Escuchar "Domingo Segundo del Tiempo De Cuaresma, Ciclo C. Lecturas Bíblicas"
Síntesis del Episodio
• Gn 15, 5-12. 17-18. Dios hace alianza con Abrahán, el creyente.
• Sal 26. El Señor es mi luz y mi salvación.
• Flp 3, 17-4, 1. Cristo nos transformará, según el modelo de su cuerpo glorioso.
• Lc 9, 28b-36. Mientras oraba, el aspecto de su rostro cambió.
San Beda, comentando el pasaje del Evangelio de la Misa, dice que el Señor, "en una piadosa permisión, les permitió, (a Pedro, a Santiago y a Juan), gozar durante un tiempo muy corto la contemplación de la felicidad que dura siempre, para hacerles sobrellevar con mayor fortaleza la adversidad". El recuerdo de aquellos momentos junto al Señor en el monte fue sin duda una gran ayuda en tantas situaciones difíciles de la vida de estos tres Apóstoles.
La existencia de los hombres es un caminar hacia el Cielo, nuestra morada. Caminar en ocasiones áspero y dificultoso, porque con frecuencia hemos de ir contra corriente y tendremos que luchar con muchos enemigos de dentro de nosotros mismos y de fuera. Pero quiere el Señor confortarnos con la esperanza del Cielo, de modo especial en los momentos más duros o cuando la flaqueza de nuestra condición se hace más patente: "A la hora de la tentación piensa en el Amor que en el cielo te aguarda: fomenta la virtud de la esperanza, que no es falta de generosidad". Allí "todo es reposo, alegría y regocijo; todo serenidad y calma, todo paz, resplandor y luz. Y no luz como ésta de que gozamos ahora y que, comparada con aquélla, no pasa de ser como una lámpara junto al sol. Porque allí no hay noche, ni tarde, ni frío, ni calor, ni mudanza alguna en el modo de ser, sino un estado tal que sólo lo entienden quienes son dignos de gozarlo. No hay allí vejez, ni achaques, ni nada que semeje corrupción, porque es el lugar y aposento de la gloria inmortal.
"Y por encima de todo ello, el trato y goce sempiterno de Cristo, de los ángeles, todos perpetuamente en un sentir común, sin temor a Satanás ni a las asechanzas del demonio ni a las amenazas del infierno o de la muerte".
• Sal 26. El Señor es mi luz y mi salvación.
• Flp 3, 17-4, 1. Cristo nos transformará, según el modelo de su cuerpo glorioso.
• Lc 9, 28b-36. Mientras oraba, el aspecto de su rostro cambió.
San Beda, comentando el pasaje del Evangelio de la Misa, dice que el Señor, "en una piadosa permisión, les permitió, (a Pedro, a Santiago y a Juan), gozar durante un tiempo muy corto la contemplación de la felicidad que dura siempre, para hacerles sobrellevar con mayor fortaleza la adversidad". El recuerdo de aquellos momentos junto al Señor en el monte fue sin duda una gran ayuda en tantas situaciones difíciles de la vida de estos tres Apóstoles.
La existencia de los hombres es un caminar hacia el Cielo, nuestra morada. Caminar en ocasiones áspero y dificultoso, porque con frecuencia hemos de ir contra corriente y tendremos que luchar con muchos enemigos de dentro de nosotros mismos y de fuera. Pero quiere el Señor confortarnos con la esperanza del Cielo, de modo especial en los momentos más duros o cuando la flaqueza de nuestra condición se hace más patente: "A la hora de la tentación piensa en el Amor que en el cielo te aguarda: fomenta la virtud de la esperanza, que no es falta de generosidad". Allí "todo es reposo, alegría y regocijo; todo serenidad y calma, todo paz, resplandor y luz. Y no luz como ésta de que gozamos ahora y que, comparada con aquélla, no pasa de ser como una lámpara junto al sol. Porque allí no hay noche, ni tarde, ni frío, ni calor, ni mudanza alguna en el modo de ser, sino un estado tal que sólo lo entienden quienes son dignos de gozarlo. No hay allí vejez, ni achaques, ni nada que semeje corrupción, porque es el lugar y aposento de la gloria inmortal.
"Y por encima de todo ello, el trato y goce sempiterno de Cristo, de los ángeles, todos perpetuamente en un sentir común, sin temor a Satanás ni a las asechanzas del demonio ni a las amenazas del infierno o de la muerte".