Escuchar "Elizabeth Maggie la verdadera inventora del Monopoly a la que robaron su idea"
Síntesis del Episodio
Elizabeth Maggie la verdadera inventora del Monopoly a la que robaron su idea
A principios del siglo XX, en plena era de los grandes magnates y los barones del capitalismo, una mujer decidió plantar cara al sistema.
Su nombre era Elizabeth Magie. Inventora, feminista, activista política y una de las primeras voces críticas contra la desigualdad económica en Estados Unidos.
Trabajaba como taquígrafa, vivía sola en un suburbio de Washington D. C., escribía poesía y enseñaba política económica por las noches. Una pionera en toda regla.
No quería fama ni dinero. Lo que quería era abrir los ojos a una sociedad cegada por la codicia.
Así nació The Landlord’s Game, su invento: un juego de mesa que mostraba cómo el sistema favorecía a los más ricos y aplastaba al resto.
Lo registró con patente oficial en 1903, y lo publicó dos años después con la Economic Game Company de Nueva York.
El tablero tenía dos versiones :
Una era cooperativa, en la que todos los jugadores prosperaban si colaboraban.
La otra era competitiva, donde uno se enriquecía a costa de arruinar a los demás. La primera era su ideal; la segunda, su advertencia.
Con ese contraste, Magie quería demostrar que el capitalismo desenfrenado llevaba al egoísmo, la pobreza y la concentración del poder.
Durante años, el juego circuló por universidades progresistas como Harvard, Wharton o Columbia.
Los jugadores personalizaban los tableros con calles de sus ciudades. Uno de esos grupos eran los cuáqueros de Atlantic City, que añadieron nombres locales.
Y fue allí donde comenzó el robo.
En los años treinta, Charles Darrow, un vendedor desempleado por la Gran Depresión, jugó al juego con unos amigos en Filadelfia.
Se lo enseñaron en casa de Charles y Olive Todd, quienes le hicieron una copia del tablero.
Darrow vio una oportunidad. Aprendió las reglas, las transcribió y empezó a vender el juego como si fuese suyo.
Le añadió algunos toques gráficos, redondeó el diseño y puso su nombre. Pero no inventó absolutamente nada.
Llevó la idea a Parker Brothers y dijo que la había creado “por accidente”. Ni rastro de Elizabeth Magie.
La empresa le creyó, compró los derechos y empezó a fabricarlo. Le dio a Darrow regalías millonarias. Y lo presentó al mundo como un genio espontáneo.
Años más tarde, cuando Parker Brothers descubrió la existencia del juego original, actuó como una auténtica corporación monopólica.
Compró los derechos a Elizabeth Magie por 500 dólares, sin ofrecerle ningún tipo de regalía ni reconocimiento.
En 1948, Magie murió sin recibir jamás el mérito ni la fortuna que le correspondían.
Todo esto habría quedado en el olvido... si no fuera por un profesor rebelde.
En los años 70, Ralph Anspach, economista universitario, lanzó un juego llamado Anti-Monopoly. Una crítica directa al original.
Parker Brothers lo demandó. Pero en su defensa, Anspach comenzó a investigar el origen del Monopoly.
Y allí, entre archivos olvidados y patentes antiguas, descubrió la historia enterrada de Elizabeth Magie.
Encontró su patente original de 1903, referencias a las reglas duales, documentos de su publicación y testimonios de quienes habían jugado antes que Darrow.
Fue un hallazgo histórico. Gracias a él, ganó el juicio, destapó el plagio y rehabilitó la memoria de Magie.
Su nombre volvió a circular. Y por fin se reconoció que ella fue la mente brillante detrás de uno de los juegos más vendidos de todos los tiempos.
Hoy en día, todavía se conservan algunas copias del Landlord’s Game original en museos y colecciones privadas.
Incluso han salido reediciones con fines educativos, donde se explica su verdadero propósito.
Porque sí, el Monopoly nació como una denuncia… y acabó siendo la glorificación del sistema que criticaba.
Millones de personas juegan sin saber que el tablero era, en realidad, una lección moral sobre codicia, poder y desigualdad.
Y que detrás de cada casilla, había una mujer que se atrevió a cuestionarlo todo.
Desde su lanzamiento comercial en 1935, el Monopoly ha vendido más de 275 millones de copias en todo el mundo.
Se ha traducido a más de 47 idiomas y editado en más de 114 países.
La fortuna que generó en vida a Charles Darrow, el impostor reconocido como su creador, superó los dos millones de dólares… en plena Gran Depresión.
Hoy, esa cifra equivaldría a decenas de millones. Una ironía dolorosa para quien ideó el juego como crítica al capitalismo.
Existen cientos de versiones temáticas: desde ciudades y franquicias de cine hasta ediciones feministas, anti-monopolistas o ecológicas.
El Monopoly fue, durante décadas, el juego de mesa más popular del planeta. Y aún hoy es uno de los más vendidos año tras año.
Un emblema del éxito… basado en una mentira silenciada durante más de medio siglo.
Elizabeth Magie no fue una inventora más. Fue una visionaria a la que robaron su idea, su nombre y su legado.
