Valores Optimista hasta la muerte

03/03/2017 1h 3min
Valores Optimista hasta la muerte

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Síntesis del Episodio

Podríamos comenzar, preguntándonos: ¿Qué es lo que distingue a una persona optimista de otra que no lo es? Sencillamente decimos que es su modo de ser entusiasta, dinámico, emprendedor y con los pies bien puestos sobre la tierra.

El optimismo es el valor que nos ayuda a enfrentar las dificultades con buen ánimo y perseverancia, descubriendo lo positivo que tienen las personas y las circunstancias, confiando en las capacidades que nos ha dado el Señor Dios y confiando también en las posibilidades que tenemos con la ayuda del Señor Dios y con la ayuda que nos brindan las puertas que toquemos.

La principal diferencia que existe entre una actitud optimista y su contraparte –el pesimismo- está en el enfoque con que se aprecian las cosas: empeñarte en descubrir inconvenientes y dificultades te provocará apatía y desánimo. El optimismo por su parte, supone hacer ese mismo esfuerzo para encontrar soluciones, ventajas y posibilidades; la diferencia ciertamente, es mínima, pero tan significativa que me invita, te invita a cambiar de una vez por todas la nuestra actitud.

Alcanzar el éxito no siempre es la consecuencia lógica del optimismo, por mucho esfuerzo, empeño y sacrificio que pongas, pues algunas veces las cosas no resultan como deseabas. El optimismo es una actitud permanente de “recomenzar”, de volver al análisis y al estudio de las situaciones para comprender mejor la naturaleza de las fallas, errores y contratiempos, es decir, para mirar más allá de lo que nuestra mirada pesimista nos impide descubrir, sólo así estaremos en condiciones de superarnos y de realizar nuestras metas. Si las cosas no fallaran o nunca nos equivocáramos, no haría falta ser optimistas.

Normalmente la frustración se produce por eso que llamamos fracaso que por cierto habríamos de llamarle tropiezo y saber, que la mayoría de nuestro tropiezos se dan por falta de cuidado y reflexión. ¿Para qué sirve entonces la experiencia? Para aprender, rectificar y estar siempre atentos, usando nuestra capacidad de reflexión, más que los impulsos.