Escuchar "PASTILLITAS PARA LA PROCRASTINACIÓN, LA OBESIDAD, PARA ESTAR EN FORMA Y PARA TODO LO DEMÁS."
Síntesis del Episodio
LA SOCIEDAD DE LOS ATAJOS QUE ARRINCONA EL VALOR DEL ESFUERZO. PASTILLITAS PARA LA PROCRASTINACIÓN, LA OBESIDAD, PARA ESTAR EN FORMA Y PARA TODO LO DEMÁS.
Te apuntaste al gimnasio siguiendo las promesas que nos hacemos en enero.
Llevas seis meses pagando la cuota mensual pero cada vez te cuesta más ir.
Encuentras mil excusas: Hace calor, tienes trabajo, estás cansado.
No te preocupes, pronto llegará una pastilla que le dirá a tu cerebro: Toca moverse.
Lo mismo ocurrirá con ese proyecto que llevas posponiendo días.
Una pastillita eliminará tu resistencia mental.
También padeces esa fobia que te paraliza en las reuniones importantes.
Pues olvida los tutoriales de Youtube, habrá un fármaco que desactive tu miedo sin afectar a tu juicio.
Por no mencionar esa sensación de agotamiento mental que te suele invadir.
Otra pastillita restaurará tu energía cognitiva, imitando el efecto de una buena siesta.
Cada vez viviremos en una sociedad que arrinconará el valor de la fuerza de voluntad y optará por atajos rápidos.
Sin esfuerzos, solo con un pinchacito o una pastillita, nos acercaremos a nuestros objetivos.
Veamos algunos ejemplos.
Unos experimentos con ratones nos revelan que cuando se eliminan unas proteínas musculares, estos corren más.
El famoso Ozempic cambió este paradigma.
Miles de personas lo usan para no tener hambre y perder peso.
Ahora, los laboratorios preparan varios Ozempics.
Pinchazos o pastillas para combatir la pereza, la procrastinación, la ansiedad o la desgana.
El botiquín está listo para sustituir a tu vocecita interior o a tu fuerza de voluntad.
Se trata de inducir químicamente una voluntad sintética.
Durante siglos, el esfuerzo personal fue imprescindible para nuestra civilización occidental.
No adelgazas porque no tienes disciplina: así que ponte a dieta y haz ejercicio.
No haces deporte porque eres un vago.
No superas tus miedos porque no vas a terapia y te falta coraje.
Ahora parece ser que lo que creíamos que era ‘el carácter’ se puede alterar si damos con la tecla exacta en ciertos circuitos neurológicos.
Bienvenidos a una futura generación postesfuerzo.
La meritocracia está perdiendo su valor.
Trabajar con dedicación ya no es suficiente para garantizar un buen puesto en la escalera social.
Y encima ven a influencers ganando dinero de su imagen.
La ciencia está mapeando dónde reside la fuerza de voluntad en nuestro cerebro para actuar sobre ella.
Ya han localizado cinco circuitos biológicos para modificarlos.
Llegados a este punto, el debate está servido.
Los detractores consideran que usar estos fármacos es hacer trampas, es doparte.
Por otro lado, los entusiastas argumentan que esta medicación nos iguala.
Ya que democratiza nuestras capacidades.
Capacidades que dependen de la lotería genética o social.
Los transhumanistas ven una liberación en esta medicación.
Incluso, lo perciben como una obligación moral para potenciar las capacidades humanas.
Como siempre, esto podría crear nuevas clases sociales basadas en el acceso a la mejora neurológica.
Como la brecha entre los que pagan entre 200 y 400 euros al mes por el Ozempic y los que no se lo pueden permitir.
Algunos sociólogos ya hablan de ‘castas neurológicas’.
Donde habría una élite optimizada con potenciadores cerebrales versus la masa de naturales.
Así que la mayoría seguiría limitada por su biología natural.
¿Seguimos siendo nosotros mismos si podemos modificar químicamente nuestra personalidad, motivación y capacidades?
Buena parte de la juventud lo ve como una cuestión pragmática.
Será como ir al gimnasio para esculpir el cuerpo y tomar nootrópicos para mejorar la mente.
Llegaría una era del diseño personal.
En vez de trabajar duro para ser mejor el mantra pasaría a ser: Diséñate a medida para ser quien realmente quieres ser.
Estos avances afectarán a todos los sectores.
En la escuela, comprobarían, como, de pronto, un alumno con unas notas medias, pero con posibilidades económicas, se transformaría en un estudiante de dieces.
Mediante un rendimiento, químicamente asistido.
Por primera vez asistiremos a los juegos mejorados en mayo de 2026 en las Vegas.
Donde los esteroides, la testosterona y el dopaje están permitidos y son celebrados.
¿Tendremos libre albedrío o seremos seres biológicos programados?
Los fármacos que nos mejorarán son solo una parte de esta innovación.
