No somos tan racionales. La corteza prefrontal es muy reciente en nuestra historia evolutiva.

17/06/2025 4 min
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Síntesis del Episodio

No somos tan racionales. La corteza prefrontal es muy reciente en nuestra historia evolutiva.
— Nuestro cerebro no siempre fue así.
Durante millones de años, fue una máquina de impulsos, miedo y reacción rápida.
Pero algo cambió, tarde y de forma inusual.
Apareció una joya evolutiva: la corteza prefrontal.

— Surgió hace entre setenta y cincuenta millones de años, tras separarnos de los roedores.
Primero creció tímidamente, en algunos primates.
Después se disparó, justo antes de que aparecieran los humanos.
Fue una mutación lenta… pero decisiva.

— En nuestra especie, esta región se multiplicó por seis.
Una proeza evolutiva sin precedentes.
Gracias a ella, podemos imaginar el futuro, controlar los impulsos y tomar decisiones complejas.
Pero tiene un precio: es frágil, tarda décadas en madurar… y se deteriora muy pronto.

— Las partes más antiguas del cerebro —como el cerebelo o la amígdala— nacen listas.
Funcionan desde el primer aliento.
En cambio, la prefrontal no se activa del todo hasta los veinticinco o treinta años.
Y mientras madura, vivimos entre explosiones emocionales, errores y contradicciones.

— Hace un millón ochocientos mil años, el Homo erectus ya daba señales de tener esta joya en marcha.
Fabricaba herramientas simétricas, pensaba antes de actuar.
Hace seiscientos cincuenta mil años, el Homo heidelbergensis dominaba el fuego y creaba utensilios avanzados.
Y entre setenta y cuarenta mil años atrás, llegó el gran salto: arte, símbolos y lenguaje.

— Pero esta joya racional no vino sola.
Vino montada sobre una estructura más antigua y poderosa: el instinto.
Ese sistema emocional que actúa en milésimas de segundo, que nos hace gritar, huir o pelear.
No necesita pensar. Solo siente y reacciona.

— La razón, en cambio, es lenta, analítica y agotadora.
Consume muchísima energía y necesita años de práctica.
Por eso muchas veces preferimos actuar por impulso.
Es más barato, más cómodo y más rápido.

— Lo racional requiere esfuerzo.
Y en condiciones de estrés, de miedo o de fatiga, simplemente se desconecta.
Entonces aparece lo que somos por defecto: mamíferos emocionales.
Guiados por lo más viejo, lo más automático… y lo más potente.

— Nuestra corteza prefrontal es un lujo evolutivo.
Algo que apareció tarde, que madura tarde… y que envejece pronto.
Pero es también lo que nos hace humanos: la posibilidad de reflexionar antes de actuar.
La chispa que permitió crear leyes, ciudades, ciencia y arte.

— No está garantizada.
No es eterna.
No es invencible.
Pero si la entrenamos, si la cuidamos… puede seguir dándonos una ventaja evolutiva.

— Porque la batalla entre emoción y razón sigue viva.
Y dentro de ti, cada día, se libra una y otra vez.

— ¿Y cómo es posible que esa joya racional madure tan tarde?
La respuesta está en la neotenia: una estrategia evolutiva única.
Los humanos nacemos prematuros, frágiles, indefensos…
Pero esta lentitud permite que el cerebro siga moldeándose fuera del útero, influenciado por la cultura, el lenguaje y el entorno.
Sacrificamos fuerza y autonomía a cambio de plasticidad cerebral.
Es decir: somos eternos aprendices, y eso nos dio una ventaja adaptativa brutal.

— Aun así, nos creemos muy racionales.
Creemos que decidimos con lógica, que somos objetivos.
Pero la verdad es otra: la razón es joven, una recién llegada en la historia de la evolución.
Debajo de cada pensamiento, aún nos gobiernan los impulsos, los miedos y los deseos que habitan en las capas más antiguas del cerebro.
Lo racional no es lo natural…
Es un milagro frágil que debe ser defendido cada día.

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