Escuchar "Las ingenieras domésticas y el principio de la mecanización de las casas"
Síntesis del Episodio
https://bioconstruccionfutura.com/radiobf/ingenieras-domesticas/
Los inicios del siglo XIX dejan entrever el interés hacia un tema, hasta entonces menor, como lo es la casa y sus elementos. Esta tendencia se manifiesta con una mayor intensidad en los Estados Unidos. La sociedad norteamericana, empapada de ideas políticas y sociales progresistas, se somete al proceso industrializador, incorporando la mecanización en todos los órdenes de la vida, incluida la vida doméstica.
En aquella época lo que verdaderamente le importaba a los arquitectos era el aspecto formal de los edificios, no su funcionalidad y mucho menos sus cuestiones técnicas. Quedaba entonces una dimensión de la construcción que el arquitecto, por considerarse un artista, no abordaba: “La tecnología doméstica”.
Nuevos sistemas como la electricidad o la fontanería no empezaron a tratarse hasta finales del siglo XVIII y además fue una evolución muy lenta.
Mejoras en los aseos, en las chimeneas y estufas, la introducción de nuevos sistemas de ventilación o la invención de nuevos sistemas más efectivos de iluminación empezaban a plantearse.
Pese a los defectos de los primeros pasos de estas tecnologías, estos avances significaron un primer logro hacia la racionalización y la mecanización de la casa.
Surgen aquí las llamadas ingenieras domésticas: Catharine Beecher, Christine Frederick y Lillian Gilbreth que con sus investigaciones, tratados y escritos tuvieron una gran influencia en la concepción de la domesticidad.
Desde posiciones muy diversas tantos intelectuales como prácticas o científicas las ingenieras domésticas tipificaron, hicieron eficiente y optimizaron la concepción proyectual y productiva de la vivienda.
Esto implicaba racionalizar, modernizar y mecanizar su contenido con el fin de mejorar su calidad y hacer más eficiente el trabajo del ama de casa.
En sus textos, no se cuestiona si el lugar apropiado para la mujer es el hogar, sino que se afirma que no está bien diseñado.
Por primera vez en la historia, la casa es pensada desde un nuevo punto de vista: el de sus usuarios.
Los inicios del siglo XIX dejan entrever el interés hacia un tema, hasta entonces menor, como lo es la casa y sus elementos. Esta tendencia se manifiesta con una mayor intensidad en los Estados Unidos. La sociedad norteamericana, empapada de ideas políticas y sociales progresistas, se somete al proceso industrializador, incorporando la mecanización en todos los órdenes de la vida, incluida la vida doméstica.
En aquella época lo que verdaderamente le importaba a los arquitectos era el aspecto formal de los edificios, no su funcionalidad y mucho menos sus cuestiones técnicas. Quedaba entonces una dimensión de la construcción que el arquitecto, por considerarse un artista, no abordaba: “La tecnología doméstica”.
Nuevos sistemas como la electricidad o la fontanería no empezaron a tratarse hasta finales del siglo XVIII y además fue una evolución muy lenta.
Mejoras en los aseos, en las chimeneas y estufas, la introducción de nuevos sistemas de ventilación o la invención de nuevos sistemas más efectivos de iluminación empezaban a plantearse.
Pese a los defectos de los primeros pasos de estas tecnologías, estos avances significaron un primer logro hacia la racionalización y la mecanización de la casa.
Surgen aquí las llamadas ingenieras domésticas: Catharine Beecher, Christine Frederick y Lillian Gilbreth que con sus investigaciones, tratados y escritos tuvieron una gran influencia en la concepción de la domesticidad.
Desde posiciones muy diversas tantos intelectuales como prácticas o científicas las ingenieras domésticas tipificaron, hicieron eficiente y optimizaron la concepción proyectual y productiva de la vivienda.
Esto implicaba racionalizar, modernizar y mecanizar su contenido con el fin de mejorar su calidad y hacer más eficiente el trabajo del ama de casa.
En sus textos, no se cuestiona si el lugar apropiado para la mujer es el hogar, sino que se afirma que no está bien diseñado.
Por primera vez en la historia, la casa es pensada desde un nuevo punto de vista: el de sus usuarios.
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