Un gol, cualquier gol, siempre tiene dos caras. El de Capel en mayo de 2010, también. Para los atléticos, este gol liquidaba en sólo cinco minutos las ilusiones de copa y doblete de aquella temporada. Para Diego Capel, su gol al Atleti en la final de Copa le encumbraba al olimpo del sevillismo precisamente ahí, en el Camp Nou, a escasos metros de donde tanto sufrió con doce años cuando se mudó a La Masía. Allí el cuento estuvo a punto de acabarse por la añoranza y tristeza de un Diego que echaba de menos a su familia.

Por suerte para él, para sus padres y para los hinchas del Sevilla, Diego puso el punto y seguido. Regresó a Albox y de ahí a la cantera hispalense donde con dieciseis pegaría el salto definitivo, previa colleja de Cristóbal Soria en la banda para que entrara con pasión. En Sevilla ganó títulos y perdió a un amigo, Antonio Puerta. En Sevilla llegó a internacional, ganó más títulos y decidió que para seguir creciendo debía volver a hacer las maletas y salir de casa.

Así que Capel emigró a Lisboa, luego a Génova y, al tiempo, a Bruselas. Regresó años después a Extremadura para seguir gozando del fútbol, ahora al lado de su amigo José Antonio Reyes. Diego no se olvida de sus charlas en el vestuario ni de la mañana en la que terminaron de entrenar y se despidieron por última vez. Ésa puede ser una de las razones por las que sigue jugando, para homenajear a esos dos amigos que ya no están. La otra, es su pasión por el juego, ese placer por dejar atrás rivales y asistir a sus compañeros. Ahora se abre el mercado de invierno y el rayo encontrará su camino para seguir brillando.

De esto va el capítulo de esta semana. Como siempre, de la vida misma. Hoy, en el Episodio 14 del Sector 321, Diego Capel, un rayo que no cesa.

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