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Síntesis del Episodio
La antigua disciplina de lucha libre India sobre arcilla: El Kushti
Es de madrugada en Kolhapur, al sudeste de la India.
Es de noche y la ciudad aún duerme.
Ashutosh Patil, de 22 años, lleva en pie desde las cuatro de la madrugada.
Ha empezado el primer entrenamiento del día junto a sus compañeros.
Están en un pozo de tierra rojiza, apenas iluminado por una tenue bombilla.
Lo preside un pequeño altar con la imagen del dios mono hindú Hanuman.
Es el dios de la lucha en la India.
Representa la fuerza, el valor y la autodisciplina.
En la citada ciudad hay un importante centro de culto del Kushti.
El estilo tradicional de lucha libre sobre arcilla en la India.
Los Talims son sus centros de entrenamiento.
Luchadores de todas las edades conviven por igual bajo un estricto régimen.
Y consagran todo el día a la práctica de este deporte milenario.
Sus orígenes podrían remontarse hasta la antigua Persia.
Los luchadores solo visten su Langot o taparrabos.
El rey Shri Maharaj fomentó este deporte hace 100 años.
Este monarca construyo cientos de talims durante sus 28 años de reinado hasta 1922.
Durante dos horas y media Vishwas dirige un entrenamiento de manera autoritaria.
Sus alumnos hacen innumerables sentadillas y flexiones alrededor del pozo.
Los propios luchadores han de remover la tierra rojiza con una azada.
Y preparar el suelo para los combates.
Unos enérgicos rugidos por el esfuerzo resuenan entre sus paredes.
Más los gritos del entrenador y algún golpe seco en la espalda con una caña de bambú.
Se usa como reprimenda en este ambiente.
Los luchadores saltan al terreno de seis en seis y pelean en parejas.
Se abalanzan contra su oponente.
Intentan agarrarlo para hacerle caer de espaldas contra el suelo.
No hay límite de tiempo.
Quien consiga fijar al suelo los hombros y las caderas del oponente, ganará el combate.
En la tierra hay una mezcla de arcilla, yogur, mantequilla clarificada y cúrcuma en polvo.
Una mezcla que termina pegada a los cuerpos de los luchadores.
El entrenador controla la intensidad, el orden, sus pautas diarias y su dieta.
La mayoría de los combatientes suele tomar un batido a base de almendras, semillas de amapola, pétalos de rosa, cardamomo y leche de búfala.
Lo ingieren dos veces al día, después de cada entrenamiento.
Es ideal por su alto contenido en proteínas.
Les ayuda con la recuperación muscular tras el esfuerzo.
Los luchadores acaban siendo compañeros.
Duermen, cocinan, comen y hacen su vida en la misma sala.
El primer turno termina a las once de la mañana, después comen y descansan hasta las tres y media.
Este segundo turno finaliza a las seis de la tarde.
Posteriormente se duchan, cenan y a las diez se apagan las luces para dormir.
Siguen esta rutina todos los días, excepto los jueves, que no hay entrenamiento.
El Kushti supone un gran sacrificio para ellos pero también es un gran honor formar parte de este Club de la lucha.
Además del orden, entrenamiento y la disciplina, se les inculcan valores morales y éticos.
Como el celibato o la abstinencia.
Nada de alcohol o tabaco.
Se busca la pureza del cuerpo y el espíritu del luchador.
Estos hombres jóvenes han decidido pasar su juventud en esta confraternidad.
Llevando una vida espartana, casi monacal, para cumplir sus sueños.
Convertirse en respetados luchadores de Kushti.
Muchos, simplemente siguen una tradición familiar desde hace generaciones.
Bastantes proceden de familias de agricultores o de escasos recursos.
El alojamiento en el Talim cuesta unas 500 rupias al mes, equivalentes a unos 5 euros.
Luego, han de comprarse lo necesario para comer y vivir allí.
La temporada de competiciones dura desde octubre hasta mayo.
Y pueden llegar a ganar unos 2.000 euros al mes.
El Gobierno Indio trata de promover estos combates sobre una lona.
Para equiparar la lucha libre india a la de otros países y que se vuelva más internacional.
Aunque una gran mayoría de luchadores prefieren entrenar y continuar con el método tradicional de su país.
