Capítulo 18-¿Cómo le cayó todo esto a tu pareja?

21/09/2024 20 min
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Síntesis del Episodio


Las relaciones amorosas son un reflejo del modelo de apego con el que nos relacionamos. Y cómo comenté antes, este modelo se basa en la forma en la que nuestros padres, o aquellos que nos criaron nos mostraron o enseñaron a relacionarnos con ellos. Por eso, antes que nada, es importante poner en contexto mi relato. También importante es recordar que esta es mi experiencia y no la verdad absoluta. Y a pesar de que he compartido historias con otras personas adoptadas, encontrando muchos puntos en común en su relato con el mío, reitero, este es sólo el mío. Mi relato, mi historia..
Este me resulta un tema sensible y se me hace difícil saber por dónde empezar. Tal vez puedo comenzar por la misma pregunta: ¿Cómo le cayó todo esto a mi pareja?  Esta pregunta, generalmente me la hacen las parejas de gente adoptada. Preocupados por saber de qué forma podrían ayudar, o de qué forma podrían contribuir a que la persona que aman sane una herida tan profunda, muestran enorme interés por saber cómo lo manejó la mía en su momento.¿Pudo acaso soportar mi doloroso proceso de búsqueda? ¿Estuvo ahí para apoyarme en todo? ¿Y qué pasó con el amor y el romance en medio de una tarea tan profunda de sanación?
Voy a hacer el intento de ser lo más justa y parcial posible, por respeto a todo el apoyo y amor que recibí en su momento que sinceramente, no fue poco.
Quién fue mi pareja de muchos años, y quién me acompañó en la mayor parte de esta búsqueda es a quién en capítulos anteriores he llamado Juan. La relación se terminó a principios del 2019 de forma muy abrupta y traumática, pero durante los primeros 10 años de esos 13 que estuvimos juntos, fue la relación más linda y saludable que tuve en mi vida. Juan fue quién insistió desde un principio que tenía que buscar mis raíces. Él veía  ese vacío dentro mío y tal vez porque inconscientemente pensaba, tal como lo hacen muchas parejas de gente adoptada, que de yo encontrar mi origen biológico, mis heridas sanarían y yo le podría dar todo el amor que él estaba necesitando, me apoyaba para que yo tomase los pasos necesarios en mi búsqueda.  Él fue quién siempre dijo que no importaba si yo era hija de desaparecidos o no, que había ocurrido una tragedia al comienzo de mi vida independientemente de quiénes fueran mis progenitores. Cosa que a mi me tomó mucho tiempo entender, dado que en mi imaginario, mi mamá me entregó y se deshizo de mi porque era yo una inconveniencia en su vida, pero de haber sido hija de desaparecidos, el mensaje que la realidad me transmitía era exactamente el contrario.Para Juan era claro que una madre en la mayoría de los casos, no quiere dejar ir a su bebé, que tienen que ser circunstancias muy complicadas para que eso suceda.Él realmente se involucró en la búsqueda, viajó conmigo a Argentina, me acompañó a la embajada argentina en Estocolmo a dejar el ADN, estuvo a mi lado cuando recibí el resultado. Aprendió a acariciarme la cabeza cuando tenía ataques de pánico y compró una máquina de hacer smoothies cuando por la ansiedad que me generó la búsqueda, dejé de poder tragar comida sólida y sólo podía ingerir líquidos. 
Juan era mi mejor amigo. Era de esas parejas que ayudan en todo lo que pueden. Desde la logística de comprar los pasajes a Argentina, hasta aguantarse los comentarios dañinos de mi familia y defenderme cuando veía que yo ya ni reaccionaba. En lo que va del documental él, Simon y yo éramos un equipo. Cada uno tenía su rol. Entre los tres íbamos avanzando lento pero seguro. Pero cómo todo en la vida, las cosas tienen que tomar el curso que tienen que tomar y la ruptura de esta relación fue inevitable.Tal vez  porque me conoció a los 20 y era hora de buscar otros horizontes, o tal vez porque la búsqueda era como una nube negra que lo teñía todo y terminó consumiendo el amor que tenía por mi. Me acuerdo que en octubre del 2015, después de que me habían llamado de la embajada argentina en Suecia para que dejase el ADN, noté que su amor por mi fue desapareciendo lentamente. Yo me desesperaba, pero lo entendía. Dentro mío una voz me decía: “¿Y quién querría estar con alguien como yo? ¿Con este bagage, con tanto trauma, con este constante cansancio?”. Por supuesto que yo intentaba compensar a su vez yendo a  todas las terapias posibles, para delegar la necesidad de apoyo y consuelo en mis grupos de autoayuda, y que no todo recayese en él. Trataba de tener una actitud positiva, de darle espacio a él para que mi búsqueda no tomase todo el espacio en nuestra relación, y más que nada, nunca realmente contarle todo lo que me estaba pasando por dentro para no abrumarlo. Mi prioridad número uno, era protegerlo lo más que pudiese de lo que me estaba pasando por dentro, para que él no se cansase y me dejase. Si, ya sé, suena muy tóxico y autodestructivo, pero no olviden lo que ya conté. La codependencia de los adoptados hacia nuestras parejas es yo diría nuestra marca registrada. Las separaciones no son lo nuestro. Y que nos dejen aún menos.
