La ignorancia política también es un producto en alza; las ataduras psicológicas hacia éste o aquel color, generan una serie de vínculos emocionales, donde las estrategias y posturas de los candidatos, respecto al resto de comerciantes en disputa, van a primar, sobre el producto a ofertar; es decir, el montaje del espectáculo, va a priorizar sobre la racionalidad de los productos. No nos extrañe ver como las elecciones, al final, se vienen ganando a golpe de eslóganes y de carismáticos vendedores, más que de productos racionales.
Seguimos asistiendo a las salpicaduras de aquellos movimientos políticos distintivos, que se centraban en defender determinadas estructuras sociales; esos segmentos de población que eran absorbidos por semejantes corrientes de partidos políticos, fortalecían aún más el proceso distintivo, frente a los otros segmentos sociales. Imaginemos esos partidos políticos, devorándose unos a los otros, a fin de representar y arropar a sus seguidores, por encima del resto; estamos hablando de un verdadero proceso demoledor, generando una serie de fracturas sociales; e incrementando más aún, no solo la distinción partidista, sino la propia clase social; entre tanto, se meten y remeten las frases de igualdad y la de soberanía popular o ciudadana, pero claro, al mismo tiempo, luchando contra todo ello...

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