Ahora, gracias a la historia, la hemos recuperado. Aunque tarde, su verdad ya no puede ser silenciada.
A principios del siglo XX, en plena era de los grandes magnates y los barones del capitalismo, una mujer decidió plantar cara al sistema.
Su nombre era Elizabeth Magie. Inventora, feminista, activista política y una de las primeras voces críticas contra la desigualdad económica en Estados Unidos.
Trabajaba como taquígrafa, vivía sola en un suburbio de Washington D. C., escribía poesía y enseñaba política económica por las noches. Una pionera en toda regla.
No quería fama ni dinero. Lo que quería era abrir los ojos a una sociedad cegada por la codicia.
Así nació The Landlord’s Game, su invento: un juego de mesa que mostraba cómo el sistema favorecía a los más ricos y aplastaba al resto.
Lo registró con patente oficial en 1903, y lo publicó dos años después con la Economic Game Company de Nueva York.
El tablero tenía dos versiones :
Una era cooperativa, en la que todos los jugadores prosperaban si colaboraban.
La otra era competitiva, donde uno se enriquecía a costa de arruinar a los demás. La primera era su ideal; la segunda, su advertencia.
Con ese contraste, Magie quería demostrar que el capitalismo desenfrenado llevaba al egoísmo, la pobreza y la concentración del poder.
Durante años, el juego circuló por universidades progresistas como Harvard, Wharton o Columbia.
Los jugadores personalizaban los tableros con calles de sus ciudades. Uno de esos grupos eran los cuáqueros de Atlantic City, que añadieron nombres locales.
Y fue allí donde comenzó el robo.
En los años treinta, Charles Darrow, un vendedor desempleado por la Gran Depresión, jugó al juego con unos amigos en Filadelfia.
Se lo enseñaron en casa de Charles y Olive Todd, quienes le hicieron una copia del tablero.
Darrow vio una oportunidad. Aprendió las reglas, las transcribió y empezó a vender el juego como si fuese suyo.
Le añadió algunos toques gráficos, redondeó el diseño y puso su nombre. Pero no inventó absolutamente nada.
Llevó la idea a Parker Brothers y dijo que la había creado “por accidente”. Ni rastro de Elizabeth Magie.
La empresa le creyó, compró los derechos y empezó a fabricarlo. Le dio a Darrow regalías millonarias. Y lo presentó al mundo como un genio espontáneo.
Años más tarde, cuando Parker Brothers descubrió la existencia del juego original, actuó como una auténtica corporación monopólica.
Compró los derechos a Elizabeth Magie por 500 dólares, sin ofrecerle ningún tipo de regalía ni reconocimiento.
En 1948, Magie murió sin recibir jamás el mérito ni la fortuna que le correspondían.
Todo esto habría quedado en el olvido... si no fuera por un profesor rebelde.
En los años 70, Ralph Anspach, economista universitario, lanzó un juego llamado Anti-Monopoly. Una crítica directa al original.
Parker Brothers lo demandó. Pero en su defensa, Anspach comenzó a investigar el origen del Monopoly.
Y allí, entre archivos olvidados y patentes antiguas, descubrió la historia enterrada de Elizabeth Magie.
Encontró su patente original de 1903, referencias a las reglas duales, documentos de su publicación y testimonios de quienes habían jugado antes que Darrow.
Fue un hallazgo histórico. Gracias a él, ganó el juicio, destapó el plagio y rehabilitó la memoria de Magie.
Su nombre volvió a circular. Y por fin se reconoció que ella fue la mente brillante detrás de uno de los juegos más vendidos de todos los tiempos.
Hoy en día, todavía se conservan algunas copias del Landlord’s Game original en museos y colecciones privadas.
Incluso han salido reediciones con fines educativos, donde se explica su verdadero propósito.
Porque sí, el Monopoly nació como una denuncia… y acabó siendo la glorificación del sistema que criticaba.
Millones de personas juegan sin saber que el tablero era, en realidad, una lección moral sobre codicia, poder y desigualdad.
Y que detrás de cada casilla, había una mujer que se atrevió a cuestionarlo todo.
Desde su lanzamiento comercial en 1935, el Monopoly ha vendido más de 275 millones de copias en todo el mundo.
Se ha traducido a más de 47 idiomas y editado en más de 114 países.
La fortuna que generó en vida a Charles Darrow, el impostor reconocido como su creador, superó los dos millones de dólares… en plena Gran Depresión.
Hoy, esa cifra equivaldría a decenas de millones. Una ironía dolorosa para quien ideó el juego como crítica al capitalismo.
Existen cientos de versiones temáticas: desde ciudades y franquicias de cine hasta ediciones feministas, anti-monopolistas o ecológicas.
El Monopoly fue, durante décadas, el juego de mesa más popular del planeta. Y aún hoy es uno de los más vendidos año tras año.
Un emblema del éxito… basado en una mentira silenciada durante más de medio siglo.
Elizabeth Magie no fue una inventora más. Fue una visionaria a la que robaron su idea, su nombre y su legado.
Ahora, gracias a la historia, la hemos recuperado. Aunque tarde, su verdad ya no puede ser silenciada.
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