Escuchar "Sissel Tolaas la cazadora y diseñadora de olores"
Síntesis del Episodio
Sissel Tolaas la cazadora y diseñadora de olores
El estudio de Sissel Tolaas se encuentra en un tranquilo barrio residencial de Berlín.
El petricor es el olor que produce la lluvia cuando cae en tierra seca.
Es la molécula más antigua que existe y dispara la serotonina.
Por eso se usa con fines terapéuticos.
Es uno de los olores que usa esta artista.
Lo empleó en un desfile de moda.
La gente percibió que estaba oliendo una antigua y familiar molécula olfatoria.
Tolaas es como una historiadora de los olores.
Una eminencia de la investigación olfativa reconocida por igual en ámbitos científicos, en el mundo de la moda, del marketing o en instituciones artísticas.
Recolecta moléculas reales y luego las sintetiza para recrear olores.
Olores del poder a base de antiséptico, sangre, gasolina y dinero.
Hasta olores de la infancia en un pequeño pueblo pesquero.
Incluso llegó a concebir un queso a partir de las bacterias de una bota de fútbol, usada por David Beckham.
Ha montado instalaciones en busca de olores de plantas extintas.
Y ha encapsulado el olor de la violencia o el miedo a través del sudor.
Una vez reprodujo el hedor de las trincheras de la primera guerra mundial para el museo de historia militar de Dresde.
Caballos, excrementos, barro o pólvora dispersos por el ambiente.
En otro encargo soltó una molécula que desata el llanto, en la sala de turbinas de la Tate Modern de Londres.
La artista noruega concibe esos espacios como un organismo que respira.
Y la sala de aire acondicionado son sus pulmones.
Las moléculas del olor son el alfabeto del aire.
Nos permiten contar historias íntimas y sensoriales, más allá del lenguaje visual y verbal.
Tolaas se vale del aire como conducto para narrar esas historias.
Se formó en química orgánica, lingüística y artes visuales.
En su laboratorio ha archivado más de 20.000 muestras de olores recogidas a lo largo de 3 décadas.
Anaqueles repletos de pequeños frascos con su ficha técnica.
Ahora está experimentando con el creador visual Nick Knight.
Y ha conseguido rocas de diamante negro en bruto provenientes de las profundidades de las minas del mar del norte.
Una de sus especias más caras es la vainilla en crudo de Madagascar.
Dice que transmite propiedades afrodisiacas.
Los humanos tenemos 400 receptores olfativos, los perros 900 y los elefantes 2.000.
No nos olvidemos de nuestro sentido del olfato, que es esencial para la supervivencia, la memoria o los recuerdos.
La experta ha desarrollado sus propias máquinas de extracción molecular.
A partir de los años treinta el marketing empezó a adueñarse de los olores sintéticos.
Con sus desodorantes y aromas en las grandes superficies.
Aunque vivamos en la era de las pantallas y de la imagen, el olor siempre estará ahí.
El sentido del olfato es el más primitivo de todos y está conectado directamente con las emociones y la memoria.
Un simple olor nos puede transportar a la infancia o a otros lugares con más fuerza que una fotografía o una canción.
El marketing usa el ‘scent branding’.
Unas fragancias diseñadas para asociar un olor concreto a una marca.
Los olores sintéticos actuales no se limitan a los de las flores o frutas sino que imitan conceptos abstractos.
Existen perfumes que incorporan notas sintéticas inspiradas en la madera quemada, el hierro oxidado o la electricidad.
Estos olores sintéticos se pueden utilizar en ciertas terapias para mejorar la concentración o para relajarnos.
En el futuro, acompañarán a la realidad virtual permitiendo que las experiencias de inmersión sean más completas.
El estudio de Sissel Tolaas se encuentra en un tranquilo barrio residencial de Berlín.
El petricor es el olor que produce la lluvia cuando cae en tierra seca.
Es la molécula más antigua que existe y dispara la serotonina.
Por eso se usa con fines terapéuticos.
Es uno de los olores que usa esta artista.
Lo empleó en un desfile de moda.
La gente percibió que estaba oliendo una antigua y familiar molécula olfatoria.
Tolaas es como una historiadora de los olores.
Una eminencia de la investigación olfativa reconocida por igual en ámbitos científicos, en el mundo de la moda, del marketing o en instituciones artísticas.
Recolecta moléculas reales y luego las sintetiza para recrear olores.
Olores del poder a base de antiséptico, sangre, gasolina y dinero.
Hasta olores de la infancia en un pequeño pueblo pesquero.
Incluso llegó a concebir un queso a partir de las bacterias de una bota de fútbol, usada por David Beckham.
Ha montado instalaciones en busca de olores de plantas extintas.
Y ha encapsulado el olor de la violencia o el miedo a través del sudor.
Una vez reprodujo el hedor de las trincheras de la primera guerra mundial para el museo de historia militar de Dresde.
Caballos, excrementos, barro o pólvora dispersos por el ambiente.
En otro encargo soltó una molécula que desata el llanto, en la sala de turbinas de la Tate Modern de Londres.
La artista noruega concibe esos espacios como un organismo que respira.
Y la sala de aire acondicionado son sus pulmones.
Las moléculas del olor son el alfabeto del aire.
Nos permiten contar historias íntimas y sensoriales, más allá del lenguaje visual y verbal.
Tolaas se vale del aire como conducto para narrar esas historias.
Se formó en química orgánica, lingüística y artes visuales.
En su laboratorio ha archivado más de 20.000 muestras de olores recogidas a lo largo de 3 décadas.
Anaqueles repletos de pequeños frascos con su ficha técnica.
Ahora está experimentando con el creador visual Nick Knight.
Y ha conseguido rocas de diamante negro en bruto provenientes de las profundidades de las minas del mar del norte.
Una de sus especias más caras es la vainilla en crudo de Madagascar.
Dice que transmite propiedades afrodisiacas.
Los humanos tenemos 400 receptores olfativos, los perros 900 y los elefantes 2.000.
No nos olvidemos de nuestro sentido del olfato, que es esencial para la supervivencia, la memoria o los recuerdos.
La experta ha desarrollado sus propias máquinas de extracción molecular.
A partir de los años treinta el marketing empezó a adueñarse de los olores sintéticos.
Con sus desodorantes y aromas en las grandes superficies.
Aunque vivamos en la era de las pantallas y de la imagen, el olor siempre estará ahí.
El sentido del olfato es el más primitivo de todos y está conectado directamente con las emociones y la memoria.
Un simple olor nos puede transportar a la infancia o a otros lugares con más fuerza que una fotografía o una canción.
El marketing usa el ‘scent branding’.
Unas fragancias diseñadas para asociar un olor concreto a una marca.
Los olores sintéticos actuales no se limitan a los de las flores o frutas sino que imitan conceptos abstractos.
Existen perfumes que incorporan notas sintéticas inspiradas en la madera quemada, el hierro oxidado o la electricidad.
Estos olores sintéticos se pueden utilizar en ciertas terapias para mejorar la concentración o para relajarnos.
En el futuro, acompañarán a la realidad virtual permitiendo que las experiencias de inmersión sean más completas.
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