Mientras tú sigas quejándote, lamentándote, murmurando estacionándote en la negatividad, tú no podrás alcanzar la victoria de la paz, de la alegría verdadera, de la humildad que sana y que restaura aún lo que parecía imposible restaurar. Tú tienes qué vencer esa tentación de hablar sin más, de hablar sin antes haber orado, de hablar porque sí, de hablar por hablar.

Cuando tengas el deseo de agarrar el teléfono para quejarte, o cuando tengas el deseo de correr con no se quién para quejarte, mejor cuelga la bocina y dobla tus rodillas, póstrate hasta el suelo y dale gloria a Dios por todo lo que pasa, bendícelo, grítale: “¡Padre, ayúdame, ayúdame, ayúdame que aquí estoy adorándote, bendiciéndote, creyendo en ti porque tú eres mi auxilio y mi refugio, el Dios que me salva y me protege”.

Yo no se cuál sea tu circunstancia hoy pero lo que sí se es que también yo por ahí he pasado y se por experiencia que Dios no te va a dejar, ni te va a rechazar. Él no te va a dejar, no importa cómo hoy tú veas a tu familia o a tu jefe o a tus amigos. No importa cómo hoy tú veas tus finanzas, tu salud, Dios no te va a dejar. Él lo dijo en su Palabra y lo va a cumplir. Él dijo: “Yo estaré contigo todos los días de tu vida hasta el fin del mundo”.

Silencio es lo que necesitas. Callar es lo que necesitas, por eso el Señor dice en su Palabra: “Estén quietos y reconozcan que Yo soy Dios” y el salmista dice: “Contémplalo en el silencio y quedarás radiante”.

Ver todos los episodios