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Síntesis del Episodio
Los Benshi: Los narradores explicadores del cine mudo japonés
A finales del siglo 19 apareció un arte que revolucionó el mundo: el séptimo arte, el cine.
Aunque tuvo distintas etapas.
El cine mudo fue ganando complejidad en sus tramas y comenzó a necesitar algo más que música o subtítulos.
Sobre todo con la llegada de movimientos cinematográficos como el expresionismo alemán.
El cine asiático se supo adaptar a estas nuevas corrientes.
La baja tasa de alfabetización entre la población nipona supuso un problema a la hora de leer los títulos de las películas.
Así que surgió la figura de los Benshi o Katsuben.
Unos especialistas que traducían los subtítulos, explicaban las tramas, interpretaban a distintas voces y hasta hacían efectos de sonido.
Al verlos en vivo y en directo, la proyección cobraba otra dimensión.
Por supuesto la figura del Benshi, el explicador, no fue exclusiva de Japón.
En España estaban los ‘voceros’.
Y en Estados Unidos, entre otros muchos países, contaron con sus narradores.
Hay que tener en cuenta la importancia de estos contadores de historias en la cultura nipona.
Desde el Bunraku al teatro de marionetas Kabuki.
Hubo escuelas especializadas en formar a los Benshis.
En su momento de mayor esplendor llegaron a trabajar unos siete mil al mismo tiempo.
Dando vida a las imágenes de la pantalla de cine.
De entre esa cifra, unas 180 fueron mujeres.
Y eran tratados como verdaderas estrellas.
Los Benshis narraban las películas, colocados tras una mesa situada en la parte izquierda del escenario.
Se documentaban sobre cada película y hasta de las adaptaciones literarias.
Por lo tanto, llegaban a ofrecer explicaciones antes del inicio de la proyección.
Pero sólo lo justo, para situar a los espectadores y que lograsen interpretar mejor lo que iban a ver.
Dentro de los Benshi había varias catergorías.
Los Yamanote solían explicar las películas extranjeras con un estilo más neutro.
Mientras que los Shimatachi se apoyaban más en la expresividad para dar vida a los personajes.
Musei Tokugawa fue uno de los Benshis más famosos de aquellos años.
Las interpretaciones y narraciones que hizo en cintas clásicas como: El gabinete del doctor Caligari o en una página de locura, fueron muy recordadas.
Aún existen algunas grabaciones de estos artistas que amenizaban y hacían entender las historias del celuloide.
Llegaron a tener tanto peso en la cultura nipona que lograron que la llegada del cine sonoro a Japón se retrasase varios años en relación al resto del mundo.
Para que la gente siguiera disfrutando del arte de los Benshis.
Al final, no pudieron con las mejoras técnicas de los efectos de sonido, color y otros avances increíbles del séptimo arte.
El progreso era inevitable y terminaría por arrinconar este oficio.
Heigo Kurosawa comenzó como Benshi a narrar películas en 1929.
Fue uno de los que no pudo soportar la llegada del cine sonoro.
Y en 1933 se quitó la vida a los veintisiete años.
El primer cine, a pesar de ser mudo, intentó apoyarse en la palabra y en el sonido.
Solían haber pianistas en pequeños cines y teatros locales que acompañaban las proyecciones.
En las grandes ciudades incluso hasta hubo orquestas dando sonido en directo a las películas.
Los violinistas aportaban dramatismo a las escenas tristes o tensas.
Los percusionistas agilizaban las tramas rápidas, las persecuciones y los momentos cómicos.
Sin olvidarnos de los especialistas en efectos sonoros que emplearon todo tipo de objetos cotidianos.
Y de ahí sacaban los pasos, crujidos de las puertas, disparos o golpes sincronizados con la acción de la cinta.
Hasta habían actores pantomímicos para reforzar algunas escenas.
Los acomodadores también explicaban brevemente la trama a los espectadores más perdidos.
Cada uno desempeñó un trabajo imprescindible en la etapa del cine mudo.
Antes de que existiera el doblaje.
Tras décadas, relegados casi al olvido, la hemeroteca ha comenzado a rescatar su importante figura en la historia del cine.
