda la calidez y amabilidad del mundo. Hacía tanto que no me veían! Al fin y al cabo, esta pareja siempre me tuvo en mente. Nuestros destinos se cruzaron de la forma más extraña, generando un lazo innegable. Primero hablamos de cómo llevo la vida en Suecia, de cómo me manejo con el frío y la oscuridad, si sobrevivo haciendo música, si me casé y tengo hijos…bueno, lo usual. Sentí realmente que me habían estado esperando. Después de un rato de tomar el café y comer sándwiches de miga, esos que tanto me gustan, y tanto extraño desde que me mudé a Estocolmo,  Marta le dijo al esposo que íbamos a ir al living ella y yo a hablar. Él no estaba incluido en la conversación. “Interesante” pensé, porque todos esos años anteriores, yo estaba segura de que era el esposo, quién vi vestido de uniforme en la boda de su hija, ese hecho que inició todo esto, quién era el protagonista principal de esta historia. Pero aparentemente, no era así. Al menos no era el protagonista de la historia que Marta durante tantos años protegió en su memoria, esperando que algún día yo fuese a tocarle la puerta. Ella, más que nadie, muchísimo más que mi propia familia, me dejó en claro lo importante de la verdad y la memoria. Será por eso que la guardó con tanto cuidado?Esta es la historia que me contó ese día que la fui a visitar:En agosto del 1977, el hermano de Marta quién en ese entonces era transportista de camiones, se encontraba manejando su ruta que iba de Buenos Aires a Ushuaia (un tramo de poco más de 3000 kilómetros) cuando recibe la noticia de que su esposa embarazada de seis meses se encuentra internada en el hospital. El hermano de Marta, a quién elijo llamar Ralf para preservar su anonimato, se toma el primer vuelo a Buenos Aires para estar junto a su esposa, a quién le hacen cesárea de urgencia. Pero lamentablemente el bebé no sobrevive. Resulta que ella había tenido dolores intensos durante tres días, debido a un intestino perforado, lo cuál los médicos no detectaron. El bebé en ese tiempo llegó a intoxicarse y no lo sobrevivió. La familia, como era de esperarse quedó destrozada, y en eso, la tía de Marta, quién era la cuñada de su mamá y madrina de Ralf, se comunica con él, diciendo que hay una beba en adopción, y dado que él recién había perdido una, si no quería ir a buscarla. Ralf, quién recién había perdido a su hija y cuya mujer ahora se encontraba en terapia intensiva, con un intestino gangrenado y luchando por su vida; como cualquier persona normal, reacciona espantado y de forma negativa a tal propuesta. Marta a su vez, tratando de ayudar a su hermano y cuñada, quién conocía a mi mamá y a mi papá no sólo del kindergarten donde iba mi hermano y su hija, sino también porque su hermano Ralf jugaba al handball en el mismo club alemán con mi papá y mi tío, fue a la casa de ellos a pedirles si alguno podría donar sangre a su cuñada que se encontraba en terapia intensiva. Ahí le cuenta toda la historia a mi mamá, inclusive la parte de la tía Anita que propuso ir a adoptar a esa nena ya que la otra había muerto, y la reacción de su hermano Ralf. El mismo día o al día siguiente, Marta recibe un llamado de mi mamá quien muestra interés por esa nena que está siendo dada en adopción, o sea yo.Mi mamá le cuenta que estaba ya anotada en la cola de adopción  esperando a que le den una nena, y que ya habían pasado 3 años y todavía nada, así que le pidió el contacto del médico que tenía esta beba que estaba esperando ser adoptada. Marta le da el número de teléfono y no piensa más en el asunto, hasta que el día siguiente pasa por la casa de mis padres y para su gran sorpresa, me encuentra a mí, bien envuelta como un paquete. Ahí le cuenta mi mamá, que me habían ido a buscar la noche anterior, con mi papá y mi hermano. Aparentemente hablaron por la noche con el médico y a eso de la medianoche fueron en auto a buscarme a la dirección del médico, que era una clínica privada. Volvieron lo más rápido posible a casa, sabiendo que estaban haciendo algo ilegal, y conscientes de que habían violado el toque de queda del momento. Mi mamá cuenta estar muerta de miedo de que alguien los siguiese y les quitaran a la beba. Al día siguiente me llevó al pediatra, y aparte me tenía que ir a comprar ropa. Todo había pasado tan rápido que no estaban preparados para mi llegada. Marta no sabía nada más que eso. Me había esperado durante 41 años para contarme todo lo que se acordaba. Inclusive me preguntó varias veces si mi mamá y papá no me habían contado cómo fue todo, y cuando le respondí que ninguno me quería contar nada, se espantó, horrorizada de tanta crueldad. “ Y cómo vas a cerrar esa herida si no sabes tu verdad?” , exclamó con dolor. Marta entendió todo. Guardó un pedacito de mi historia y me esperó, consciente o inconscientemente sabiendo que algún día yo le preguntaría y ella podría cumplir con su parte, la de pasar la información a su destinatario. Que la verdad no desaparezca, que yo pudiera sanar.Algo que era tan claro para ella, pero que mi familia me negó todo el tiempo. Una pregunta que surge de vez en cuando, cuando con la mejor intención, gente