Escuchar "Viernes, 11 de marzo de 2022"
Síntesis del Episodio
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Si vuestra justicia no es mayor que la de los escribas y fariseos, no entraréis en el reino de los cielos. Habéis oído que se dijo a los antiguos: “No matarás”, y el que mate será reo de juicio. Pero yo os digo: todo el que se deja llevar de la cólera contra su hermano será procesado. Y si uno llama a su hermano “imbécil”, tendrá que comparecer ante el Sanedrín, y si lo llama “necio”, merece la condena de la “gehena” del fuego. Por tanto, si cuando vas a presentar tu ofrenda sobre el altar, te acuerdas allí mismo de que tu hermano tiene quejas contra ti, deja allí tu ofrenda ante el altar y vete primero a reconciliarte con tu hermano, y entonces vuelve a presentar tu ofrenda. Con el que te pone pleito procura arreglarte enseguida, mientras vais todavía de camino, no sea que te entregue al juez y el juez al alguacil, y te metan en la cárcel. En verdad te digo que no saldrás de allí hasta que hayas pagado el último céntimo».
Exigente
Buenos días Jesús, hoy quiero entenderte. Sí, porque hablas con dureza y quiero saber por qué. No quiero justificarte pensando: “bueno, yo no pienso así, pero lo dice Jesús así que le haré caso.” Eso no está tan mal. Pero quiero más. Quiero pensar igual que Tú. Verlo con la misma claridad. Y hoy lo tengo complicado.
Recriminas la conducta del que se deja llevar por la cólera, o el que llama a su hermano imbécil, o necio. ¿De verdad, Jesús? ¿Por esa chorrada? Pues lo llevo claro… Podría empezar a enumerarte insultos que le he dicho a mi hermano alguna vez, y creo que imbécil es de los más suaves. Necio… Pues porque no se utiliza hoy en día, pero también se queda corto.
Entonces ¿merezco el fuego del infierno?
¿Dónde está el Jesús compasivo? ¿El que perdona pecados mucho peores? ¿Por qué hoy estás tan exigente? Es que así, casi me entra miedo seguirte, porque voy a fallar. Y muchas veces. Ya me ha pasado, de hecho. Tantos insultos, tantas peleas, tantos enfados, algunos aún sin perdonar. Tampoco es que sea aquí muy beligerante, pero tú ya me conoces, hay veces que estallo.
Entonces, ¿Qué? ¿Me voy a condenar?
Luego me acuerdo de los que te siguen y me quedo tranquilo. De tus discípulos, que son pecadores. De María Magdalena, a quien tanto querías. De Pedro, que tanto te falló. Y me doy cuenta de que hay esperanza. De que has venido a por mí, que soy pecador. Que me quieres salvar a mí, que me ahogo sin ti.
Ahora entiendo que me exijas. Me exiges mi felicidad. Me exiges la paz. Me exiges amor. Y sí, los dos sabemos que fallo mucho, pero no importa, porque el perdón es tuyo. Cuentas con mi debilidad, pero me haces querer tu perfección. No quiero esforzarme por salvarme. La salvación es tuya.
Lo mío es el deseo. Lo tuyo es la misericordia.
Exigente
Buenos días Jesús, hoy quiero entenderte. Sí, porque hablas con dureza y quiero saber por qué. No quiero justificarte pensando: “bueno, yo no pienso así, pero lo dice Jesús así que le haré caso.” Eso no está tan mal. Pero quiero más. Quiero pensar igual que Tú. Verlo con la misma claridad. Y hoy lo tengo complicado.
Recriminas la conducta del que se deja llevar por la cólera, o el que llama a su hermano imbécil, o necio. ¿De verdad, Jesús? ¿Por esa chorrada? Pues lo llevo claro… Podría empezar a enumerarte insultos que le he dicho a mi hermano alguna vez, y creo que imbécil es de los más suaves. Necio… Pues porque no se utiliza hoy en día, pero también se queda corto.
Entonces ¿merezco el fuego del infierno?
¿Dónde está el Jesús compasivo? ¿El que perdona pecados mucho peores? ¿Por qué hoy estás tan exigente? Es que así, casi me entra miedo seguirte, porque voy a fallar. Y muchas veces. Ya me ha pasado, de hecho. Tantos insultos, tantas peleas, tantos enfados, algunos aún sin perdonar. Tampoco es que sea aquí muy beligerante, pero tú ya me conoces, hay veces que estallo.
Entonces, ¿Qué? ¿Me voy a condenar?
Luego me acuerdo de los que te siguen y me quedo tranquilo. De tus discípulos, que son pecadores. De María Magdalena, a quien tanto querías. De Pedro, que tanto te falló. Y me doy cuenta de que hay esperanza. De que has venido a por mí, que soy pecador. Que me quieres salvar a mí, que me ahogo sin ti.
Ahora entiendo que me exijas. Me exiges mi felicidad. Me exiges la paz. Me exiges amor. Y sí, los dos sabemos que fallo mucho, pero no importa, porque el perdón es tuyo. Cuentas con mi debilidad, pero me haces querer tu perfección. No quiero esforzarme por salvarme. La salvación es tuya.
Lo mío es el deseo. Lo tuyo es la misericordia.
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