Un impacto cultural que no debería perderse.
A finales del siglo 19 apareció un arte que revolucionó el mundo: el séptimo arte, el cine.
Aunque tuvo distintas etapas.
El cine mudo fue ganando complejidad en sus tramas y comenzó a necesitar algo más que música o subtítulos.
Sobre todo con la llegada de movimientos cinematográficos como el expresionismo alemán.
El cine asiático se supo adaptar a estas nuevas corrientes.
La baja tasa de alfabetización entre la población nipona supuso un problema a la hora de leer los títulos de las películas.
Así que surgió la figura de los Benshi o Katsuben.
Unos especialistas que traducían los subtítulos, explicaban las tramas, interpretaban a distintas voces y hasta hacían efectos de sonido.
Al verlos en vivo y en directo, la proyección cobraba otra dimensión.
Por supuesto la figura del Benshi, el explicador, no fue exclusiva de Japón.
En España estaban los ‘voceros’.
Y en Estados Unidos, entre otros muchos países, contaron con sus narradores.
Hay que tener en cuenta la importancia de estos contadores de historias en la cultura nipona.
Desde el Bunraku al teatro de marionetas Kabuki.
Hubo escuelas especializadas en formar a los Benshis.
En su momento de mayor esplendor llegaron a trabajar unos siete mil al mismo tiempo.
Dando vida a las imágenes de la pantalla de cine.
De entre esa cifra, unas 180 fueron mujeres.
Y eran tratados como verdaderas estrellas.
Los Benshis narraban las películas, colocados tras una mesa situada en la parte izquierda del escenario.
Se documentaban sobre cada película y hasta de las adaptaciones literarias.
Por lo tanto, llegaban a ofrecer explicaciones antes del inicio de la proyección.
Pero sólo lo justo, para situar a los espectadores y que lograsen interpretar mejor lo que iban a ver.
Dentro de los Benshi había varias catergorías.
Los Yamanote solían explicar las películas extranjeras con un estilo más neutro.
Mientras que los Shimatachi se apoyaban más en la expresividad para dar vida a los personajes.
Musei Tokugawa fue uno de los Benshis más famosos de aquellos años.
Las interpretaciones y narraciones que hizo en cintas clásicas como: El gabinete del doctor Caligari o en una página de locura, fueron muy recordadas.
Aún existen algunas grabaciones de estos artistas que amenizaban y hacían entender las historias del celuloide.
Llegaron a tener tanto peso en la cultura nipona que lograron que la llegada del cine sonoro a Japón se retrasase varios años en relación al resto del mundo.
Para que la gente siguiera disfrutando del arte de los Benshis.
Al final, no pudieron con las mejoras técnicas de los efectos de sonido, color y otros avances increíbles del séptimo arte.
El progreso era inevitable y terminaría por arrinconar este oficio.
Heigo Kurosawa comenzó como Benshi a narrar películas en 1929.
Fue uno de los que no pudo soportar la llegada del cine sonoro.
Y en 1933 se quitó la vida a los veintisiete años.
El primer cine, a pesar de ser mudo, intentó apoyarse en la palabra y en el sonido.
Solían haber pianistas en pequeños cines y teatros locales que acompañaban las proyecciones.
En las grandes ciudades incluso hasta hubo orquestas dando sonido en directo a las películas.
Los violinistas aportaban dramatismo a las escenas tristes o tensas.
Los percusionistas agilizaban las tramas rápidas, las persecuciones y los momentos cómicos.
Sin olvidarnos de los especialistas en efectos sonoros que emplearon todo tipo de objetos cotidianos.
Y de ahí sacaban los pasos, crujidos de las puertas, disparos o golpes sincronizados con la acción de la cinta.
Hasta habían actores pantomímicos para reforzar algunas escenas.
Los acomodadores también explicaban brevemente la trama a los espectadores más perdidos.
Cada uno desempeñó un trabajo imprescindible en la etapa del cine mudo.
Antes de que existiera el doblaje.
Tras décadas, relegados casi al olvido, la hemeroteca ha comenzado a rescatar su importante figura en la historia del cine.
Un impacto cultural que no debería perderse.
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