Escuchar "Van Gogh caminando entre sus cuadros. La voz del color X PILAR FOLGADO & PAT PASTOR"
Síntesis del Episodio
Van Gogh caminando entre sus cuadros. La voz del color
Son el alma de Van Gogh y estoy caminando entre mis cuadros.
En la realidad distorsionada de mi mente de pintor.
Camino entre mis sueños convertidos en el único lenguaje que la vida me permitió.
El viento del sur, el implacable Mistral, me golpea el rostro.
Y las espigas del campo de trigo se mecen a su son.
Es un ejército de oro sometido a la furia de un Dios invisible.
Las espigas se inclinan ante su majestad.
Me muevo entre los elementos: la tierra, el aire, el fuego…
Por el intenso amarillo que empleo para captar la luz en mis obras.
El color es la única verdad que no miente.
El azul de Prusia es la desesperación de un invierno.
Y el rojo de cadmio es el pulso de la herida artística.
Miro hacia el horizonte.
Una frontera donde el cielo, cargado con plomo, amenaza con devorarme.
Sigo caminando en estos paisajes.
Mi única huida es hacia adelante.
A lo lejos me espera la Casa Amarilla en Arlés.
Un sueño fugaz de fraternidad.
El arte es mi refugio y su luz me cura el alma.
A veces, la intensidad de esa luz me quema.
Cada trazo es una sílaba de fuego en mi garganta que no pude pronunciar.
Y mis pensamientos acaban hechos en relieve.
Los famosos girasoles me observan.
Soy su creador.
La explosión del verano, una luz vegetal.
Y yo ardo en cada uno de mis cuadros.
Para que mis obras vivan eternamente.
Son mi venganza contra la locura, contra el frío interior.
En la oscuridad, las estrellas ejecutan una danza infinita en la noche estrellada.
Un movimiento cósmico que no cesa.
Yo siento un caos divino y furioso.
Pinto el cielo como quien busca un sentido.
Y me confieso ante la grandeza del universo.
Luego me adentro en el café de noche.
Un lugar en donde puedes arruinarte, volverte loco y hasta cometer un crimen.
Mesas vacías y el espeso rumor de la soledad.
Aquí el tiempo se disuelve y me hundo en mi propia condena.
Vuestro amado ‘Vincent’ se pierde entre la espiral de la noche, en el amarillo eléctrico del trigo o el rojo gastado del café.
Y en medio de esta tormenta de color, lo comprendo todo.
No pinto lo que veo.
Pinto lo que siento.
La propia y brutal vida.
Hermosa, imperfecta…
Al final, después de la locura y el dolor, sólo queda ‘el color’.
Una llama que no se apaga.
Es hora de salir.
Recordad que vuestro estimado Vincent Van Gogh seguirá vivo ‘en el color’.
Es el arco iris que sale después de mi tormenta interior.
Son el alma de Van Gogh y estoy caminando entre mis cuadros.
En la realidad distorsionada de mi mente de pintor.
Camino entre mis sueños convertidos en el único lenguaje que la vida me permitió.
El viento del sur, el implacable Mistral, me golpea el rostro.
Y las espigas del campo de trigo se mecen a su son.
Es un ejército de oro sometido a la furia de un Dios invisible.
Las espigas se inclinan ante su majestad.
Me muevo entre los elementos: la tierra, el aire, el fuego…
Por el intenso amarillo que empleo para captar la luz en mis obras.
El color es la única verdad que no miente.
El azul de Prusia es la desesperación de un invierno.
Y el rojo de cadmio es el pulso de la herida artística.
Miro hacia el horizonte.
Una frontera donde el cielo, cargado con plomo, amenaza con devorarme.
Sigo caminando en estos paisajes.
Mi única huida es hacia adelante.
A lo lejos me espera la Casa Amarilla en Arlés.
Un sueño fugaz de fraternidad.
El arte es mi refugio y su luz me cura el alma.
A veces, la intensidad de esa luz me quema.
Cada trazo es una sílaba de fuego en mi garganta que no pude pronunciar.
Y mis pensamientos acaban hechos en relieve.
Los famosos girasoles me observan.
Soy su creador.
La explosión del verano, una luz vegetal.
Y yo ardo en cada uno de mis cuadros.
Para que mis obras vivan eternamente.
Son mi venganza contra la locura, contra el frío interior.
En la oscuridad, las estrellas ejecutan una danza infinita en la noche estrellada.
Un movimiento cósmico que no cesa.
Yo siento un caos divino y furioso.
Pinto el cielo como quien busca un sentido.
Y me confieso ante la grandeza del universo.
Luego me adentro en el café de noche.
Un lugar en donde puedes arruinarte, volverte loco y hasta cometer un crimen.
Mesas vacías y el espeso rumor de la soledad.
Aquí el tiempo se disuelve y me hundo en mi propia condena.
Vuestro amado ‘Vincent’ se pierde entre la espiral de la noche, en el amarillo eléctrico del trigo o el rojo gastado del café.
Y en medio de esta tormenta de color, lo comprendo todo.
No pinto lo que veo.
Pinto lo que siento.
La propia y brutal vida.
Hermosa, imperfecta…
Al final, después de la locura y el dolor, sólo queda ‘el color’.
Una llama que no se apaga.
Es hora de salir.
Recordad que vuestro estimado Vincent Van Gogh seguirá vivo ‘en el color’.
Es el arco iris que sale después de mi tormenta interior.
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