Dicen que duele más algo que nunca pudo ser que lo que realmente fue y acabó. Es curioso cómo somos capaces de echar de menos cosas que jamás llegamos a tener, sentir o vivir. La nostalgia por historias incompletas es una mochila que cuesta muchísimo dejar de cargar. Esos capítulos a medias se nos adhieren a las entrañas con tanta fuerza que forman parte de nosotros. Aquella llamada sin respuesta, el último abrazo sin saber que lo es, las palabras ahogadas sin destino, el tren que perdimos, la eterna duda, el deseo frustrado, y los "y si...?" que no llegan a más.¿Tendremos algún día el valor de respirar sin que se nos claven dentro? No tengo respuesta, pero sí unas líneas que lo intentan por mí.

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