Escuchar "George Smith leyendo en voz alta la Epopeya de Gilgamesh. La revelación que transformó al mundo."
Síntesis del Episodio
George Smith leyendo en voz alta la Epopeya de Gilgamesh. La revelación que transformó al mundo.
El 3 de diciembre de 1872 el Museo Británico presentó ante el mundo un hallazgo sin precedentes.
Habían localizado parte del contenido de la mítica biblioteca del rey Asurbanipal.
Se encontraban en la ciudad asiria de Nínive, en la actual Mosul de Irak.
Con el tiempo, esta ciudad fue arrasada y el palacio y las tablillas quedaron sepultados.
Olvidados, con el pasar de los siglos.
Hasta que en el siglo 19 los británicos emprendieron expediciones arqueológicas.
Donde rescataron muchas de estas piezas olvidadas.
Por fin, en aquella presentación, frente a las principales autoridades del país, iban a revelar su contenido.
Durante más de 4.000 años permanecieron enterradas.
Entre los presentes, estaban: los periodistas, los ministros y personalidades del mundo académico y los miembros de la sociedad arqueológica bíblica.
George Smith, uno de los trabajadores, fue el encargado de anunciar el descubrimiento.
No solo eso, sino que iba a leerles partes de los textos milenarios de las tablillas.
Aquellas tablillas de Mesopotamia que ahora custodiaba el Museo británico.
Eran de arcilla y costó mucho recomponerlas.
Hacía 20 años que las habían recogido.
Al principio no les dieron valor, hasta que George Smith las limpió y comprobó que formaban parte de la biblioteca real.
Estaban escritas en lengua cuneiforme, por lo tanto eran muy antiguas.
A Smith le llamó la atención la tablilla número 11.
La que luego adquiriría fama mundial bajo el nombre de: La Epopeya de Gilgamesh.
Pasando a la historia como la primera obra de ficción escrita reconocida, que hemos hallado hasta la fecha.
El New York Times le dedicó todo un artículo, por este texto.
George Smith subió al estrado, ante su distinguida y variada audiencia.
Y comenzó la lectura de la tablilla número 11:
Fue en la ciudad de Shurupak, la que está a la orilla del Éufrates.
Ciudad antigua donde los dioses tomaron la decisión de desatar el diluvio.
La tablilla nos cuenta como un hombre ha de fabricar un barco para poder navegar y salvar a su familia.
Junto con una pareja de animales de cada especie.
Todos tienen que escapar de ese diluvio.
Al escuchar esa parte, todos los asistentes se removieron en sus asientos.
Smith continuó leyendo: Seis días y siete noches continuó el viento, el diluvio y la tempestad.
Hasta que llegó el séptimo día y la tempestad se terminó.
El mar se apaciguó, el viento se silenció y el diluvio concluyó.
De pronto, ante tales palabras, varios de los presentes comenzaron a mirarse extrañados.
Smith siguió con la lectura…
El protagonista envió a varias aves para confirmar dónde había suelo firme tras el diluvio.
Saqué y solté una paloma y ésta regresó…
Justo en ese momento, las importantes personalidades vieron la semejanza del texto con el Antiguo Testamento.
Un diluvio, un arca, una pareja de cada especie y una paloma enviada en busca de suelo firme…
Sin duda, aquel poema milenario de Gilgamesh es muy parecido a la historia del arca de Noé, la de la Biblia.
Una simple tablilla restaurada hizo tambalear el sistema de creencias religioso de todos los que le escucharon.
El mensaje estaba claro: El libro divino, la Biblia, no era una obra original dictada por Dios.
Sino que replicaba y adaptaba mitos, poemas y otras historias más antiguas.
Relatos de otras civilizaciones.
La Epopeya de Gilgamesh fue escrita en arcilla alrededor del año 1.800 antes de cristo.
Es decir, unos mil años antes de que se escribiese el Antiguo Testamento.
En el momento en el que George Smith leía el desconcertante texto, ya hacía 15 años que se había publicado ‘el origen de las especies’ de Darwin.
En aquel Londres de 1872, un mero empleado había generado una gran expectación con la lectura de unas tablillas milenarias.
Su contenido supuso toda una revelación.
La lectura pública de ‘La Epopeya de Gilgamesh’ tuvo un profundo impacto en la Inglaterra Victoriana.
Su mensaje y su onda expansiva se trasladaron al resto del globo.
Nada nuevo bajo el sol, nada de palabras de origen divino…
Todo provenía de un texto mucho más antiguo.
En conclusión, aquella sesión fue una de las lecturas en voz alta que más sensación ha causado en la historia.
Y que demuestra que el poder de una buena historia, bien contada, puede derrumbar todo un sistema de creencias muy arraigado.
George Smith no era arqueólogo ni un erudito.
Tan solo una persona común, un trabajador, con una gran historia que revelar al mundo entero, en voz alta.
No hace falta ser una persona influyente, un rey, un ministro, el presidente, las Kardashian, un famoso de la tele o de las redes sociales…
Como ves Oskartel, aquí ‘tonterías las justas’.
Para todos mis compañeros de locución y doblaje: El mensaje más poderoso surge de vuestro interior cuando creéis en las palabras que estáis leyendo.
