En la década del 40, cuando tenía 19 años, e integraba la orquesta de Aníbal Troilo, Piazzolla se debatía interiormente entre seguir con el tango o abandonarlo, y también a su bandoneón, y dedicarse a estudiar y trascender en la música erudita, clásica, académica o como se la quiera llamar. Arthur Rubinstein, de paso por Buenos Aires, en un breve encuentro con Astor, le recomendó que estudiara, que lo hiciera todos los días y durante el resto de su vida. Le consiguió un lugar en las clases de Alberto Ginastera. Piazzolla inició ese período de su vida con el ímpetu de un joven curioso e inquieto, pero años después volvería a la música de Buenos Aires.

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