Escuchar "La leyenda del hilo rojo CON LUNA LONGORIA"
Síntesis del Episodio
La leyenda del hilo rojo
Amadeo: Cuentan que existió, hace muchos siglos, un joven príncipe heredero al trono.
Luna: Era caprichoso, altivo, y quería conocer su futuro antes de tiempo.
Amadeo: Soñaba con reinar sobre todo el Imperio. Y con saber quién sería su esposa.
Luna: El día que cumplió doce años, mandó llamar a una bruja que vivía en lo más profundo del bosque.
Amadeo: Decían que aquella mujer era capaz de ver el hilo rojo del destino.
Luna: Ese hilo invisible que une para siempre a dos almas destinadas a encontrarse.
Amadeo: Un hilo que puede tensarse o aflojarse, pero jamás romperse.
Luna: El joven pidió a la bruja que le llevara al otro extremo de su hilo.
Amadeo: Quería ver con sus propios ojos a la mujer que algún día sería su esposa.
Luna: La bruja lo condujo al mercado, entre cestos de fruta, barro y humo.
Amadeo: Allí, entre los tenderetes, vieron a una joven campesina. Sostenía a su bebé entre los brazos.
Luna: "Aquí termina tu hilo", le susurró la bruja al oído.
Amadeo: El joven se quedó helado. No podía ser. ¡Era una plebeya harapienta!
Luna: Enfurecido, empujó con desprecio a la madre, haciendo que el bebé cayera al suelo.
Amadeo: La pequeña se golpeó la frente y comenzó a llorar, con una herida sangrante.
Luna: El príncipe, lleno de rabia, acusó a la bruja de engañarlo y la desterró del reino.
Amadeo: Juró que jamás volvería a verla.
Luna: Con el paso de los años, tuvo romances y amantes, pero ningún amor verdadero.
Amadeo: Empezó a creer que su hilo no llevaba a ningún sitio.
Luna: Hasta que un día, su padre, el emperador, murió.
Amadeo: A sus treinta y cuatro años, el joven por fin ascendió al trono.
Luna: Como era costumbre, debía casarse cuanto antes. Un emperador sin esposa era mal visto.
Amadeo: Sus consejeros le hablaron de la hija de un gran guerrero.
Luna: Una mujer valiente, hermosa, hija de un general que había formado un poderoso ejército.
Amadeo: La alianza era perfecta. Aceptó sin pensarlo. Y ordenó que empezaran los preparativos.
Luna: El gran día llegó. Las columnas del palacio se adornaron con seda, flores y música.
Amadeo: El emperador esperaba con impaciencia ver el rostro de su futura esposa.
Luna: Ella entró en la sala cubierta con un velo blanco, caminando lentamente hacia él.
Amadeo: Cuando estuvieron frente a frente, él levantó el velo con suavidad.
Luna: Entonces... sintió un escalofrío.
Amadeo: La mujer tenía una cicatriz en la frente. Pequeña. Antigua. Justo donde recordaba.
Luna: El tiempo se detuvo. El hilo rojo, silencioso, vibraba entre ellos.
Amadeo: Era la niña. La hija de la campesina a la que años atrás había despreciado.
Luna: El destino no se había roto. Solo había esperado su momento.
Amadeo: Y allí, ante todos, el joven comprendió... que el hilo rojo jamás se equivoca.
Amadeo: Dicen que un hilo rojo invisible conecta a quienes están destinados a encontrarse.
Luna: No importa el tiempo, el lugar, ni las circunstancias.
Amadeo: El hilo puede estirarse... tensarse... enredarse.
Luna: Pero jamás se rompe.
Amadeo: Cuenta la leyenda que este hilo nace atado al dedo meñique.
Luna: Y que, desde ese instante, dos almas quedan unidas para siempre.
Amadeo: Aunque pasen años sin verse.
Luna: Aunque vivan en extremos opuestos del mundo.
Amadeo: Aunque sus vidas tomen caminos diferentes.
Luna: Si están conectados por el hilo rojo... algún día se encontrarán.
Amadeo: En la hora más insospechada.
Luna: En el lugar menos pensado.
Amadeo: Como si el universo diera un suave tirón...
Luna: ...para acercar sus destinos.