No podemos olvidar la nueva generación de implantes y dispositivos neuronales.
Meta ya puede leer las letras que piensas con un 80 por ciento de precisión usando magneto encéfalo grafía.
Por su parte, Apple ha patentado unos sensores cerebrales integrados en sus auriculares.
Neuralink ya ha implantado chips cerebrales en tres pacientes.
Y, empresas chinas, como NeuraMatrix, desarrollan interfaces aún más avanzadas.
Está claro que todos buscan conquistar nuestros cerebros, atacándolo por tierra, mar y aire.
En el 2026 llegarán los primeros moduladores de dopamina para evitar la procrastinación.
Ya en frase 3 en los ensayos clínicos.
En el 2028 comenzará la terapia génica para potenciar la memoria a largo plazo.
Con sus interfaces cerebrales, no invasivas, para modular las emociones en tiempo real.
Y en el 2030 llega el cóctel más explosivo y personalizado.
Fármacos a la carta que ajustarán tu personalidad, motivación y capacidades cognitivas.
Y todo desde una aplicación del móvil.
El mercado de interfaces cerebro-ordenador podría alcanzar los 4.500 millones de dólares en el 2029.
Una cifra mínima en comparación con el mercado de los fármacos personalizados.
Y no es una exageración, ya que tenemos el ejemplo de la empresa danesa Novo Nordisk.
La que fabrica el Ozempic.
Ahora es la más valiosa de Europa, con una capitalización de 350.000 millones de dólares.
Adelantando a la holandesa ASML, la que fabrica las máquinas de litografía para chips.
También es otro dilema para las compañías.
Algunas empresas de Silicon Valley ya ofrecen paquetes de optimización cognitiva para sus empleados.
El objetivo es que en cuatro horas sean más productivos que en ocho.
En este pack incluyen el modafinilo para mantener la concentración.
O microdosis de psilocibina, el compuesto de las setas alucinógenas, para aumentar su creatividad.
Las corporaciones tech o tecnologícas apuestan por el uso de neo estimulantes.
Sin duda, esto puede suponer un duro golpe para la industria del coaching y la autoayuda.
Aunque una pastilla, un pinchazo o unas máquinas no podrán sustituir el trabajo de un buen motivador humano.
Para algunos psiquiatras, esta medicalización es una aberración.
La tristeza se vuelve depresión.
La timidez, ansiedad social.
Y la baja motivación se convierte en un trastorno de déficit de atención.
En resumen, que las farmacéuticas y las compañías beneficiadas ya hacen cuentas.
La mejora cognitiva farmacológica aumentará el PIB per cápita en un 50 por ciento, en tan sólo una década.
Pero sólo para unos cuantos que puedan permitírselo.
Te apuntaste al gimnasio siguiendo las promesas que nos hacemos en enero.
Llevas seis meses pagando la cuota mensual pero cada vez te cuesta más ir.
Encuentras mil excusas: Hace calor, tienes trabajo, estás cansado.
No te preocupes, pronto llegará una pastilla que le dirá a tu cerebro: Toca moverse.
Lo mismo ocurrirá con ese proyecto que llevas posponiendo días.
Una pastillita eliminará tu resistencia mental.
También padeces esa fobia que te paraliza en las reuniones importantes.
Pues olvida los tutoriales de Youtube, habrá un fármaco que desactive tu miedo sin afectar a tu juicio.
Por no mencionar esa sensación de agotamiento mental que te suele invadir.
Otra pastillita restaurará tu energía cognitiva, imitando el efecto de una buena siesta.
Cada vez viviremos en una sociedad que arrinconará el valor de la fuerza de voluntad y optará por atajos rápidos.
Sin esfuerzos, solo con un pinchacito o una pastillita, nos acercaremos a nuestros objetivos.
Veamos algunos ejemplos.
Unos experimentos con ratones nos revelan que cuando se eliminan unas proteínas musculares, estos corren más.
El famoso Ozempic cambió este paradigma.
Miles de personas lo usan para no tener hambre y perder peso.
Ahora, los laboratorios preparan varios Ozempics.
Pinchazos o pastillas para combatir la pereza, la procrastinación, la ansiedad o la desgana.
El botiquín está listo para sustituir a tu vocecita interior o a tu fuerza de voluntad.
Se trata de inducir químicamente una voluntad sintética.
Durante siglos, el esfuerzo personal fue imprescindible para nuestra civilización occidental.
No adelgazas porque no tienes disciplina: así que ponte a dieta y haz ejercicio.
No haces deporte porque eres un vago.
No superas tus miedos porque no vas a terapia y te falta coraje.
Ahora parece ser que lo que creíamos que era ‘el carácter’ se puede alterar si damos con la tecla exacta en ciertos circuitos neurológicos.
Bienvenidos a una futura generación postesfuerzo.
La meritocracia está perdiendo su valor.
