Pasen, pasen… y no se asusten: hoy levantamos la cortina del mayor espectáculo de autoengaño jamás contado.
Sí, ese que tu propia mente representa a diario, con luces, efectos especiales y frases tipo “no vas a poder”, “ya es tarde”, o la joyita de “mejor ni lo intentes, no vaya a ser que hagas el ridículo”.
Y lo peor es que a veces... te lo crees.
La verdad, tu cerebro puede ser más persuasivo que un vendedor de seguros con túnica blanca y voz de sabio milenario. Y claro, cuando empieza a repartir sus ofertas de miedo, inseguridad y culpa, tú vas y firmas como si te estuviera regalando un viaje al Caribe. Sin revisar la letra pequeña.
¿Te suena eso de tener una idea, una ilusión, y al segundo ya estar imaginando todas las formas posibles de fracasar?
Bienvenido. Aquí hablamos de esas creencias que te frenan como una señal de “prohibido avanzar” justo en mitad de tus ganas. Las llamamos “limitantes”, pero en realidad son como okupas mentales: se instalan, no pagan alquiler, y encima te dicen cómo vivir.
En este episodio nos ponemos detectives.
Porque sí, vamos a tirar del hilo, cuestionar lo incuestionable y reírnos —un poquito, pero con cariño— de esa vocecita interior que a veces parece más tu enemigo que tu aliada.
Si alguna vez tuviste un pensamiento que te dejó clavado al sofá… y encima pensaste que era sabio escucharlo, este capítulo es para ti.
Este es El Club de los Corazones Hinchables: donde las creencias no mandan, las emociones se escuchan, y las excusas... bueno, las desmontamos con humor y algo de ironía bien servida.

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