Escuchar "Dan Brown y su último secreto: Las propiedades cuánticas en microtúbulos cerebrales"
Síntesis del Episodio
Dan Brown y su último secreto: Las propiedades cuánticas en microtúbulos cerebrales
Dan Brown regresa con El último secreto, un thriller que mezcla ciencia y misterio.
La historia arranca en Praga, donde Langdon acompaña a su pareja, Katherine Solomon.
Katherine es una científica noética que investiga los secretos más profundos de la conciencia.
Durante una conferencia, ocurre un asesinato y ella desaparece junto con su manuscrito.
Ese manuscrito contiene ideas que podrían cambiar lo que sabemos sobre la mente humana.
Langdon inicia entonces una carrera contrarreloj por Europa y Nueva York para descifrar el enigma.
La noética es un campo bastante alternativo y polémico.
Lo impulsa el instituto de ciencias noéticas de California, fundado en 1973 por el astronauta Edgar Mitchell.
El famoso astronauta del Apolo 14.
Allí estudian la consciencia y sus posibles efectos en la materia.
Incluidos, los fenómenos como la percepción extrasensorial, la telepatía o la intuición.
O la propia idea de que el pensamiento colectivo puede influir en la realidad física.
Por lo tanto Dan Brown mezcla todo esto con teorías controvertidas del cerebro humano.
En paralelo, la ciencia real estudia los microtúbulos del cerebro como posibles portadores de fenómenos cuánticos.
Estas investigaciones plantean que la conciencia podría no ser solo biológica, sino también cuántica.
Dan Brown se inspira en este tipo de teorías: une neurociencia moderna con códigos, símbolos y conspiraciones.
El resultado: un puente entre el laboratorio y la ficción, donde la ciencia y el misterio se entrelazan para explorar qué somos en realidad.
Los microtúbulos son estructuras internas de las neuronas que podrían tener un papel clave en la conciencia.
En los años 90, Roger Penrose y Stuart Hameroff propusieron la teoría Orch-OR, que sugiere que estos microtúbulos albergan procesos cuánticos capaces de generar momentos conscientes.
En 2014, un equipo de investigadores reportó vibraciones cuánticas en los microtúbulos, lo que dio cierto respaldo a esta hipótesis.
Unos experimentos más recientes en ratas mostraron que, al estabilizar los microtúbulos con un fármaco, los animales permanecían más tiempo conscientes bajo anestesia.
Este hallazgo apunta a que los microtúbulos podrían estar directamente implicados en los estados de conciencia.
Se ha demostrado que algunos efectos cuánticos pueden mantenerse incluso con la temperatura corporal dentro del cerebro.
Entre ellos destacan la superradiancia ultravioleta en redes de triptófano y la reemisión cuántica en microtúbulos, observada durante casi un segundo.
Además, otros estudios sugieren que la vaina de mielina que recubre los axones podría actuar como una especie de cavidad cuántica, generando pares de fotones entrelazados para mejorar la comunicación neuronal.
Otros trabajos en biología cuántica muestran que ciertos aminoácidos de la tubulina permiten mantener oscilaciones coherentes a lo largo de los microtúbulos.
Este proceso sería comparable a la fotosíntesis cuántica, donde la energía se transfiere de manera eficiente gracias a la coherencia.
Algunos modelos van más allá y plantean que los microtúbulos podrían funcionar como qubits biológicos, almacenando y procesando información cuántica.
De este modo, integrarían la física cuántica con la actividad eléctrica neuronal y la modulación de la conciencia.
Sin embargo, también se enfrentan a críticas de peso.
En 1999, el físico Max Tegmark argumentó que los tiempos de coherencia cuántica en el cerebro serían demasiado breves, de fracciones infinitesimales de segundo, para tener un efecto real.
Varios neurocientíficos subrayan que todavía no existe evidencia directa en cerebros humanos, y que los resultados obtenidos en animales o en laboratorio requieren mucha más validación.
En resumen, los datos disponibles no confirman de manera definitiva que la conciencia tenga un origen cuántico.
Pero sí existen señales prometedoras: vibraciones, reemisión cuántica y experimentos que relacionan los microtúbulos con estados de conciencia.
Hoy la investigación sigue abierta, con entusiasmo en algunos sectores y escepticismo en otros.
El futuro dirá si la conciencia es simplemente producto de la actividad neuronal clásica o si, en el corazón del cerebro, se esconde un fenómeno cuántico.
Más allá del de Da Vinci este sería el código oculto de la conciencia.
Dan Brown regresa con El último secreto, un thriller que mezcla ciencia y misterio.
La historia arranca en Praga, donde Langdon acompaña a su pareja, Katherine Solomon.
