Verdad: “El tiempo ha llegado”, “todo será destruido”, “pero todavía no es el fin”. Estas palabras de Jesús resultan enigmáticas y complejas para su comprensión, debido a que tienen un tono apocalíptico y giran en torno a la destrucción del templo, institución sagrada del pueblo judío. Pero la expresión “destrucción” aquí no significa necesariamente catástrofe, caos, sino cambio de sentido. De hecho, este relato apocalíptico (revelador) tiene una perspectiva cristocéntrica, es decir, está en función del reinado y triunfo de Cristo sobre el mal y no de un anuncio fatalista de la historia. La belleza y majestuosidad del templo material ha desviado su verdadero significado: ser la casa donde mora Dios y el lugar de encuentro con Él para la conversión y la misión. Y como obra de arte material y pasajero, será destruido, para dar paso al auténtico templo, donde se adora a Dios en espíritu y en verdad, que es Cristo Jesús. Él es el verdadero templo por el cual se llega al encuentro definitivo con el Padre. Pero cuidado, dice Jesús, pues falsos profetas pueden llegar usurpando su nombre, hablando en su nombre, para desviarnos del verdadero culto. El auténtico cristiano no debe desesperarse por los acontecimientos venideros, ni correr detrás de cualquier charlatán, sino confiar en la Palabra de Dios, que habla a través de Cristo. Sólo Él tiene palabras de vida eterna.

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