Siempre me ha parecido preciosa la capacidad del ser humano por ensimismarse en la belleza de algo: un libro, cada pieza de un museo, la naturaleza o música en directo. Esos instantes en los que no existe intención de hacer. Simplemente uno se dedica a observar con tiempo y tiento, a empaparse de su alrededor, a estar realmente presente. Pero, cuando esa misma fascinación crea una nueva en otra persona... eso debería etiquetarse directamente como magia. Y más aún cuando ambas se dejan ser en libertad.Me sorprende que en pleno 2025 aún nadie haya inventado una palabra para describir ese concepto. Es difícil reunir todo lo que implica en unas pocas letras, lo sé; por eso yo he necesitado bastantes más. Ojalá hayas estado en los dos lados de este apasionante viaje, porque solo entonces tendrás la fortuna de poder presumir de haber vivido y querido de verdad. Y si es así, por favor, no dejes de practicar el maravilloso arte de mirar.

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