Muchas veces, el comentario que recibía de las personas que sabían de mi búsqueda podía ser algo así como: “Que suerte que tenés a Juan!” Lo cuál hacía que yo me desesperase aún más. Ese “que suerte que tenés” me indicaba que yo no lo merecía. Que las horas de esta relación estaban contadas. Casi como un: “Que suerte que te soporta! Yo no lo haría!”. Como si Juan me estuviera haciendo un favor, o un servicio al quedarse a mi lado.Yo siempre le dije que la búsqueda también le pesaba a él, que debía buscar ayuda, ir a terapia, tener algún lugar donde hablar y buscar apoyo. Lo hizo durante un tiempo, pero nada tan serio, ni profundo. ¿Y cómo no le pesaría mi búsqueda? Ver mi dolor y ansiedad? Es importante recordar que somos seres humanos, que es normal sentir el uno con el otro, y que no tiene siquiera que tratarse de un gran amor para sentir empatía. Aunque en este caso sí lo fue, un gran, gran amor. Esto si que lo puedo decir con certeza: A quién nos acompaña en la búsqueda, también le está sucediendo esa búsqueda. Aunque estén de copilotos, van transitándolo a nuestro lado.
Mirando para  atrás, lo que más me dolió de cómo terminó todo no fue tanto el hecho de que él y una de mis mejores amigas y confidentes terminaran juntos y de que pasasen 6 meses antes de que alguno de lo dos me lo dijera, a pesar de que yo ya había terminado la relación. Sino que consciente o inconscientemente entre los dos trataron de culparme y convencerme de que el hecho de que no me lo dijeran era porque no pensaban que lo pudiera manejar. Que yo y mi búsqueda, y mis dolores, y mi pasado eran la razón por la cúal eligieron no decirme nada hasta mucho más tarde. Según su punto de vista, yo estaba enferma y ellos me hicieron el favor de mentirme. Y tal vez esto no hubiese sido tan destructivo, si no hubiese sido por el hecho de que yo les creí. Yo era el problema, yo era la que cargaba a la gente. Una verdad que realmente resonaba conmigo desde el comienzo de mi vida. Los fantasmas que me dejó mi historia estaban siendo confirmados por las dos personas que más me conocían. Mis miedos más profundos se presentaron de forma perfecta ante mi. O sea, se juntaron el hambre y las ganas de comer, la tormenta perfecta. Es imposible separar los patrones relacionales de nuestra infancia, de cómo nos relacionamos ya siendo adultos. Con esa misma identidad, esa que me dice que soy una carga para otros, de la cual me estoy tratando de alejar desde hace tanto tiempo, entré a mi próxima relación.Y por supuesto el resultado fue muy parecido. Con él traté de esconderlo todo, y siempre se quejaba de que no le compartía nada. Pero apenas le compartía algo le parecía tan abrumante todo que se desesperaba. Después usaba lo que le había dicho en mi contra para culparme de los problemas que teníamos. Y yo le creía, porque estaba nuevamente confirmándome una verdad mía que ya habitaba en mí desde hacía tanto tiempo. 
