Escuchar "Mónica Gae - Feliz vida..."
Síntesis del Episodio
Sonríe.
Esa debió ser mi primera palabra
de las veces que me lo han dicho.
Ella me enseñó a soñar,
a volar con los ojos abiertos
y a dormir escuchando su voz
porque os juro que no existe una más dulce que la suya.
Aprendí a saltar antes que a caminar
porque mis padres eran columpio además de padres
y yo una niña convencida
de que nada podría hacerme daño
mientras fueran ellos quienes me curasen las heridas
al volver a casa.
De mi padre aprendí
que ser adulto no significa dejar de ser un niño
que el deporte es la única droga sana
y que nunca es tarde para subirse a un avión
si al aterrizar te espera el amor de tu vida.
Y qué vida, papá.
Y qué suerte, mamá.
Recuerdo una época, en el colegio,
en que siempre llegaba a casa llorando
porque un día me preguntaron a quién quería más
y yo no era capaz de pronunciar un nombre sin pronunciar el otro.
Creo que nunca he llorado por nada más bonito que eso.
Ellos son la mezcla perfecta de ternura y cariño
de responsabilidad y sacrificio
de “no te preocupes, que todo va a ir bien
porque cuando estamos los cuatro en casa
en el mundo se paran las guerras
y todo importa un poco menos”
Yo de mayor quiero ser como vosotros.
Ojalá recordase lo primero que vieron mis ojos
porque sé que además de vosotros
lo vi a él.
un aliado de por vida
un hermano por el que daría la mía
un abrazo eterno que intentó enseñarme a hablar
sin siquiera saber él pronunciar las eses
y os juro que nunca sabré cómo agradeceros eso.
Ahora ya me visto sola
pero no creáis que demasiado bien
me curo las heridas sola
aunque escuezan un poco más
y a veces, hasta como verduras.
Pero sigo sintiéndome como esa niña
de tres años incapaz de dividir su corazón en dos
cada vez que vuelvo a casa.
Feliz día de vosotros, porque no concibo el uno, sin el otro.
Mónica Gae.
Esa debió ser mi primera palabra
de las veces que me lo han dicho.
Ella me enseñó a soñar,
a volar con los ojos abiertos
y a dormir escuchando su voz
porque os juro que no existe una más dulce que la suya.
Aprendí a saltar antes que a caminar
porque mis padres eran columpio además de padres
y yo una niña convencida
de que nada podría hacerme daño
mientras fueran ellos quienes me curasen las heridas
al volver a casa.
De mi padre aprendí
que ser adulto no significa dejar de ser un niño
que el deporte es la única droga sana
y que nunca es tarde para subirse a un avión
si al aterrizar te espera el amor de tu vida.
Y qué vida, papá.
Y qué suerte, mamá.
Recuerdo una época, en el colegio,
en que siempre llegaba a casa llorando
porque un día me preguntaron a quién quería más
y yo no era capaz de pronunciar un nombre sin pronunciar el otro.
Creo que nunca he llorado por nada más bonito que eso.
Ellos son la mezcla perfecta de ternura y cariño
de responsabilidad y sacrificio
de “no te preocupes, que todo va a ir bien
porque cuando estamos los cuatro en casa
en el mundo se paran las guerras
y todo importa un poco menos”
Yo de mayor quiero ser como vosotros.
Ojalá recordase lo primero que vieron mis ojos
porque sé que además de vosotros
lo vi a él.
un aliado de por vida
un hermano por el que daría la mía
un abrazo eterno que intentó enseñarme a hablar
sin siquiera saber él pronunciar las eses
y os juro que nunca sabré cómo agradeceros eso.
Ahora ya me visto sola
pero no creáis que demasiado bien
me curo las heridas sola
aunque escuezan un poco más
y a veces, hasta como verduras.
Pero sigo sintiéndome como esa niña
de tres años incapaz de dividir su corazón en dos
cada vez que vuelvo a casa.
Feliz día de vosotros, porque no concibo el uno, sin el otro.
Mónica Gae.
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