que creció sabiendo su origen biológico me cuestiona: ¿Porque necesito saber? ¿Si ya soy quién soy? Qué importa lo que pasó en el momento de mi nacimiento? ¿Qué importa las razones por las cuales mi familia biológica no me pudo criar? ¿Qué tiene que ver conmigo las razones por las cuales mi madre biológica me entregó a extraños? Lo importante es el aquí y ahora, el amor que me rodea, la vida que creé. Voy a tratar de explicarlo, a ver si puedo ponerle un poco más de claridad al asunto.Seguramente alguna vez en la vida, han estado enamorados. Sintieron el corazón abierto, ensanchado, frágil, vulnerable y entregado. Y era imposible no amar. Esa persona se convirtió en el centro del universo. Así cómo sucede en las canciones de amor. Sintieron un hogar en esa persona, se sintieron a salvo, vistos, cómo si esa persona confirmase nuestra existencia.Pero un día, de la nada, en medio de esa vulnerabilidad, la persona que tiene nuestro corazoncito en sus manos, de repente, nos rechaza. Dice, o actúa de una forma en la que demuestra que ese amor no es recíproco. Nos deja. Se va, desaparece, sin realmente explicar nada.Es entonces, que muy posiblemente, nuestra mente, tratando de entender que fue lo que pasó, para prevenir que vuelva a pasar otra vez, que se nos vuelva a abandonar o rechazar, para evitar la sensación de engaño, o la falta de control e impotencia, tal vez inclusive la vergüenza de haberse creído amada, empieza a crear teorías o historias sobre lo que sucedió o la razón por la cuál sucedió. Algo que explique el comportamiento del otro, algo que prediga ese comportamiento en otro en el futuro.Ahora traduzcamos  esa historia de enamoramiento que tanto nos lastimó a un hecho tan fuerte como es el que aquellos que supuestamente deberían de habernos cuidado y protegido y amado más que nadie en el mundo, en vez nos entregaron a extraños. Y nunca sabemos porqué, ni que fue lo que realmente pasó.La mente empieza a crear una narrativa con la información que tiene para entender. Una narrativa que al mismo tiempo se convierte en nuestra identidad. “Esto me sucedió a mí, porque yo soy de esta forma. Me abandonaron, me vendieron, me maltrataron, porque no tengo valor". O sea: "Yo no tengo valor, por eso se me abandona, se me maltrata”. La realidad deja de existir fuera de nosotros y es sólamente una historia que nos contamos internamente, que recreamos. Una realidad que nos confirma lo que creemos, que nos lastima, que nos abandona. Y en esa realidad, en esa burbuja en la que vivimos, hacemos lo que podemos, sin poder liberarnos de ese  primer mensaje. Nos defendemos de ese dolor, de una herida que sangra constantemente y así desarrollamos variados e inteligentes mecanismos de supervivencia. Abandonar antes que nos abandonen, no dejar que nadie se nos acerque demasiado, para que nadie vea esa verdad de la que estamos huyendo, encontrar gente que nos ame un poquito, pero que no nos de la seguridad que necesitamos para poder realmente relajarnos y confiar, porque ya aprendimos que relajarse, es ser vulnerable y eso, no se va a volver a repetir.El hecho de que se nos entregó por razones ajenas a nosotros, no tiene lugar en ningún rincón de esta narrativa. La mente nos dice: “¿Cómo es posible entregar a tu propia hija? ¿Cómo es posible maltratar a una niña? Algo malo tuvo que haber hecho. Esa niña tiene que ser producto de algo horrible, tan horrible que la madre la entrega y nunca más quiere saber de ella, tanto, que la quiere olvidar”.Pero la verdad de la realidad, es mucho más profunda y compleja que eso. Y es por eso que es tan necesaria. Es verdad que en la mayoría de los casos, las madres no podían quedarse con sus hijos y por eso los entregaron, pero en esas historias únicas, hay mucho más que tiene que ver con el contexto, con la realidad en la que vivían, con injusticias sociales, inclusive con la situación política del momento. Lo que buscamos, cuando buscamos el relato tan complejo de cómo todo sucedió, es redención. Es entender por qué. Es comprender, que esto no fue personal, aunque nos haya pasado a nosotros, aunque afectó totalmente el curso de nuestras vidas, no se trataba de nada que hubiésemos hecho. Esto no fue nuestra culpa. No lo causamos, no lo controlamos, ni lo pudimos cambiar. Triste como todo fue, la época que nos tocó vivir, la realidad y el contexto en el que llegamos al mundo, nada de eso se trataba de nosotros. Buscamos entender, y liberarnos finalmente de un peso que no nos corresponde. Y después si, llorar, o gritar o de alguna forma canalizar ese dolor, porque lo que dolió, dolió. Esa niñita, ese niñito, cómo todos los niños del mundo, sólo quería ser amado y no podía entender que hizo para merecerse ese trato. Una vez liberados, podemos empezar realmente a sanar, dejar ir, inclusive perdonar, pero todo a su debido  tiempo. 
Así que, gracias Marta por tu valentía, por tu humanidad, por tu paciencia y tu cuidado hacia mi alma. Gracias por al menos preservar un pedacito de mi historia. Siempre digo que los héroes más lindos, son aquellos que lo son sin saberlo. Marta, vos uno de ellos.