Katherine es una científica noética que investiga los secretos más profundos de la conciencia.
Durante una conferencia, ocurre un asesinato y ella desaparece junto con su manuscrito.
Ese manuscrito contiene ideas que podrían cambiar lo que sabemos sobre la mente humana.
Langdon inicia entonces una carrera contrarreloj por Europa y Nueva York para descifrar el enigma.
La noética es un campo bastante alternativo y polémico.
Lo impulsa el instituto de ciencias noéticas de California, fundado en 1973 por el astronauta Edgar Mitchell.
El famoso astronauta del Apolo 14.
Allí estudian la consciencia y sus posibles efectos en la materia.
Incluidos, los fenómenos como la percepción extrasensorial, la telepatía o la intuición.
O la propia idea de que el pensamiento colectivo puede influir en la realidad física.
Por lo tanto Dan Brown mezcla todo esto con teorías controvertidas del cerebro humano.
En paralelo, la ciencia real estudia los microtúbulos del cerebro como posibles portadores de fenómenos cuánticos.
Estas investigaciones plantean que la conciencia podría no ser solo biológica, sino también cuántica.
Dan Brown se inspira en este tipo de teorías: une neurociencia moderna con códigos, símbolos y conspiraciones.
El resultado: un puente entre el laboratorio y la ficción, donde la ciencia y el misterio se entrelazan para explorar qué somos en realidad.
Los microtúbulos son estructuras internas de las neuronas que podrían tener un papel clave en la conciencia.
En los años 90, Roger Penrose y Stuart Hameroff propusieron la teoría Orch-OR, que sugiere que estos microtúbulos albergan procesos cuánticos capaces de generar momentos conscientes.
En 2014, un equipo de investigadores reportó vibraciones cuánticas en los microtúbulos, lo que dio cierto respaldo a esta hipótesis.
Unos experimentos más recientes en ratas mostraron que, al estabilizar los microtúbulos con un fármaco, los animales permanecían más tiempo conscientes bajo anestesia.
Este hallazgo apunta a que los microtúbulos podrían estar directamente implicados en los estados de conciencia.
Se ha demostrado que algunos efectos cuánticos pueden mantenerse incluso con la temperatura corporal dentro del cerebro.
Entre ellos destacan la superradiancia ultravioleta en redes de triptófano y la reemisión cuántica en microtúbulos, observada durante casi un segundo.
Además, otros estudios sugieren que la vaina de mielina que recubre los axones podría actuar como una especie de cavidad cuántica, generando pares de fotones entrelazados para mejorar la comunicación neuronal.
Otros trabajos en biología cuántica muestran que ciertos aminoácidos de la tubulina permiten mantener oscilaciones coherentes a lo largo de los microtúbulos.
Este proceso sería comparable a la fotosíntesis cuántica, donde la energía se transfiere de manera eficiente gracias a la coherencia.
Algunos modelos van más allá y plantean que los microtúbulos podrían funcionar como qubits biológicos, almacenando y procesando información cuántica.
De este modo, integrarían la física cuántica con la actividad eléctrica neuronal y la modulación de la conciencia.
Sin embargo, también se enfrentan a críticas de peso.
En 1999, el físico Max Tegmark argumentó que los tiempos de coherencia cuántica en el cerebro serían demasiado breves, de fracciones infinitesimales de segundo, para tener un efecto real.
Varios neurocientíficos subrayan que todavía no existe evidencia directa en cerebros humanos, y que los resultados obtenidos en animales o en laboratorio requieren mucha más validación.
En resumen, los datos disponibles no confirman de manera definitiva que la conciencia tenga un origen cuántico.
Pero sí existen señales prometedoras: vibraciones, reemisión cuántica y experimentos que relacionan los microtúbulos con estados de conciencia.
Hoy la investigación sigue abierta, con entusiasmo en algunos sectores y escepticismo en otros.
El futuro dirá si la conciencia es simplemente producto de la actividad neuronal clásica o si, en el corazón del cerebro, se esconde un fenómeno cuántico.
Más allá del de Da Vinci este sería el código oculto de la conciencia.
Más episodios del podcast PODCAST DE TIM BENIYORK EN BENIDORM
Vida, obra y milagros de Cervantes
04/10/2025
Los misteriosos fragmentos de Adn de un linaje fantasma que aún conservamos en nuestros genes
02/10/2025
La guerra de los chips entre China y Estados Unidos por controlar el mercado de las gafas con IA
30/09/2025
Charles Joughin el jefe de los panaderos del Titanic que aguantó a bordo mientras se hundía.
29/09/2025
Hennig Brand el alquimista que intentó convertir el pis en oro y acabó aislando el fósforo
28/09/2025