Escuchar "Charles Joughin el jefe de los panaderos del Titanic que aguantó a bordo mientras se hundía."
Síntesis del Episodio
Charles Joughin el jefe de los panaderos del Titanic que aguantó a bordo mientras se hundía y resistió las gélidas aguas del Atlántico. Una historia de supervivencia increíble.
Pocas tragedias han marcado la atención mediática como la del hundimiento del Titanic.
El majestuoso transatlántico que terminó sus días bajo el mar, la madrugada del 15 de abril de 1912.
De las 2.223 personas que viajaban a bordo, unas 1.514 perdieron la vida.
Y cerca de 700 sobrevivieron a aquel choque fatal contra el iceberg.
Uno de ellos fue Charles Joughin, el jefe de los panaderos del Titanic.
Lo increíble es que logró mantenerse con vida en las aguas heladas durante horas.
Sin apenas mostrar síntomas de hipotermia.
Aunque una botella de Whisky tuvo algo que ver en su supervivencia.
Conozcamos su sorprendente historia.
Nació en 1878 en Birkenhead, Inglaterra.
Desde muy joven, trabajó en barcos y se formó como panadero naval.
Su carrera le llevó hasta transatlánticos como el RMS Olympic, el gemelo del Titanic.
En 1912 fue contratado como jefe de panaderos en el buque más famoso del momento.
Bajo su mando, contaba con trece ayudantes.
Nuestro protagonista cobraba un salario de unas 12 libras al mes, una cifra notable para la época.
Cuando navegaba a bordo del Titanic, dejó en tierra a su mujer Louise Woodward y a sus dos hijos.
Joughin era el responsable de proveer de pan y bollería a los pasajeros de todas las clases.
La noche del desastre, el 14 de abril de 1912, estaba en su camarote.
Sintió el impacto del iceberg.
Al comprender la magnitud de la tragedia, ordenó a su equipo hornear pan fresco.
Y subieron las provisiones a los botes salvavidas.
Una medida crucial que salvó muchas vidas.
Eso sí, hecho mano de la mencionada botella de Whisky, para templar los nervios.
Luego, salió a cubierta para ayudar en la evacuación.
Donde empujó a mujeres y niños hacia los botes.
Muchos de los tripulantes aún no se creían que el Titanic pudiera hundirse.
El jefe de panaderos lanzó al mar muebles y sillas para que sirvieran de flotadores improvisados.
Para los tripulantes que estaban en el agua.
Joughin tenía ya un asiento asegurado en el bote número 10, como capitán del mismo.
Sin embargo, se lo cedió a otros marineros y a un camarero.
Decidió quedarse en cubierta hasta el final.
Fue uno de los últimos en abandonar el barco, sujetándose a la barandilla de la popa.
Mientras el Titanic se partía en dos.
Según su testimonio, sintió una extraña calma al caer en el océano.
Joughin flotó durante más de dos horas en las aguas heladas.
Al amanecer, logró acercarse a un bote volcado, el plegable B.
Y subió a bordo junto con el segundo oficial Charles Lightoller y otros treinta pasajeros.
Aquella noche, el RMS Carpathia recibió el SOS del Titanic.
Y navegó a toda velocidad, superando el límite de velocidad, para llegar lo antes posible.
Tras unas cuatro horas de travesía, llegó al lugar del naufragio.
El jefe de panaderos fue uno de los 700 supervivientes que subió por sus escalerillas a salvo.
Dentro, les ofrecieron comida, mantas y atención médica.
Tras sobrevivir a esta inolvidable tragedia, Joughin regresó a Inglaterra.
Y declaró en las investigaciones sobre el suceso.
Posteriormente, retomó su vida en el mar.
Y volvió a trabajar en el Olympic.
Durante la Primera Guerra Mundial estaba a bordo del SS Congress, otro barco que se incendió.
De nuevo, Joughin se libró, subiéndose a un bote salvavidas.
Su resistencia y su temple le convirtieron en un personaje respetado en el mundo naval.
En 1920 se trasladó a Estados Unidos y se establecería en Paterson, Nueva Jersey.
Allí, rehízo su vida y se casó por segunda vez con Annie Ripley.
Después de cinco años, obtuvo la ciudadanía estadounidense.
Su historia de coraje alcanzó una cierta fama.
Pese a todo, aquel humilde jefe de panderos llevó una existencia discreta.
Dedicada al trabajo y a su familia.
Su nombre quedaría grabado en la memoria colectiva como el panadero del Titanic que venció al frío del Atlántico.
Muchos expertos de hoy en día, aún siguen sin comprender del todo, cómo salió indemne.
Aprovisionó a los pasajeros hasta el final.
Renunció a su lugar a salvo en el bote para ceder su puesto a otros.
Se mantuvo firme mientras el Titanic se partía en dos.
Y flotó en un océano helado durante horas.
