“En qué ha de concluir el drama singular que existe entre los dos, tratando simular tan solo una amistad, mientras en realidad se agita la pasión que muerde el corazón y que obliga a callar: Yo te amo, yo te amo".
¿Cómo poder resistirse ante esas palabras?
Con voz trémula y romanticismo a flor de piel, el nombre de Sandro siempre estuvo ligado a un infinitivo: seducir.
Así que en “Un café… sin azúcar”, nos disponemos a hacer un homenaje al gitano, nos gustan sus canciones, tal vez por haber crecido con ellas, o porque mi padre lo imitaba o porque mi madre era parte de sus fans y no es casual, entonces, que sus incondicionales fans sean en su mayoría mujeres, las famosas "nenas", todas ellas tendientes a sucumbir ante una palabra, una canción o una mera aparición del eterno ídolo fallecido.
Pero antes, como para calmar la ansiedad, nada mejor que repasar algunos pasajes de su vida, allí donde se narran aspectos desconocidos de Sandro. Y también, de Roberto Sánchez.

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