Alguna vez a un joven que se veía que le gustaban mucho los carros de carreras le pregunté si le gustaría que le regalaran un Ferrari y, por supuesto que ni lo pensó dos veces, me contestó que sí. Y luego, para ponerlo a prueba, le dije que yo suponía que, como es un carro muy costoso, poco lo iba a sacar a la calle para no ponerlo en riesgo. Me contestó: “por supuesto que no, si yo tuviera un Ferrari no lo tendría guardado nunca, el Ferrari es para correrlo”.
Comienzo con esto porque de esto nos hablará hoy Jesús en el Evangelio, tenemos muchas cualidades, regalos y talentos que no los podemos tener guardados, pues no son para eso, sino para ponerlos al servicio de los demás. Reflexionemos en el Evangelio de Lc 8, 16-18.

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