Escuchar "La tranca"
Síntesis del Episodio
INVITACIONES AL TANGO – RELATOS CON TÍTULOS DE TANGOS.
Título: La Tranca
[Tranca, curda: argentinismos que se usan como sinónimos de borrachera, embriaguez]
Piano, música, texto y voz: Jorge Rodolfo Altmann
La Tranca
[Tranca, curda: argentinismos que se usan como sinónimos de borrachera, embriaguez]
La historia del por qué de este tango se remonta a mi niñez de la que jamás logré borrar un cuadro dinámico que se repetía casi diariamente, en las tardecitas veraniegas, allá por la década de 1950. Los pibes de la cuadra nos juntábamos, mediando la caída del sol, en la esquina [Tres de febrero y Valentín Alsina, en Zárate (Provincia de Buenos Aires)] para jugar a la pelota. Las calles por entonces eran de tierra con sendas zanjas donde crecían los pastos y, para poder cruzarlas sin resbalarse cuando llovía, habían hecho - en las cuatro esquinas - bordes y senderos empedrados que, a su vez, nos servían de frontera para la canchita futbolera. A un par de casas de la mía vivía, con la familia del hijo, un hombre muy mayor… qué sé yo, nosotros lo veíamos viejo. Casi todas las tardes, a eso de las 18:00, enfilaba al bar del barrio (bar de Branca ubicado al 500 de la calle Dr. Félix Pagola que, por aquél entonces, llamábamos Humberto Primo). A eso de las 20:00 veíamos al viejo venir bien encurdelado tropezando por las veredas de ladrillos (acera norte de la calle Valentín Alsina entre Félix Pagola y 3 de febrero). No hubo casi nochecitas en las que aquel hombre, al cruzar la zanja, no le errara al saltar o tropezara con el paso de piedra y se iba de bruces a los pastos. Éramos muy inocentes y nos causaba risa ese cuadro prácticamente cotidiano; más cuando el hijo y su familia corrían a socorrerlo del trance y, con toda paciencia, lo encaminaban para su casa. Vaya a saberse por qué ese viejo se emborrachaba así. La broma, entre las risotadas, era decirnos “¡guarda con la tranca de Don Tranca!”. A pesar de que jamás el pobre viejo haya molestado a alguien, un día desapareció del barrio y las noches estivales de la niñez quedaron – digamos – vacías… ausentes pues, con el paso del tiempo, aquel recuerdo dejaba de ser risueño para convertirse en una anécdota triste.
Con el correr de los años supe que al viejo lo habían internado en el Asilo de Ancianos del pueblo (Zárate) y ahí terminaron sus días.
Todo este recuerdo me marcó profundamente; llevándome mucho tiempo después (principios de la década de 1990) a componer un tango que describe, musicalmente, el cuadro de aquél pobre hombre que se tambaleaba, caminando serpentino, entre las risas y lágrimas que suelen soltar el alcohol, hasta terminar caído en el fondo de aquella zanja en la que hacíamos bogar barquitos de papel después de un día de lluvia invernal.
El tango lo registré con el título “La Tranca”.
Título: La Tranca
[Tranca, curda: argentinismos que se usan como sinónimos de borrachera, embriaguez]
Piano, música, texto y voz: Jorge Rodolfo Altmann
La Tranca
[Tranca, curda: argentinismos que se usan como sinónimos de borrachera, embriaguez]
La historia del por qué de este tango se remonta a mi niñez de la que jamás logré borrar un cuadro dinámico que se repetía casi diariamente, en las tardecitas veraniegas, allá por la década de 1950. Los pibes de la cuadra nos juntábamos, mediando la caída del sol, en la esquina [Tres de febrero y Valentín Alsina, en Zárate (Provincia de Buenos Aires)] para jugar a la pelota. Las calles por entonces eran de tierra con sendas zanjas donde crecían los pastos y, para poder cruzarlas sin resbalarse cuando llovía, habían hecho - en las cuatro esquinas - bordes y senderos empedrados que, a su vez, nos servían de frontera para la canchita futbolera. A un par de casas de la mía vivía, con la familia del hijo, un hombre muy mayor… qué sé yo, nosotros lo veíamos viejo. Casi todas las tardes, a eso de las 18:00, enfilaba al bar del barrio (bar de Branca ubicado al 500 de la calle Dr. Félix Pagola que, por aquél entonces, llamábamos Humberto Primo). A eso de las 20:00 veíamos al viejo venir bien encurdelado tropezando por las veredas de ladrillos (acera norte de la calle Valentín Alsina entre Félix Pagola y 3 de febrero). No hubo casi nochecitas en las que aquel hombre, al cruzar la zanja, no le errara al saltar o tropezara con el paso de piedra y se iba de bruces a los pastos. Éramos muy inocentes y nos causaba risa ese cuadro prácticamente cotidiano; más cuando el hijo y su familia corrían a socorrerlo del trance y, con toda paciencia, lo encaminaban para su casa. Vaya a saberse por qué ese viejo se emborrachaba así. La broma, entre las risotadas, era decirnos “¡guarda con la tranca de Don Tranca!”. A pesar de que jamás el pobre viejo haya molestado a alguien, un día desapareció del barrio y las noches estivales de la niñez quedaron – digamos – vacías… ausentes pues, con el paso del tiempo, aquel recuerdo dejaba de ser risueño para convertirse en una anécdota triste.
Con el correr de los años supe que al viejo lo habían internado en el Asilo de Ancianos del pueblo (Zárate) y ahí terminaron sus días.
Todo este recuerdo me marcó profundamente; llevándome mucho tiempo después (principios de la década de 1990) a componer un tango que describe, musicalmente, el cuadro de aquél pobre hombre que se tambaleaba, caminando serpentino, entre las risas y lágrimas que suelen soltar el alcohol, hasta terminar caído en el fondo de aquella zanja en la que hacíamos bogar barquitos de papel después de un día de lluvia invernal.
El tango lo registré con el título “La Tranca”.
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