La santidad no se improvisa, se requiere la entrega generosa de todos los días

03/01/2020 3 min

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Síntesis del Episodio

Si hay una cosa que me entristece mucho es ver cuántos jóvenes llevan vidas fracasadas y frustradas, porque no han explotado al máximo todo el potencial que Dios les ha dado y que los ha capacitado para dar muchos frutos.
Hoy, queridos amigos, en la 1Jn 2, 29-3, 6, se nos recuerda de una manera maravillosa que somos hijos de Dios. Dice San Juan: “Miren cuánto amor nos ha tenido el Padre, pues no sólo nos llamamos hijos de Dios, sino que lo somos”. Ser hijos de Dios no es una devoción, no es un sueño, es una realidad. Una vez que hemos renacido por el agua y el Espíritu, es decir, por medio del bautismo, hemos sido incorporados a la familia de Dios.
Lo anterior me debe calar en lo profundo del corazón, ya que ser consciente de que soy verdaderamente hijo de Dios, me debe llevar a vivir en consecuencia, esto quiere decir, que debo esforzarme por vivir la santidad.