Demorar la dicha es innecesario, pues la Voluntad De Dios es que nos salvemos de la interpretación del ego. Pero no podremos escuchar la Voz De Dios a menos que aceptemos la Expiación para nosotros mismos.

Es obvio que el Espíritu Santo nos contempla con Amor y su evaluación sobre nosotros es correcta y está en nuestra mente, al igual que el ego, pero este último no nos ama. Sus percepciones oscilan de la sospecha a la perversidad.

Dos evoluciones completamente opuestas acerca de uno mismo no tienen sentido.

El ego nos considera incapaces de ser amorosos por lo que juzgará como imposible nuestros impulsos amorosos.

No podemos evaluar un sistema demente desde su interior, pero sí podemos abandonarlo y ver su locura desde fuera.

Ahora tenemos esa potestad, pues tenemos que, precisamente, cuestionar todo el sistema de pensamiento, para poder ver la futilidad de los pilares sobre los que descansa, pues al no proceder de Dios, no significa nada.

Si un pensamiento no es digno De Dios, no es digno de nosotros que somos Su Santo Hijo

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