Hay sustancias químicas para la ira, para la tristeza, para ser víctimas, para la lujuria etc. Hay sustancias químicas para cada estado emocional que tenemos.

Cuando vivimos ese estado emocional en el cuerpo, o en el cerebro, el hipotálamo, al instante, crea el péptido y lo vierte en la sangre a través de la hipófisis. En cuanto llega a la sangre recorre diferentes centros o partes del cuerpo.

Por otro lado, cada célula del cuerpo tiene receptores de la membrana. Una célula puede tener miles de receptores en su superficie que se abren al mundo exterior. Entonces, cuando un péptido se acopla a una célula, es como una llave que entra en una cerradura. Se ubica en la superficie del receptor y se fija ahí y activa al receptor como un timbre que llama a la puerta. “Din dong”, y así, envía una señal a la célula y ¡Voalá! ….nos llega la señal de: ¡Es hora de festejar! como sería en el caso de una boda, o ¡Es hora de llorar! como sería en el caso de un divorcio) etc., etc.

Lo que pasa cuando somos adultos es que la mayoría hemos decidido mal y vivimos en un estado de desapego emocional o vivimos como si hoy fuera ayer, y mezclamos todo y nos salimos de la realidad. Y la más grande realidad es que Dios vive en ti, que te tienes a ti mismo, a ti misma, con la más grande capacidad para ser feliz, para vivir esta vida sabiamente, como la vivió Jesús el Señor.

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