“El cuerpo cubierto de arcilla, la mente blindada de valores: así se forja un luchador indio.”
Es de madrugada en Kolhapur, al sudeste de la India.
Es de noche y la ciudad aún duerme.
Ashutosh Patil, de 22 años, lleva en pie desde las cuatro de la madrugada.
Ha empezado el primer entrenamiento del día junto a sus compañeros.
Están en un pozo de tierra rojiza, apenas iluminado por una tenue bombilla.
Lo preside un pequeño altar con la imagen del dios mono hindú Hanuman.
Es el dios de la lucha en la India.
Representa la fuerza, el valor y la autodisciplina.
En la citada ciudad hay un importante centro de culto del Kushti.
El estilo tradicional de lucha libre sobre arcilla en la India.
Los Talims son sus centros de entrenamiento.
Luchadores de todas las edades conviven por igual bajo un estricto régimen.
Y consagran todo el día a la práctica de este deporte milenario.
Sus orígenes podrían remontarse hasta la antigua Persia.
Los luchadores solo visten su Langot o taparrabos.
El rey Shri Maharaj fomentó este deporte hace 100 años.
Este monarca construyo cientos de talims durante sus 28 años de reinado hasta 1922.
Durante dos horas y media Vishwas dirige un entrenamiento de manera autoritaria.
Sus alumnos hacen innumerables sentadillas y flexiones alrededor del pozo.
Los propios luchadores han de remover la tierra rojiza con una azada.
Y preparar el suelo para los combates.
Unos enérgicos rugidos por el esfuerzo resuenan entre sus paredes.
Más los gritos del entrenador y algún golpe seco en la espalda con una caña de bambú.
Se usa como reprimenda en este ambiente.
Los luchadores saltan al terreno de seis en seis y pelean en parejas.
Se abalanzan contra su oponente.
Intentan agarrarlo para hacerle caer de espaldas contra el suelo.
No hay límite de tiempo.
Quien consiga fijar al suelo los hombros y las caderas del oponente, ganará el combate.
En la tierra hay una mezcla de arcilla, yogur, mantequilla clarificada y cúrcuma en polvo.
Una mezcla que termina pegada a los cuerpos de los luchadores.
El entrenador controla la intensidad, el orden, sus pautas diarias y su dieta.
La mayoría de los combatientes suele tomar un batido a base de almendras, semillas de amapola, pétalos de rosa, cardamomo y leche de búfala.
Lo ingieren dos veces al día, después de cada entrenamiento.
Es ideal por su alto contenido en proteínas.
Les ayuda con la recuperación muscular tras el esfuerzo.
Los luchadores acaban siendo compañeros.
Duermen, cocinan, comen y hacen su vida en la misma sala.
El primer turno termina a las once de la mañana, después comen y descansan hasta las tres y media.
Este segundo turno finaliza a las seis de la tarde.
Posteriormente se duchan, cenan y a las diez se apagan las luces para dormir.
Siguen esta rutina todos los días, excepto los jueves, que no hay entrenamiento.
El Kushti supone un gran sacrificio para ellos pero también es un gran honor formar parte de este Club de la lucha.
Además del orden, entrenamiento y la disciplina, se les inculcan valores morales y éticos.
Como el celibato o la abstinencia.
Nada de alcohol o tabaco.
Se busca la pureza del cuerpo y el espíritu del luchador.
Estos hombres jóvenes han decidido pasar su juventud en esta confraternidad.
Llevando una vida espartana, casi monacal, para cumplir sus sueños.
Convertirse en respetados luchadores de Kushti.
Muchos, simplemente siguen una tradición familiar desde hace generaciones.
Bastantes proceden de familias de agricultores o de escasos recursos.
El alojamiento en el Talim cuesta unas 500 rupias al mes, equivalentes a unos 5 euros.
Luego, han de comprarse lo necesario para comer y vivir allí.
La temporada de competiciones dura desde octubre hasta mayo.
Y pueden llegar a ganar unos 2.000 euros al mes.
El Gobierno Indio trata de promover estos combates sobre una lona.
Para equiparar la lucha libre india a la de otros países y que se vuelva más internacional.
Aunque una gran mayoría de luchadores prefieren entrenar y continuar con el método tradicional de su país.
“El cuerpo cubierto de arcilla, la mente blindada de valores: así se forja un luchador indio.”
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