Escuchar "Valores A pesar de todo ¡Persevera!"
Síntesis del Episodio
Comenzar algo siempre nos llena de entusiasmo. Un nuevo trabajo, un nuevo proyecto, una nueva relación trae consigo esperanzas y expectativas. En realidad poner “la primera piedra” de un edificio es relativamente sencillo. Pero poner “la última piedra” no es tan fácil.
El poner la última piedra es un valor que nos enseña la importancia de terminar lo que emprendemos y no dejarlo a medias nunca, a pesar de que puedan surgir dificultades y cansancio. Cuando termina un año, se da un doble fenómeno: el de la alegría de comenzar un nuevo ciclo, pero en cierta forma también un poco la tristeza de ver que no terminamos todo lo que nos propusimos.
No podemos permitir que el desánimo, el desaliento o la tristeza nos impidan actuar. Los grandes proyectos, lo que vale la pena, lo bueno, requieren de un trabajo constante. Las grandes obras se componen de pequeños esfuerzos que se realizan todos los días. Pero también es importante sentarse a meditar, qué quiero lograr y qué rumbo necesito tomar para alcanzarlo. Si no tengo la constancia la lucha diaria de construir las cosas grandes con pequeños detalles, me quedaré, te quedarás colocando primeras piedras, pero no acabaremos nuestras obras.
Poner la última piedra es la culminación que nos brinda una gran satisfacción y una conciencia serena. Quienes siempre emprenden pero nunca terminan acaban desanimándose y llegando a un conformismo mediocre que no es sano, porque surge en el interior lo que muchos llaman “frustración”. Hemos dicho en otras ocasiones, que el fracaso en realidad, no existe más que en la mente.
Para poner últimas piedras, necesitas conocer tus capacidades y defectos. Todos los seres humanos tenemos limitaciones que vamos conociendo con el paso del tiempo. Un joven es mucho más soñador que un adulto. Los jóvenes con frecuencia se establecen metas demasiado altas, poco de acuerdo a sus posibilidades reales. Por el contrario, a veces las personas mayores tienden a ser más pesimistas, pues se han dado cuenta de que la vida no es tan sencilla y que los sueños son difíciles de materializar. Pero ninguna de las dos actitudes es sana: ni la del joven que no mide sus posibilidades, ni la del adulto que deja de soñar. Tener una actitud equilibrada significa plantearnos metas un poco mayores de lo que sabemos que podemos hacer, y asegurarnos de poner la última piedra. Y una vez que lo logremos, volver a empezar haciendo planes, proyectos y fijándonos nuevas metas, cada vez más altas.
El poner la última piedra es un valor que nos enseña la importancia de terminar lo que emprendemos y no dejarlo a medias nunca, a pesar de que puedan surgir dificultades y cansancio. Cuando termina un año, se da un doble fenómeno: el de la alegría de comenzar un nuevo ciclo, pero en cierta forma también un poco la tristeza de ver que no terminamos todo lo que nos propusimos.
No podemos permitir que el desánimo, el desaliento o la tristeza nos impidan actuar. Los grandes proyectos, lo que vale la pena, lo bueno, requieren de un trabajo constante. Las grandes obras se componen de pequeños esfuerzos que se realizan todos los días. Pero también es importante sentarse a meditar, qué quiero lograr y qué rumbo necesito tomar para alcanzarlo. Si no tengo la constancia la lucha diaria de construir las cosas grandes con pequeños detalles, me quedaré, te quedarás colocando primeras piedras, pero no acabaremos nuestras obras.
Poner la última piedra es la culminación que nos brinda una gran satisfacción y una conciencia serena. Quienes siempre emprenden pero nunca terminan acaban desanimándose y llegando a un conformismo mediocre que no es sano, porque surge en el interior lo que muchos llaman “frustración”. Hemos dicho en otras ocasiones, que el fracaso en realidad, no existe más que en la mente.
Para poner últimas piedras, necesitas conocer tus capacidades y defectos. Todos los seres humanos tenemos limitaciones que vamos conociendo con el paso del tiempo. Un joven es mucho más soñador que un adulto. Los jóvenes con frecuencia se establecen metas demasiado altas, poco de acuerdo a sus posibilidades reales. Por el contrario, a veces las personas mayores tienden a ser más pesimistas, pues se han dado cuenta de que la vida no es tan sencilla y que los sueños son difíciles de materializar. Pero ninguna de las dos actitudes es sana: ni la del joven que no mide sus posibilidades, ni la del adulto que deja de soñar. Tener una actitud equilibrada significa plantearnos metas un poco mayores de lo que sabemos que podemos hacer, y asegurarnos de poner la última piedra. Y una vez que lo logremos, volver a empezar haciendo planes, proyectos y fijándonos nuevas metas, cada vez más altas.
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