Escuchar "Un bosque maldito (por Esteban Serrano)"
Síntesis del Episodio
Un bosque maldito
Hürtgen. Ciento veintinueve kilómetros
cuadrados de árboles y nieve y trampas.
Ciento ochenta días del juego
de la locura planificada.
La cuna del escritor.
El que más quiero.
El frío de muchos soldados
y muchos muertos
y en una mochila
un libro que se iba escribiendo.
Un libro oculto. Un cazador.
Un guardián.
Normandía
Hürtgen
Ardenas
El periplo para perder la cabeza
y querer congelarse
en un momento de la vida
pero de antes.
O en Manhattan
o en Pensilvania
o en Viena.
Un momento de infancia
y seres ideales y adultos
que siempre, sin excepción,
se rompen.
Ahora no,
ahora era el tiempo
de las dos bestias de fuego
y guerra persiguiéndose
a lo largo y ancho de toda Europa.
La emboscada en un bosque
ya sin ardillas ni ciervos ni conejos,
un bosque preparado,
diseñado por la inteligencia.
Una de las bestias buscaba justiciera
rematar la faena;
la otra, replegada con todos sus secretos
y campos ya casi a la intemperie,
a la vista del mundo,
ejecutaba con frío razonamiento
sus últimos zarpazos.
Y la que iba a ganar quería llegar a Schmidt
y despejar de enemigos Monschau
y mojar los pies en el río Rur
y el camino obligado
atravesaba el bosque oscuro.
La trampa negra.
La guerra es escuela de la guerra.
Y un hombre, un soldado,
escribía rápido en las trincheras
y entre los árboles caídos,
cosas que antes no estaban
o estaban de otra forma.
Así entre los muertos,
los amigos, los enemigos,
se conectaba al tubo del misterio
y las palabras,
las mismas,
adquirieron el poder de lo eterno
y dejaron atrás al hombre roto,
hecho adulto a pesar suyo,
perdido u oculto o asceta.
Y tuvo que caminar con ropa inútil el frío,
los metros del bosque planificado,
los fortines, los campos de minas,
el alambre de espinas
y las bombas trampa
escondidas en la nieve.
Sin saber quién era amigo o enemigo,
sin la protección de los aviones halcones,
estériles o impotentes,
que no podían hacer nada
con el techo de árboles tétrico y frondoso.
Y sin tanques,
demasiado grandes
y torpes y extranjeros.
Así y ahí escribió lo mismo,
las mismas letras,
porque ni nadie
ni él pueden decir
por qué antes no y ahora sí.
Desde ahora en adelante sí.
Y agotado
le dio vida
a la familia de cristal desde su mente
en un fuerte construido con sus manos,
en Cornish, New Hampshire
y en un juego de espejos
nos hizo más felices y menos solitarios.
Te quiero, amigo soldado poeta buda.
Gracias, amigo soldado poeta buda
por el rebote de tu trascendencia,
por lo colateral de tu brillo en mi brillo,
por el contagio,
por ser el dueño
de todas las metáforas
de las cosas
de mi vida.
Hürtgen. Ciento veintinueve kilómetros
cuadrados de árboles y nieve y trampas.
Ciento ochenta días del juego
de la locura planificada.
La cuna del escritor.
El que más quiero.
El frío de muchos soldados
y muchos muertos
y en una mochila
un libro que se iba escribiendo.
Un libro oculto. Un cazador.
Un guardián.
Normandía
Hürtgen
Ardenas
El periplo para perder la cabeza
y querer congelarse
en un momento de la vida
pero de antes.
O en Manhattan
o en Pensilvania
o en Viena.
Un momento de infancia
y seres ideales y adultos
que siempre, sin excepción,
se rompen.
Ahora no,
ahora era el tiempo
de las dos bestias de fuego
y guerra persiguiéndose
a lo largo y ancho de toda Europa.
La emboscada en un bosque
ya sin ardillas ni ciervos ni conejos,
un bosque preparado,
diseñado por la inteligencia.
Una de las bestias buscaba justiciera
rematar la faena;
la otra, replegada con todos sus secretos
y campos ya casi a la intemperie,
a la vista del mundo,
ejecutaba con frío razonamiento
sus últimos zarpazos.
Y la que iba a ganar quería llegar a Schmidt
y despejar de enemigos Monschau
y mojar los pies en el río Rur
y el camino obligado
atravesaba el bosque oscuro.
La trampa negra.
La guerra es escuela de la guerra.
Y un hombre, un soldado,
escribía rápido en las trincheras
y entre los árboles caídos,
cosas que antes no estaban
o estaban de otra forma.
Así entre los muertos,
los amigos, los enemigos,
se conectaba al tubo del misterio
y las palabras,
las mismas,
adquirieron el poder de lo eterno
y dejaron atrás al hombre roto,
hecho adulto a pesar suyo,
perdido u oculto o asceta.
Y tuvo que caminar con ropa inútil el frío,
los metros del bosque planificado,
los fortines, los campos de minas,
el alambre de espinas
y las bombas trampa
escondidas en la nieve.
Sin saber quién era amigo o enemigo,
sin la protección de los aviones halcones,
estériles o impotentes,
que no podían hacer nada
con el techo de árboles tétrico y frondoso.
Y sin tanques,
demasiado grandes
y torpes y extranjeros.
Así y ahí escribió lo mismo,
las mismas letras,
porque ni nadie
ni él pueden decir
por qué antes no y ahora sí.
Desde ahora en adelante sí.
Y agotado
le dio vida
a la familia de cristal desde su mente
en un fuerte construido con sus manos,
en Cornish, New Hampshire
y en un juego de espejos
nos hizo más felices y menos solitarios.
Te quiero, amigo soldado poeta buda.
Gracias, amigo soldado poeta buda
por el rebote de tu trascendencia,
por lo colateral de tu brillo en mi brillo,
por el contagio,
por ser el dueño
de todas las metáforas
de las cosas
de mi vida.
Más episodios del podcast CATORCEPIRAS
Helados (por Nancy Medina)
10/08/2020
Huevo duro (por Julián Kusnetzoff)
08/08/2020
En lugar de manejar (por Luna Neuman)
07/08/2020
La pampa amarga del mar (por Ana Luisa)
07/08/2020
Changes (por Flor Gueler)
07/08/2020
La euforia (por Caro Amorosi)
06/08/2020
Nadar de espaldas (por Sofía Scarpatti)
06/08/2020
ZARZA Somos ZARZA, la firma de prestigio que esta detras de los grandes proyectos en tecnología de la información.