El papá de Peter Pan

Ahora que tuviste tu primera menstruación
y te vestís en la intimidad
Ahora que en el auto viajás adelante,
en el lugar de mamá,
porque ya tenés su altura
y usás sus camisones.
Después de la noche en la que lloré,
acostado en la cama,
cuando todos ya dormían,
imaginando un diálogo
cerca de mi muerte,
en el que le decía a tu hermano
que todos tenemos que lidiar con algo en la vida,
una cruz, diría un cristiano,
y que en su caso esa cruz
era su hermana,
y le pedía que por favor
te cuidara hasta el final.
Que te cuidara, no como una hermana
sino como una hija.
Porque después de la menstruación,
de vestirte en la intimidad,
del asiento de adelante y del camisón
y de tu persistente juego con muñecas
con tu amado y real Papa Noel
me di cuenta de que soy
el papá de Peter Pan.
Si algo nos enseña Peter Pan
es que crecer es problemático
pero no crecer es un drama aún mayor.
Y que eso que tictaquea
en las entrañas de un cocodrilo
es el reloj biológico.
El reloj de una biología
a la que no le importa nada,
que nos hace nacer y crecer,
a veces nos reproduce
y seguro nos mata.
Lo único que sabemos
del sentido de la vida
es que es de mano única.

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