Trabajar con dedicación ya no es suficiente para garantizar un buen puesto en la escalera social.
Y encima ven a influencers ganando dinero de su imagen.
La ciencia está mapeando dónde reside la fuerza de voluntad en nuestro cerebro para actuar sobre ella.
Ya han localizado cinco circuitos biológicos para modificarlos.
Llegados a este punto, el debate está servido.
Los detractores consideran que usar estos fármacos es hacer trampas, es doparte.
Por otro lado, los entusiastas argumentan que esta medicación nos iguala.
Ya que democratiza nuestras capacidades.
Capacidades que dependen de la lotería genética o social.
Los transhumanistas ven una liberación en esta medicación.
Incluso, lo perciben como una obligación moral para potenciar las capacidades humanas.
Como siempre, esto podría crear nuevas clases sociales basadas en el acceso a la mejora neurológica.
Como la brecha entre los que pagan entre 200 y 400 euros al mes por el Ozempic y los que no se lo pueden permitir.
Algunos sociólogos ya hablan de ‘castas neurológicas’.
Donde habría una élite optimizada con potenciadores cerebrales versus la masa de naturales.
Así que la mayoría seguiría limitada por su biología natural.
¿Seguimos siendo nosotros mismos si podemos modificar químicamente nuestra personalidad, motivación y capacidades?
Buena parte de la juventud lo ve como una cuestión pragmática.
Será como ir al gimnasio para esculpir el cuerpo y tomar nootrópicos para mejorar la mente.
Llegaría una era del diseño personal.
En vez de trabajar duro para ser mejor el mantra pasaría a ser: Diséñate a medida para ser quien realmente quieres ser.
Estos avances afectarán a todos los sectores.
En la escuela, comprobarían, como, de pronto, un alumno con unas notas medias, pero con posibilidades económicas, se transformaría en un estudiante de dieces.
Mediante un rendimiento, químicamente asistido.
Por primera vez asistiremos a los juegos mejorados en mayo de 2026 en las Vegas.
Donde los esteroides, la testosterona y el dopaje están permitidos y son celebrados.
¿Tendremos libre albedrío o seremos seres biológicos programados?
Los fármacos que nos mejorarán son solo una parte de esta innovación.
No podemos olvidar la nueva generación de implantes y dispositivos neuronales.
Meta ya puede leer las letras que piensas con un 80 por ciento de precisión usando magneto encéfalo grafía.
Por su parte, Apple ha patentado unos sensores cerebrales integrados en sus auriculares.
Neuralink ya ha implantado chips cerebrales en tres pacientes.
Y, empresas chinas, como NeuraMatrix, desarrollan interfaces aún más avanzadas.
Está claro que todos buscan conquistar nuestros cerebros, atacándolo por tierra, mar y aire.
En el 2026 llegarán los primeros moduladores de dopamina para evitar la procrastinación.
Ya en frase 3 en los ensayos clínicos.
En el 2028 comenzará la terapia génica para potenciar la memoria a largo plazo.
Con sus interfaces cerebrales, no invasivas, para modular las emociones en tiempo real.
Y en el 2030 llega el cóctel más explosivo y personalizado.
Fármacos a la carta que ajustarán tu personalidad, motivación y capacidades cognitivas.
Y todo desde una aplicación del móvil.
El mercado de interfaces cerebro-ordenador podría alcanzar los 4.500 millones de dólares en el 2029.
Una cifra mínima en comparación con el mercado de los fármacos personalizados.
Y no es una exageración, ya que tenemos el ejemplo de la empresa danesa Novo Nordisk.
La que fabrica el Ozempic.
Ahora es la más valiosa de Europa, con una capitalización de 350.000 millones de dólares.
Adelantando a la holandesa ASML, la que fabrica las máquinas de litografía para chips.
También es otro dilema para las compañías.
Algunas empresas de Silicon Valley ya ofrecen paquetes de optimización cognitiva para sus empleados.
El objetivo es que en cuatro horas sean más productivos que en ocho.
En este pack incluyen el modafinilo para mantener la concentración.
O microdosis de psilocibina, el compuesto de las setas alucinógenas, para aumentar su creatividad.
Las corporaciones tech o tecnologícas apuestan por el uso de neo estimulantes.
Sin duda, esto puede suponer un duro golpe para la industria del coaching y la autoayuda.
Aunque una pastilla, un pinchazo o unas máquinas no podrán sustituir el trabajo de un buen motivador humano.
Para algunos psiquiatras, esta medicalización es una aberración.
La tristeza se vuelve depresión.
La timidez, ansiedad social.
Y la baja motivación se convierte en un trastorno de déficit de atención.
En resumen, que las farmacéuticas y las compañías beneficiadas ya hacen cuentas.
La mejora cognitiva farmacológica aumentará el PIB per cápita en un 50 por ciento, en tan sólo una década.
Pero sólo para unos cuantos que puedan permitírselo.
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