Verdad: Mediante la recepción del Espíritu en el bautismo los creyentes han llegado a formar una unidad misteriosa, mística. En Cristo las antiguas diferencias de raza o estado ya no tienen sentido, pues el objetivo último es siempre la unidad. Que no haya escisión en el cuerpo y que todos los miembros se sientan solidarios unos de otros, pues todos son importantes y no se puede prescindir de ninguno. El elenco de dones no es homogéneo. Es evidente la diversidad y la riqueza de dones del Espíritu en la comunidad y lo absurdo que resulta pretender tener la exclusiva de esos dones frente a otros. Al realizar cada uno su propia misión, actúa como un miembro vivo de todo el organismo, de todo el cuerpo. Hay una diferencia notable entre las demás religiones y el cristianismo. En las demás, el hombre va en busca de Dios. En el cristianismo es Dios el que busca al hombre. Y el evangelio de hoy es una prueba fehaciente de ello. Es Jesús el que se acerca a la viuda, para consolarla, para darle ánimo: “No llores”, para solidarizarse con su dolor, pero, sobre todo, para devolverle la razón de su existencia: la vida de su hijo. De la misma forma, hoy Él sigue haciéndose presente en nuestras vidas para devolvernos la alegría, la esperanza, la ilusión de lo nuevo y lo mejor. Sólo espera que le abramos el corazón y escuchemos su voz.

Ver todos los episodios