La leyenda del hilo rojo CON LUNA LONGORIA

13/10/2025 5 min
La leyenda del hilo rojo CON LUNA LONGORIA

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Síntesis del Episodio

La leyenda del hilo rojo
Amadeo: Cuentan que existió, hace muchos siglos, un joven príncipe heredero al trono.

Luna: Era caprichoso, altivo, y quería conocer su futuro antes de tiempo.

Amadeo: Soñaba con reinar sobre todo el Imperio. Y con saber quién sería su esposa.

Luna: El día que cumplió doce años, mandó llamar a una bruja que vivía en lo más profundo del bosque.

Amadeo: Decían que aquella mujer era capaz de ver el hilo rojo del destino.

Luna: Ese hilo invisible que une para siempre a dos almas destinadas a encontrarse.

Amadeo: Un hilo que puede tensarse o aflojarse, pero jamás romperse.

Luna: El joven pidió a la bruja que le llevara al otro extremo de su hilo.

Amadeo: Quería ver con sus propios ojos a la mujer que algún día sería su esposa.

Luna: La bruja lo condujo al mercado, entre cestos de fruta, barro y humo.

Amadeo: Allí, entre los tenderetes, vieron a una joven campesina. Sostenía a su bebé entre los brazos.

Luna: "Aquí termina tu hilo", le susurró la bruja al oído.

Amadeo: El joven se quedó helado. No podía ser. ¡Era una plebeya harapienta!

Luna: Enfurecido, empujó con desprecio a la madre, haciendo que el bebé cayera al suelo.

Amadeo: La pequeña se golpeó la frente y comenzó a llorar, con una herida sangrante.

Luna: El príncipe, lleno de rabia, acusó a la bruja de engañarlo y la desterró del reino.

Amadeo: Juró que jamás volvería a verla.

Luna: Con el paso de los años, tuvo romances y amantes, pero ningún amor verdadero.

Amadeo: Empezó a creer que su hilo no llevaba a ningún sitio.

Luna: Hasta que un día, su padre, el emperador, murió.

Amadeo: A sus treinta y cuatro años, el joven por fin ascendió al trono.

Luna: Como era costumbre, debía casarse cuanto antes. Un emperador sin esposa era mal visto.

Amadeo: Sus consejeros le hablaron de la hija de un gran guerrero.

Luna: Una mujer valiente, hermosa, hija de un general que había formado un poderoso ejército.

Amadeo: La alianza era perfecta. Aceptó sin pensarlo. Y ordenó que empezaran los preparativos.

Luna: El gran día llegó. Las columnas del palacio se adornaron con seda, flores y música.

Amadeo: El emperador esperaba con impaciencia ver el rostro de su futura esposa.

Luna: Ella entró en la sala cubierta con un velo blanco, caminando lentamente hacia él.

Amadeo: Cuando estuvieron frente a frente, él levantó el velo con suavidad.

Luna: Entonces... sintió un escalofrío.

Amadeo: La mujer tenía una cicatriz en la frente. Pequeña. Antigua. Justo donde recordaba.

Luna: El tiempo se detuvo. El hilo rojo, silencioso, vibraba entre ellos.

Amadeo: Era la niña. La hija de la campesina a la que años atrás había despreciado.

Luna: El destino no se había roto. Solo había esperado su momento.

Amadeo: Y allí, ante todos, el joven comprendió... que el hilo rojo jamás se equivoca.
Amadeo: Dicen que un hilo rojo invisible conecta a quienes están destinados a encontrarse.

Luna: No importa el tiempo, el lugar, ni las circunstancias.

Amadeo: El hilo puede estirarse... tensarse... enredarse.

Luna: Pero jamás se rompe.

Amadeo: Cuenta la leyenda que este hilo nace atado al dedo meñique.

Luna: Y que, desde ese instante, dos almas quedan unidas para siempre.

Amadeo: Aunque pasen años sin verse.

Luna: Aunque vivan en extremos opuestos del mundo.

Amadeo: Aunque sus vidas tomen caminos diferentes.

Luna: Si están conectados por el hilo rojo... algún día se encontrarán.

Amadeo: En la hora más insospechada.

Luna: En el lugar menos pensado.

Amadeo: Como si el universo diera un suave tirón...

Luna: ...para acercar sus destinos.

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