Amadeo: Cuentan que existió, hace muchos siglos, un joven príncipe heredero al trono.
Luna: Era caprichoso, altivo, y quería conocer su futuro antes de tiempo.
Amadeo: Soñaba con reinar sobre todo el Imperio. Y con saber quién sería su esposa.
Luna: El día que cumplió doce años, mandó llamar a una bruja que vivía en lo más profundo del bosque.
Amadeo: Decían que aquella mujer era capaz de ver el hilo rojo del destino.
Luna: Ese hilo invisible que une para siempre a dos almas destinadas a encontrarse.
Amadeo: Un hilo que puede tensarse o aflojarse, pero jamás romperse.
Luna: El joven pidió a la bruja que le llevara al otro extremo de su hilo.
Amadeo: Quería ver con sus propios ojos a la mujer que algún día sería su esposa.
Luna: La bruja lo condujo al mercado, entre cestos de fruta, barro y humo.
Amadeo: Allí, entre los tenderetes, vieron a una joven campesina. Sostenía a su bebé entre los brazos.
Luna: "Aquí termina tu hilo", le susurró la bruja al oído.
Amadeo: El joven se quedó helado. No podía ser. ¡Era una plebeya harapienta!
Luna: Enfurecido, empujó con desprecio a la madre, haciendo que el bebé cayera al suelo.
Amadeo: La pequeña se golpeó la frente y comenzó a llorar, con una herida sangrante.
Luna: El príncipe, lleno de rabia, acusó a la bruja de engañarlo y la desterró del reino.
Amadeo: Juró que jamás volvería a verla.
Luna: Con el paso de los años, tuvo romances y amantes, pero ningún amor verdadero.
Amadeo: Empezó a creer que su hilo no llevaba a ningún sitio.
Luna: Hasta que un día, su padre, el emperador, murió.
Amadeo: A sus treinta y cuatro años, el joven por fin ascendió al trono.
Luna: Como era costumbre, debía casarse cuanto antes. Un emperador sin esposa era mal visto.
Amadeo: Sus consejeros le hablaron de la hija de un gran guerrero.
Luna: Una mujer valiente, hermosa, hija de un general que había formado un poderoso ejército.
Amadeo: La alianza era perfecta. Aceptó sin pensarlo. Y ordenó que empezaran los preparativos.
Luna: El gran día llegó. Las columnas del palacio se adornaron con seda, flores y música.
Amadeo: El emperador esperaba con impaciencia ver el rostro de su futura esposa.
Luna: Ella entró en la sala cubierta con un velo blanco, caminando lentamente hacia él.
Amadeo: Cuando estuvieron frente a frente, él levantó el velo con suavidad.
Luna: Entonces... sintió un escalofrío.
Amadeo: La mujer tenía una cicatriz en la frente. Pequeña. Antigua. Justo donde recordaba.
Luna: El tiempo se detuvo. El hilo rojo, silencioso, vibraba entre ellos.
Amadeo: Era la niña. La hija de la campesina a la que años atrás había despreciado.
Luna: El destino no se había roto. Solo había esperado su momento.
Amadeo: Y allí, ante todos, el joven comprendió... que el hilo rojo jamás se equivoca.
Amadeo: Dicen que un hilo rojo invisible conecta a quienes están destinados a encontrarse.
Luna: No importa el tiempo, el lugar, ni las circunstancias.
Amadeo: El hilo puede estirarse... tensarse... enredarse.
Luna: Pero jamás se rompe.
Amadeo: Cuenta la leyenda que este hilo nace atado al dedo meñique.
Luna: Y que, desde ese instante, dos almas quedan unidas para siempre.
Amadeo: Aunque pasen años sin verse.
Luna: Aunque vivan en extremos opuestos del mundo.
Amadeo: Aunque sus vidas tomen caminos diferentes.
Luna: Si están conectados por el hilo rojo... algún día se encontrarán.
Amadeo: En la hora más insospechada.
Luna: En el lugar menos pensado.
Amadeo: Como si el universo diera un suave tirón...
Luna: ...para acercar sus destinos.
ZARZA Somos ZARZA, la firma de prestigio que esta detras de los grandes proyectos en tecnología de la información.