Fue más que un superviviente.
En medio de una tragedia que sacó lo peor y lo mejor de la condición humana…
Fue uno de los héroes inesperados del Titanic.
Pocas tragedias han marcado la atención mediática como la del hundimiento del Titanic.
El majestuoso transatlántico que terminó sus días bajo el mar, la madrugada del 15 de abril de 1912.
De las 2.223 personas que viajaban a bordo, unas 1.514 perdieron la vida.
Y cerca de 700 sobrevivieron a aquel choque fatal contra el iceberg.
Uno de ellos fue Charles Joughin, el jefe de los panaderos del Titanic.
Lo increíble es que logró mantenerse con vida en las aguas heladas durante horas.
Sin apenas mostrar síntomas de hipotermia.
Aunque una botella de Whisky tuvo algo que ver en su supervivencia.
Conozcamos su sorprendente historia.
Nació en 1878 en Birkenhead, Inglaterra.
Desde muy joven, trabajó en barcos y se formó como panadero naval.
Su carrera le llevó hasta transatlánticos como el RMS Olympic, el gemelo del Titanic.
En 1912 fue contratado como jefe de panaderos en el buque más famoso del momento.
Bajo su mando, contaba con trece ayudantes.
Nuestro protagonista cobraba un salario de unas 12 libras al mes, una cifra notable para la época.
Cuando navegaba a bordo del Titanic, dejó en tierra a su mujer Louise Woodward y a sus dos hijos.
Joughin era el responsable de proveer de pan y bollería a los pasajeros de todas las clases.
La noche del desastre, el 14 de abril de 1912, estaba en su camarote.
Sintió el impacto del iceberg.
Al comprender la magnitud de la tragedia, ordenó a su equipo hornear pan fresco.
Y subieron las provisiones a los botes salvavidas.
Una medida crucial que salvó muchas vidas.
Eso sí, hecho mano de la mencionada botella de Whisky, para templar los nervios.
Luego, salió a cubierta para ayudar en la evacuación.
Donde empujó a mujeres y niños hacia los botes.
Muchos de los tripulantes aún no se creían que el Titanic pudiera hundirse.
El jefe de panaderos lanzó al mar muebles y sillas para que sirvieran de flotadores improvisados.
Para los tripulantes que estaban en el agua.
Joughin tenía ya un asiento asegurado en el bote número 10, como capitán del mismo.
Sin embargo, se lo cedió a otros marineros y a un camarero.
Decidió quedarse en cubierta hasta el final.
Fue uno de los últimos en abandonar el barco, sujetándose a la barandilla de la popa.
Mientras el Titanic se partía en dos.
Según su testimonio, sintió una extraña calma al caer en el océano.
Joughin flotó durante más de dos horas en las aguas heladas.
Al amanecer, logró acercarse a un bote volcado, el plegable B.
Y subió a bordo junto con el segundo oficial Charles Lightoller y otros treinta pasajeros.
Aquella noche, el RMS Carpathia recibió el SOS del Titanic.
Y navegó a toda velocidad, superando el límite de velocidad, para llegar lo antes posible.
Tras unas cuatro horas de travesía, llegó al lugar del naufragio.
El jefe de panaderos fue uno de los 700 supervivientes que subió por sus escalerillas a salvo.
Dentro, les ofrecieron comida, mantas y atención médica.
Tras sobrevivir a esta inolvidable tragedia, Joughin regresó a Inglaterra.
Y declaró en las investigaciones sobre el suceso.
Posteriormente, retomó su vida en el mar.
Y volvió a trabajar en el Olympic.
Durante la Primera Guerra Mundial estaba a bordo del SS Congress, otro barco que se incendió.
De nuevo, Joughin se libró, subiéndose a un bote salvavidas.
Su resistencia y su temple le convirtieron en un personaje respetado en el mundo naval.
En 1920 se trasladó a Estados Unidos y se establecería en Paterson, Nueva Jersey.
Allí, rehízo su vida y se casó por segunda vez con Annie Ripley.
Después de cinco años, obtuvo la ciudadanía estadounidense.
Su historia de coraje alcanzó una cierta fama.
Pese a todo, aquel humilde jefe de panderos llevó una existencia discreta.
Dedicada al trabajo y a su familia.
Su nombre quedaría grabado en la memoria colectiva como el panadero del Titanic que venció al frío del Atlántico.
Muchos expertos de hoy en día, aún siguen sin comprender del todo, cómo salió indemne.
Aprovisionó a los pasajeros hasta el final.
Renunció a su lugar a salvo en el bote para ceder su puesto a otros.
Se mantuvo firme mientras el Titanic se partía en dos.
Y flotó en un océano helado durante horas.
Fue más que un superviviente.
En medio de una tragedia que sacó lo peor y lo mejor de la condición humana…
Fue uno de los héroes inesperados del Titanic.
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