Una voz sincera bastó para que el ‘pasado’ volviera a hablar.
El 3 de diciembre de 1872 el Museo Británico presentó ante el mundo un hallazgo sin precedentes.
Habían localizado parte del contenido de la mítica biblioteca del rey Asurbanipal.
Se encontraban en la ciudad asiria de Nínive, en la actual Mosul de Irak.
Con el tiempo, esta ciudad fue arrasada y el palacio y las tablillas quedaron sepultados.
Olvidados, con el pasar de los siglos.
Hasta que en el siglo 19 los británicos emprendieron expediciones arqueológicas.
Donde rescataron muchas de estas piezas olvidadas.
Por fin, en aquella presentación, frente a las principales autoridades del país, iban a revelar su contenido.
Durante más de 4.000 años permanecieron enterradas.
Entre los presentes, estaban: los periodistas, los ministros y personalidades del mundo académico y los miembros de la sociedad arqueológica bíblica.
George Smith, uno de los trabajadores, fue el encargado de anunciar el descubrimiento.
No solo eso, sino que iba a leerles partes de los textos milenarios de las tablillas.
Aquellas tablillas de Mesopotamia que ahora custodiaba el Museo británico.
Eran de arcilla y costó mucho recomponerlas.
Hacía 20 años que las habían recogido.
Al principio no les dieron valor, hasta que George Smith las limpió y comprobó que formaban parte de la biblioteca real.
Estaban escritas en lengua cuneiforme, por lo tanto eran muy antiguas.
A Smith le llamó la atención la tablilla número 11.
La que luego adquiriría fama mundial bajo el nombre de: La Epopeya de Gilgamesh.
Pasando a la historia como la primera obra de ficción escrita reconocida, que hemos hallado hasta la fecha.
El New York Times le dedicó todo un artículo, por este texto.
George Smith subió al estrado, ante su distinguida y variada audiencia.
Y comenzó la lectura de la tablilla número 11:
Fue en la ciudad de Shurupak, la que está a la orilla del Éufrates.
Ciudad antigua donde los dioses tomaron la decisión de desatar el diluvio.
La tablilla nos cuenta como un hombre ha de fabricar un barco para poder navegar y salvar a su familia.
Junto con una pareja de animales de cada especie.
Todos tienen que escapar de ese diluvio.
Al escuchar esa parte, todos los asistentes se removieron en sus asientos.
Smith continuó leyendo: Seis días y siete noches continuó el viento, el diluvio y la tempestad.
Hasta que llegó el séptimo día y la tempestad se terminó.
El mar se apaciguó, el viento se silenció y el diluvio concluyó.
De pronto, ante tales palabras, varios de los presentes comenzaron a mirarse extrañados.
Smith siguió con la lectura…
El protagonista envió a varias aves para confirmar dónde había suelo firme tras el diluvio.
Saqué y solté una paloma y ésta regresó…
Justo en ese momento, las importantes personalidades vieron la semejanza del texto con el Antiguo Testamento.
Un diluvio, un arca, una pareja de cada especie y una paloma enviada en busca de suelo firme…
Sin duda, aquel poema milenario de Gilgamesh es muy parecido a la historia del arca de Noé, la de la Biblia.
Una simple tablilla restaurada hizo tambalear el sistema de creencias religioso de todos los que le escucharon.
El mensaje estaba claro: El libro divino, la Biblia, no era una obra original dictada por Dios.
Sino que replicaba y adaptaba mitos, poemas y otras historias más antiguas.
Relatos de otras civilizaciones.
La Epopeya de Gilgamesh fue escrita en arcilla alrededor del año 1.800 antes de cristo.
Es decir, unos mil años antes de que se escribiese el Antiguo Testamento.
En el momento en el que George Smith leía el desconcertante texto, ya hacía 15 años que se había publicado ‘el origen de las especies’ de Darwin.
En aquel Londres de 1872, un mero empleado había generado una gran expectación con la lectura de unas tablillas milenarias.
Su contenido supuso toda una revelación.
La lectura pública de ‘La Epopeya de Gilgamesh’ tuvo un profundo impacto en la Inglaterra Victoriana.
Su mensaje y su onda expansiva se trasladaron al resto del globo.
Nada nuevo bajo el sol, nada de palabras de origen divino…
Todo provenía de un texto mucho más antiguo.
En conclusión, aquella sesión fue una de las lecturas en voz alta que más sensación ha causado en la historia.
Y que demuestra que el poder de una buena historia, bien contada, puede derrumbar todo un sistema de creencias muy arraigado.
George Smith no era arqueólogo ni un erudito.
Tan solo una persona común, un trabajador, con una gran historia que revelar al mundo entero, en voz alta.
No hace falta ser una persona influyente, un rey, un ministro, el presidente, las Kardashian, un famoso de la tele o de las redes sociales…
Como ves Oskartel, aquí ‘tonterías las justas’.
Para todos mis compañeros de locución y doblaje: El mensaje más poderoso surge de vuestro interior cuando creéis en las palabras que estáis leyendo.
Una voz sincera bastó para que el ‘pasado’ volviera a hablar.
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