Escuchar "Domingo 11 del Tiempo Ordinario, Ciclo C. Lecturas Biblicas"
Síntesis del Episodio
• 2S 12, 7-10. 13. El Señor ha perdonado ya tu pecado, no morirás.
• Sal 31. Perdona, Señor, mi culpa y mi pecado.
• Ga 2, 16. 19-21. Vivo, pero no soy yo, es Cristo quien vive en mí.
• Lc 7, 36-8, 3. Sus muchos pecados están perdonados, porque tiene mucho amor.
La humildad nos permite ver la gran deuda que tenemos contraída con nuestro Señor y sentir la radical insuficiencia personal, que nos lleva a pedir perdón a Dios muchas veces al día por las cosas que no marchan bien en nuestra vida, al menos todo lo bien que deberían ir. Así, las muchas faltas llevan a amar mucho; las pocas, a dar gracias a Dios, que con su amor nos impidió caer. Si vivimos de este modo, siendo sinceros con nosotros mismos, no tendremos motivo para constituirnos en jueces de los defectos de aquellos con quienes convivimos.
Si éste fuera profeta, sabría con certeza quién y qué clase de mujeres... La caridad y la humildad nos enseñan a ver en las faltas y pecados de otros nuestra propia condición débil y desvalida, y nos ayudan a unirnos de corazón al dolor de todo pecador que se arrepiente, porque también nosotros caeríamos en iguales o peores faltas si la misericordia del Señor no nos acompañara.
"El Señor, concluye San Ambrosio, amó no el ungüento, sino el cariño; agradeció la fe, alabó la humildad. Y tú también, si deseas la gracia, aumenta tu amor; derrama sobre el cuerpo de Jesús tu fe en la Resurrección, el perfume de la Iglesia santa y el ungüento de la caridad de los demás".
Pidamos a la Santísima Virgen, Refugium peccatorum, que nos obtenga de su Hijo un sincero dolor de nuestros pecados y un agradecimiento efectivo por el sacramento de la Penitencia.
• Sal 31. Perdona, Señor, mi culpa y mi pecado.
• Ga 2, 16. 19-21. Vivo, pero no soy yo, es Cristo quien vive en mí.
• Lc 7, 36-8, 3. Sus muchos pecados están perdonados, porque tiene mucho amor.
La humildad nos permite ver la gran deuda que tenemos contraída con nuestro Señor y sentir la radical insuficiencia personal, que nos lleva a pedir perdón a Dios muchas veces al día por las cosas que no marchan bien en nuestra vida, al menos todo lo bien que deberían ir. Así, las muchas faltas llevan a amar mucho; las pocas, a dar gracias a Dios, que con su amor nos impidió caer. Si vivimos de este modo, siendo sinceros con nosotros mismos, no tendremos motivo para constituirnos en jueces de los defectos de aquellos con quienes convivimos.
Si éste fuera profeta, sabría con certeza quién y qué clase de mujeres... La caridad y la humildad nos enseñan a ver en las faltas y pecados de otros nuestra propia condición débil y desvalida, y nos ayudan a unirnos de corazón al dolor de todo pecador que se arrepiente, porque también nosotros caeríamos en iguales o peores faltas si la misericordia del Señor no nos acompañara.
"El Señor, concluye San Ambrosio, amó no el ungüento, sino el cariño; agradeció la fe, alabó la humildad. Y tú también, si deseas la gracia, aumenta tu amor; derrama sobre el cuerpo de Jesús tu fe en la Resurrección, el perfume de la Iglesia santa y el ungüento de la caridad de los demás".
Pidamos a la Santísima Virgen, Refugium peccatorum, que nos obtenga de su Hijo un sincero dolor de nuestros pecados y un agradecimiento efectivo por el sacramento de la Penitencia.