Verdad: Las impresionantes imágenes que narra el vidente, lejos de atemorizarnos deben llenarnos de esperanza y movernos a la glorificación de Dios, como lo hacen los ancianos y los seres vivientes, por la majestuosidad del Creador, quien, por su infinito amor, lo ha creado todo y lo ha puesto a nuestro servicio. Y lo más importante es que, si el lugar en que habitamos es hermoso y ha sido creado para nuestra felicidad, el lugar que el Padre nos tiene reservado para el fin de los tiempos no tiene ni punto de comparación con el primero. Además, es accesible para todos; sólo hay una condición: permanecer fieles a su Palabra. En el tiempo de Jesús en Israel proliferaba la idea de que el Reino de Dios se manifestaría de un momento a otro. Era tan grande la dificultad que el pueblo tenía para comprender que el Reino ya estaba actuando en la pequeñez, en la humildad, en el amor y el servicio del Hijo del hombre, porque todos esperaban una revelación espectacular, sin precedentes. Pero el Reino de Dios no es un espectáculo que se debe esperar en tiempo futuro, no, es la llamada a actuar aquí y ahora. Y para eso hay que poner a funcionar los talentos que hemos recibido del Señor, haciéndolos fructificar hasta el día de su venida, para lo cual debe entrar en juego la creatividad, la acción y la lucha. No podemos dejarnos paralizar por el miedo y enterrar los recursos con los que contamos, pues tarde o temprano el Señor pedirá cuentas de nuestra administración.

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