Hoy quisiera comenzar compartiéndoles algo que me sucedió antes de entrar al Seminario. Me encontraba en un retiro, el cual la verdad me estaba ayudando muchísimo, porque me estaba abriendo muy bien a escuchar la voz de Dios, pero recuerdo muy bien que todo se truncó cuando la persona que nos estaba compartiendo las reflexiones comenzó a criticar duramente ciertas actitudes de alguien más, y luego, ese mismo día en la cena, él estaba haciendo lo que había duramente criticado. De verdad que fue algo que me cuestionó muchísimo y ese hizo que me cerrara a seguir escuchando a Dios.
Hoy San Pablo en Rm 2, 1-11, nos habla de esta terrible actitud de juzgar y criticar a los demás, cuando nosotros ni siquiera nos esforzamos en cambiar eso que tanto condenamos.

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