“Los tilos”. Capítulo I

28/06/2021 5 min
“Los tilos”. Capítulo I

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Síntesis del Episodio

Antes de descansar unas semanas y hasta septiembre si Dios quiere, os quiero dejar un recuerdo maravilloso. A lo largo de esta semana os mandaré un cuento dividido en siete capítulos, espero sinceramente que os guste.
El cuento de hoy se titula “Los tilos”. Capítulo I
#cuentosqueteacarician

LOS TILOS
Capítulo I
Hace ya muchos años en un pueblecito cerca de Laponia, en un reino muy al Norte, vivía una familia que tenía dos hijos: Viveca y Mauricio. Los niños eran muy felices pues el pueblo estaba muy cerca del bosque, un bosque de grandes árboles donde los niños se internaban con sus amigos para jugar. Aquel invierno había sido especialmente frío. La nieve cubría los tejados de las casas, las copas de los abetos y todo el suelo de calles y caminos. El tilo que se erguía majestuoso en el centro de pueblo tenía ahora desnudas sus ramas, y parte de su tronco estaba cubierto de nieve. En el bosque se podía escuchar ese silencio que sólo puede oírse cuando un manto de nieve lo cubre, y el lago cercano al pueblo se había transformado en una divertida pista donde los niños se deslizaban patinando alegremente. Viveca y Mauricio habían salido a patinar muy abrigados, con los guantes de lana y el gorro que su abuela les había tejido aquel invierno. Estuvieron toda la mañana patinando con sus amigos Nils y Greta. Tan entretenidos estaban que no se dieron cuenta de que era ya la hora de ir a casa a comer. A Mauricio se le ocurrió acercarse al bosque a buscar piñas para hacer adornos para la fiesta de Santa Lucía, pues ya se acercaba esa festividad en la que los niños llevaban coronas de luz en sus cabezas.
Pasaron mucho rato cogiendo piñas del suelo y jugando, hasta que Viveca se dio cuenta de que el sol estaba ya muy bajo en el horizonte. Alertó a los demás niños y los cuatro comprendieron que habían pasado demasiado tiempo fuera de casa. Ya debería ser muy tarde y sus familias estarían muy preocupadas por ellos. Comenzaron a correr para salir del bosque pero no conseguían encontrar la salida. Una y otra vez, cuando ya creían que estaban en el camino correcto, se daban cuenta de que no reconocían el lugar en el que se encontraban. El frío era tremendo y comenzaban a sentir que sus piernas y pies se quedaban helados. Los cuatro niños se juntaron formando una piña, así se daban calor unos a otros. -"No nos separemos”- se dijeron. Temblaban de frío y de miedo y ya todo era oscuridad a su alrededor. Así pasó un largo tiempo y los niños se fueron quedando dormidos, sentados sobre la nieve unos apoyados en los otros. Viveca despertó en mitad de la noche y allí a lo lejos comenzó a divisar algo.
-¡Mauricio, Mauricio!- gritó la niña.
¡Mira! Mauricio no contestaba, ni tampoco los otros dos niños. Viveca los zarandeó hasta que los despertó y abrieron los ojos. -¡Mirad, mirad!- dijo la niña- allí a lo lejos se ve una luz. Los cuatro corrieron en la dirección de la luz y cuando ya se acercaban se dieron cuenta de que se trataba de una cueva. De ella salía un gran resplandor pero no se escuchaba ningún sonido. Los cuatro se cogieron de la mano y comenzaron a avanzar hacia dentro. Un suave calor que salía de la cueva les hizo sentirse mejor. La entrada se fue ensanchando hasta convertirse en un espacio amplio y redondo en cuyo centro había una gran hoguera. Los niños quedaron asombrados, pues de la hoguera parecía no desprenderse humo alguno y sin embargo ardía sin cesar con gran luz y calor. Comenzaron a mirar a su alrededor con mayor detenimiento. El techo de la cueva estaba tachonado de estrellas. Largo rato estuvieron los niños admirando tal maravilla, hasta que de repente se escuchó el grito de admiración de Mauricio. Todos giraron su rostro hacia él y vieron que miraba fijamente a un lugar de la cueva. Allí descubrieron con asombro que no estaban solos, con ellos se encontraba otro ser. Se trataba de un anciano, un anciano venerable.