Creo que le envidio. Mucho. Dos de mis sueños más recurrentes ya los conocéis. Uno era haber jugado, aunque sólo fuera un minuto, en el Vicente Calderón con la camiseta del Atleti. El otro, subirme a un escenario y dar un concierto, digamos multitudinario. Él, García Calvo, cumplió los dos. Un grande.


Con José Antonio nos pasó a los atléticos lo que nos está pasando ahora con Llorente o Hermoso o lo que nos pasó un poco antes con Juanfran Torres: que nos comió el corazón rojiblanco a base de trabajo y compromiso. Sin mirar atrás, obrando el milagro de la conversión que, como reconocerá un poco más adelante, tuvo lugar definitivamente en un Atleti 1 - Valladolid 2 bajo la lluvia.


Por aquel entonces ya era un colchonero más jugando con la camiseta de su Pucela. Atrás, muy atrás, quedaba su paso por la Casa Blanca, la que tanto le había dejado y donde coincidiría con una generación de elegidos para el fútbol. Hoy, García Calvo habla como juega: directo, intenso... atento. Está al vino, el rock y el fútbol. Recuerda concentraciones con Torres o Simeone, momentos con Luis y cenas con Gabi o Santi. Está para jugar, porque, como el vino, con los años mejora.

Hoy, en el Episodio 22 del Sector 321, José Antonio García Calvo, uno de los nuestros.

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