Dios ha querido vestir el misterio santo que hoy celebramos de humildad y de ternura. Se ha querido mostrar sencillo y pobre. Hoy nos ha nacido el Salvador, esto nos debe revestir a nosotros de alegría y de ternura, porque en un pequeño niño reconocemos a nuestro Salvador. Dice Isaías que “el pueblo que caminaba en tinieblas vio una gran luz; sobre los que vivían en tierra de sombras, una luz resplandeció”.
No podemos dejarnos llevar por el arrutinamiento, debemos recuperar la capacidad de asombro, la capacidad de ver más allá de las cosas sencillas. La ternura del niño Jesús vence la desconfianza y la humildad que reviste hoy el Misterio, vence el miedo. Vivimos con muchos miedos en el corazón, vivimos con experiencias dolorosas que nos han hecho desconfiar de todo y de todos, pues hoy Jesús viene a derribar con su presencia nuestros temores.

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