Las relaciones amorosas son el reflejo de la imagen que proyecta nuestro espejo interior. Nos vemos a nosotros mismos con los ojos de nuestro niño interior, que se cuenta una historia todos los días sobre que es lo que merece recibir. Se suele decir que el amor verdadero nace de dejarse ver tal cuál  uno es y ser aceptada en las  fortalezas y debilidades. Tener el coraje de mostrarse vulnerable al otro y dejar ver los defectos y virtudes. Que el amor verdadero viene de amarse a una misma primero. Que una tiene que estar entera, y después dejar entrar al otro. Que hay que estar sana, haber integrado cada parte y perdonado cada oscuridad, para poder amar y dejarse amar. Lo cual tiene sentido. ¿Seré entonces un caso perdido? Y las relaciones amorosas no son lo mío?
Volviendo entonces a la pregunta original: “¿Cómo afectó esto a mi relación? Tal vez la pregunta más acertada es, de que forma esto me afectó a mi. En la vida muchas veces transité por lugares de dolor y pérdida. Después de la pérdida de mi relación con Juan en particular, por la culpa que me quedó, decidí callarme, aislarme y no contar mucho con nadie. No esperar de mi pareja eso de lo que todos hablan que hay que esperar de una pareja. Aprendí a huir y no estar presente emocionalmente, en lo posible, nunca más confiar o tener que depender de alguien. Tal como lo diría mi psicóloga, gracias a cómo terminó esta relación, se terminó de confirmar lo que yo siempre creí de mi misma, que soy una molestia.Si desde chica aprendí a proteger a mi familia de mi dolor, porque nunca lo pudieron manejar, porque los adultos que me rodeaban tenían la madurez de pequeños infantes, si entendí desde hace tanto tiempo que la mejor forma de evitar que me dejen es vivir una doble vida, donde en las relaciones cercanas lo único que muestro es un dolor organizado y manejable, minimizando el desastre, si se confirmó tantas veces que cuando quemen las papas, voy a estar solita con un matafuegos, mi mejor solución fue la soledad y el silencio, también conocidos como disociación.
Como ya dije antes, mi historia es sólo mía, y porque esta sea la forma en la que me he relacionado con mis parejas, no quiere decir que todos los adoptados nos relacionamos de esa manera. O que esta sea la forma en que me relacione para siempre. Todo cambia, inclusive mi trauma.
Cada tanto, me encuentro explicándole a amigos y amigas que están en pareja con una persona adoptada, que es ese vacío y dolor que ven en sus ojos. Porque a veces nos mostramos tan necesitados de cumplidos, somos extremadamente leales, no dejamos ir, nos sentimos eternamente solas y solos, y nos cuesta horrores poner límites. O tal vez, porque huimos de las relaciones, no podemos comprometernos y evitamos a la gente y a la verdadera intimidad. Un día inclusive me encontré a mi misma diciéndole a un amigo cuyo corazón fue roto por su entonces novia adoptada, y que en esa ruptura se comportó de forma muy extraña, algo como “¿No te digo? A los adoptados hay que evitarnos!”
¿Estamos irremediablemente heridos, y por lo tanto deberíamos ser evitados?Este tipo de pensamiento puede ser una gran trampa: creer que a menos que estemos perfectamente sanados, no somos dignos de amor. El amor no siempre espera la perfección. Florece en la imperfección, en las partes desordenadas de nosotros que aún están sanando. Tal vez una esté luchando con la idea de que se es "demasiado" o "no suficiente", pero eso no significa que no merezcamos amor. Todos merecemos amor, incluso mientras estamos en el proceso de sanación.
Asi que no. No hay que evitarnos. Pero por ahi es bueno tratar de entender, que ciertas cosas nos cuestan más que a otros. Y que llevar una herida tan grande, como cualquier otra herida humana, demanda un poco de paciencia. Y sobre todo, que la terapia ayuda. Ese vacío, nadie lo puede curar, más que nosotros mismos. No nos pueden salvar, pero sí nos pueden abrazar y estar a nuestro lado, aunque nunca entiendan que es lo que realmente nos está pasando. Y claro está, el trauma de la adopción no es una excusa para justificar ningún tipo de maltrato, sino una explicación para que entiendan de donde vienen las cosas.
Yo por mi parte seguiré intentando encontrar un camino nuevo y dejar de avergonzarme por mis heridas y debilidades. Conocerme, reconocerme, estudiarme y aceptarme.Me niego a rendirme ante el mensaje interno que me trata de convencer que no nací para ser amada. Que eso existe para otra gente. Un día por vez, un mensaje mucho más hermoso va a ir ganando terreno en mi.Y al fin y al cabo, lo que no me mata me fortalece…..aunque me cueste interminables horas de terapia.


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