¿Y si el origen de la vida no es un accidente químico, sino algo mucho más profundo? 🤯
Un nuevo marco de la física contemporánea está emergiendo, invitándonos a entender lo viviente no solo por la materia que la constituye, sino por su capacidad de aprender a leer el universo.
La vida, bajo esta luz, no se define por la química, sino por la información con significado. Una célula, incluso la más simple, ya empieza a tomar decisiones y sus actos responden a un propósito fundamental: evaluar amenazas y reconocer oportunidades.
La clave es la interpretación: Cuando una bacteria nada hacia un nutriente, está leyendo el mundo. Cuando un organismo regula sus genes, responde a las historias que el entorno le cuenta. La vida comienza cuando la información deja de ser un accidente y se convierte en estrategia para persistir.
Este enfoque es extraordinario porque reescribe nuestra comprensión del pasado terrestre y guía la búsqueda de vida más allá de la Tierra. Si lo esencial es el manejo de información con propósito, quizás las biosignaturas que debemos buscar no sean solo químicas, sino informacionales: patrones improbables o señales que revelen elección en otros mundos.
Tal vez, en una luna lejana, descubramos huellas de sistemas que recolectan y transforman información para mantenerse en equilibrio, incluso si no tienen ADN.
Estamos preguntando algo profundamente cósmico: ¿Cuántas veces, y en cuántos mundos, la materia habrá aprendido a interpretar el universo?.
Como dice la Astrometáfora: La vida es la primera vez que el universo se vuelve lector de sí mismo.
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