Un bosque maldito (por Esteban Serrano)

10/08/2020 3 min Temporada 1 Episodio 14

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Síntesis del Episodio

Un bosque maldito

Hürtgen. Ciento veintinueve kilómetros
cuadrados de árboles y nieve y trampas. 
Ciento ochenta días del juego
de la locura planificada. 

La cuna del escritor. 
El que más quiero. 
El frío de muchos soldados 
y muchos muertos
y en una mochila 
un libro que se iba escribiendo. 

Un libro oculto. Un cazador.
Un guardián.
Normandía 
Hürtgen
Ardenas 
El periplo para perder la cabeza
y querer congelarse
en un momento de la vida 
pero de antes. 

O en Manhattan 
o en Pensilvania 
o en Viena. 
Un momento de infancia 
y seres ideales y adultos 
que siempre, sin excepción, 
se rompen. 

Ahora no, 
ahora era el tiempo 
de las dos bestias de fuego
 y guerra persiguiéndose
 a lo largo y ancho de toda Europa.

La emboscada en un bosque 
ya sin ardillas ni ciervos ni conejos, 
un bosque preparado, 
diseñado por la inteligencia. 
Una de las bestias buscaba justiciera 
rematar la faena; 
la otra, replegada con todos sus secretos 
 y campos ya casi a la intemperie,
 a la vista del mundo,
 ejecutaba con frío razonamiento
 sus últimos zarpazos. 

Y la que iba a ganar quería llegar a Schmidt 
y despejar de enemigos Monschau 
y mojar los pies en el río Rur 
y el camino obligado 
atravesaba el bosque oscuro. 
La trampa negra.
La guerra es escuela de la guerra. 
Y un hombre, un soldado, 
escribía rápido en las trincheras
y entre los árboles caídos, 
cosas que antes no estaban
 o estaban de otra forma. 

Así entre los muertos, 
los amigos, los enemigos,
se conectaba al tubo del misterio
y las palabras,
las mismas, 
adquirieron el poder de lo eterno
y dejaron atrás al hombre roto,
hecho adulto a pesar suyo, 
perdido u oculto o asceta. 

Y tuvo que caminar con ropa inútil el frío,
 los metros del bosque planificado, 
los fortines, los campos de minas, 
el alambre de espinas
 y las bombas trampa 
escondidas en la nieve. 

Sin saber quién era amigo o enemigo, 
sin la protección de los aviones halcones, 
estériles o impotentes,
 que no podían hacer nada
 con el techo de árboles tétrico y frondoso. 
Y sin tanques,
demasiado grandes 
y torpes y extranjeros. 

Así y ahí escribió lo mismo,
 las mismas letras, 
porque ni nadie
 ni él pueden decir
 por qué antes no y ahora sí. 
Desde ahora en adelante sí. 

Y agotado 
le dio vida
a la familia de cristal desde su mente 
en un fuerte construido con sus manos, 
en Cornish, New Hampshire
y en un juego de espejos
 nos hizo más felices y menos solitarios. 

Te quiero, amigo soldado poeta buda.
Gracias, amigo soldado poeta buda
 por el rebote de tu trascendencia,
 por lo colateral de tu brillo en mi brillo,
 por el contagio, 
por ser el dueño 
de todas las metáforas 
de las cosas 
de mi vida.